Nietzsche entendía el tiempo de un modo no lineal: todos los acontecimientos del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán eternamente. Si para el filósofo alemán esta concepción implica una vitalidad que llevará a los seres humanos a vivir la vida que realmente quieren ya que ésta se repetirá una y otra vez, en la actualidad esta idea parece adquirir, en cambio, tintes de pesadilla.
De algún modo, las imágenes de los peces boqueando sin oxígeno en el Mar Menor y las llamas de la Vía Laietana en Barcelona nos han enfrentado de manera abrupta con unas realidades sobre las que se nos ha advertido una y otra vez de forma fútil. Las imágenes de ambos acontecimientos, ya fueran compartidas por redes sociales o con la emisión en directo durante horas de la quema de contenedores en la ciudad Condal de una forma que casi incitaba a la violencia, han sido un reflejo impactante del fracaso de las políticas.
Me pregunto si, como plantea Nietzsche, nos sentimos orgullosos de lo que se ha hecho en ambos lugares durante los últimos años y estaríamos contentos de atravesar otra vez las mismas experiencias. En ambas situaciones hemos recorrido varias veces un callejón sin salida del que es necesario salir. `Laissez faire, laissez passer´ -`dejar hacer, dejar pasar´, el mantra de la economía liberal- va a resultar más que absurdo en más de un ámbito. Menos mal que, casi medio siglo después de muerto, el Gobierno se ha decidido exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos, una acción que tenía que haber ocurrido hace mucho tiempo, electoralismos al margen.
El pasado viernes 11 de octubre empezaron a correr por los grupos de WhatsApp y las redes sociales unas imágenes que tenían algo irreal y pavoroso: centenares de peces, crustáceos y moluscos arribaban a la playa de Villananitos a punto de morir en busca de oxígeno. Cómo si la más alienante de las distopías se hubiera apropiado de la realidad, nuestras pantallas recogían un colapso medioambiental absoluto. Una muerte más que anunciada durante décadas por científicos y ecologistas a la que los sucesivos gobiernos del PP han hecho oídos sordos.
La respuesta del Gobierno del PP ante la tragedia, con el presidente, Fernando López Miras, y el secretario general del partido, Teodoro García Egea, a la cabeza, ha sido una y otra vez `aquí no pasa nada´. Bastantes días después de la muerte masiva de peces en la laguna, García Egea ha llegado a admitir que “no se han hecho bien las cosas” en la protección del Mar Menor, para después recordar que “si alguien intenta buscar culpables en este momento, se equivoca”.
El cabeza de lista del PP al Congreso por Murcia también añadió durante el desayuno informativo organizado por Europa Press y la Asociación de Jóvenes Empresarios de la Región del pasado martes que “la mayor laguna salada de Europa, a la que vienen miles de personas de fuera de la Región de Murcia, es una cuestión de estado y de Europa”. Es decir, que quienes han practicado una agricultura de regadío, con sus nitratos vertidos durante décadas a la laguna, y los gobiernos regionales que no han puesto ningún tipo de restricciones a estas prácticas para salvaguardar el bien común se van de rositas. Aquí hay unos responsables, tanto por activa como por pasiva, que tendrán que asumir las consecuencias de sus actos.
Merece la pena recordar que el pasado 2 de octubre, sin ir más lejos, la Asamblea Regional rechazó, con los votos de PP, Ciudadanos y Vox, una iniciativa de los socialistas en la que pedían la elaboración de una ley para la gobernanza y gestión integral del Mar Menor. Esa misma ley que tanto PSOE como Podemos y en su día Cs llevaban reivindicando al Gobierno regional desde hace más de dos años.
En el conflicto de Cataluña hay muchas responsabilidades y muy repartidas. Lo que queda claro es que la dinámica en la que nos hemos visto envueltos, con las imágenes de las llamas apoderándose de Barcelona, son una clara muestra de que si seguimos echando más leña al fuego, se quemarán muchas más cosas, además del mobiliario urbano de la ciudad Condal. Al menos, esta mañana hemos podido seguir en televisión cómo los restos de Franco son trasladados al cementerio de Mingorrubio, con los suyos, donde siempre debió estar. Que no se hagan necesarios otros 44 años para recuperar el Mar Menor o una convivencia donde quepan todos en Cataluña.
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