Siempre me hizo gracia, como murciano -bien conocida es nuestra ancestral rivalidad-, el fervor y la devoción con la que cartageneros y cartageneras defendían su amada ciudad. Yo había visitado unas cuantas veces Cartagena con el colegio en mi niñez y por lo que recordaba de entonces nunca me pareció gran cosa, nada -por supuesto- comparada con mi maravillosa ciudad, Murcia.
Toda esta visión prejuiciosa y sesgada se vio reducida al absurdo cuando el fin de semana pasado visité la ciudad portuaria como turista, dejando de lado todos los juicios de valor que arrastraba como 'rival'; mirando y admirando cada lugar como si fuese la primera vez que lo visitaba, y así me pareció. Pude -para mi sorpresa- descubrir que Cartagena es uno de los mayores tesoros que tiene nuestra Región, poco valorada fuera de las fronteras del municipio y demasiado estigmatizada.
Además del profundo síndrome de Stendhal con el que acabé la jornada turística también sentí una profunda sensación de envidia y vergüenza, esta última por dejarme cegar por unos prejuicios y una rivalidad carentes de sentido, impidiéndome admirar como es debido con anterioridad esta ciudad. Y envidia puesto que Cartagena ha sabido poner en valor su patrimonio histórico y cultural, manteniendo la esencia de un lugar con milenios de historia, mientras que en Murcia se adornan los edificios declarados BIC (Bien de Interés Cultural) con absurdas y surrealistas decoraciones propagandísticas.
Otra de las cuestiones que pude observar tras mi visita fue el centralismo respecto a la historia de nuestra Región, al menos bajo mi mirada de alumno de la ciudad de Murcia, poco o nada conocemos de la historia del resto de municipios de nuestro entorno; por ejemplo, desconocía por completo que Cartagena había tenido una catedral -por lo poco que se conserva: bastante bonita- que fue bombardeada durante la Guerra Civil.
Cuando los habitantes de Cartagena se refieren a ella como la ‘trimilenaria’ están resumiendo a la perfección el principal sentimiento que evoca pasear por sus calles: el peso de tres milenios de historia. Ver el Teatro Romano te hace sentir mínimo ante el torrente histórico de la Humanidad.
Vuelvo a sentir envidia, mientras que en Cartagena tienen un puerto adecentado, transitable y que invita a estar en él, nosotros tenemos un río que malamente se ha intentado adecentar, y que si poco tenía, hay que añadirle los residuos que bajan por él los días lluviosos. Mientras que ciudades de nuestra Región ponen en valor su patrimonio, en Murcia se tapa con lonas o se deja condenado al olvido en aparcamientos.
Amo mi ciudad como nadie, siempre será para mí la ciudad más bonita del mundo, pero deberíamos dejar de lado la rivalidad, levantar la vista de nuestro ombligo y aprender de estos municipios a mostrar orgullosos y con respeto nuestra riqueza cultural, que no es poca y bien lo merece.
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