La psiquiatría es una rama de la medicina que se ocupa de los problemas psíquicos y del sufrimiento que provocan. Investiga el controvertido campo de las enfermedades mentales y los mecanismos (congénitos, ambientales o dependientes del sujeto) que ocasionan o dan forma al malestar. Aborda el funcionamiento del individuo desde el punto de vista biológico, subjetivo y relacional, incluyendo las dinámicas grupales.
No es inusual calificar de enferma a la sociedad en la que vivimos. La caída del cristianismo (y de su corolario, el humanismo) como referente social nos aboca al nihilismo. El capitalismo impone el consumismo como anestésico y una apariencia de tolerancia encubre la falta de valores sociales compartidos.
En esta situación resulta llamativo el silencio de la psiquiatría a la hora de abordar qué le pasa a la sociedad. La llamada psiquiatría social evidenció que algunos factores sociales (fundamentalmente la pobreza y la exclusión) favorecían la aparición de trastornos mentales, pero no trabajó para modificar la sociedad y acabó marchitándose bajo la sombra del enfoque organicista que domina en la profesión. En cualquier caso, su estudio se limitó a buscar factores sociales detrás de la patología psiquiátrica individual, apenas dedicando atención a lo que podríamos llamar “patología grupal”. Algunas excepciones a esta tendencia, como Maxwell Jones o Isabel Menzies-Lyth, estudiaron dinámicas problemáticas a nivel de grupos “pequeños”, llegando al tamaño máximo de un hospital, pero el estudio psiquiátrico de la sociedad en su conjunto brilla por su ausencia casi absoluta.
La antropología y la sociología sí han intentado comprender la sociedad en su conjunto, pero, por mucho que hablen de “investigación-acción”, estas disciplinas están orientadas al análisis teórico, no a la intervención terapéutica que caracteriza a la medicina.
La psiquiatría no ha sabido quitarse las antojeras de la clínica individual, incurriendo en negligencia al no atender el nivel social. Esto puede explicarse, al menos en parte, por las circunstancias de trabajo de sus profesionales. En el sistema público, los psiquiatras encuentran un ambiente castrante y desincentivador de la iniciativa personal, viéndose abrumados por una presión asistencial que desborda su capacidad de manejo, les conduce al burn-out y les impide la exploración de horizontes más amplios. La psiquiatría privada, por su parte, oscila entre la codicia y la búsqueda de la satisfacción profesional que se puede lograr en este ámbito con un tipo de actividad clínica difícilmente desarrollable en el entorno público. Un problema de base que limita la exploración del nivel social es la falta de formación humanista de unos profesionales centrados en una tradición médica orientada a la técnica asistencial, tras el paso por una universidad diseñada para la formación del médico como 'homo faber'.
La facultad de Medicina enseña unos conocimientos y unas técnicas que permiten atender a los 'enfermos' según tratamientos estudiados empíricamente. Los médicos realizan procedimientos más complejos que los realizados por 'operarios de mono azul', pero no necesariamente más creativos o flexibles.
La corriente mayoritaria de la psiquiatría no se desvía de esta tradición médica. Restringe su atención a los síntomas, a las manifestaciones superficiales del malestar, el estudio del ser humano a los neurotransmisores y otros elementos biológicos y elimina de la ecuación al sujeto, individual o colectivo.
Algunas sociedades profesionales tratan de ampliar el foco de atención de los psiquiatras y reorientar su formación hacia otros terrenos, pero su trabajo es fundamentalmente interno.
En el ágora, en el discurso público donde se abordan los problemas sociales, donde se amalgaman las visiones de distintos colectivos, donde se confrontan los enfoques ideológicos, la psiquiatría no tiene una voz. No la tiene porque no la ha buscado, porque ha renunciado a poner su granito de arena en la construcción de un mundo mejor y se ha conformado con el cuidado de los pacientes individuales.
Si tenemos una sociedad enferma que produce individuos enfermos, restringir la intervención a los individuos sin intentar un abordaje global del problema conduce inevitablemente al fracaso. Creo necesario que la psiquiatría contribuya con sus conocimientos y técnicas específicas a la búsqueda de modelos sociales 'sanos'. Al desarrollo de estrategias sociales inclusivas y promotoras tanto del crecimiento personal individual, como de dinámicas grupales que redunden en el beneficio de la comunidad. Me parece negligente que nosotros, los psiquiatras, no lo estemos haciendo ya.
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