Los ultrafachas no han surgido por generación espontánea, siempre han estado ahí, bajo el azul manto del PP, esperando su momento, masticando rabia contra extranjeros, contra feministas, contra homosexuales, contra inmigrantes, contra las comunidades autónomas, más rabia cuanto más autónomas, gritando España como quien grita sangre, reclamando una España donde solo caben ellos y donde los demás deberíamos estar prohibidos, proscritos o muertos.
Han estado ahí siempre como una amenaza latente, como se deben gestar los virus o los cánceres. En este momento, debido en parte a la presión territorial, toda su ponzoña ha salido a la luz. Son partidarios de una vida política y social fósil y creen que todo el que no piense como ellos no debería existir. Por eso piden ilegalizar partidos y dicen, sin pestañear, que van a cerrar cadenas informativas si llegan al poder. Ellos, que tan son tan súper neoliberales (o sea, defensores de una economía no regulada, en la que todo vale, darwinismo puro, una combinación del salvaje Oeste económico y la ley de la jungla comercial en pleno siglo XXI) pidiendo que se cierren cadenas privadas, como La Sexta. No lo dicen en una barra de bar ni en los corrillos del rumoreo, no, lo dicen micrófono en mano, con prensa, con luz y taquígrafos. No nos vayamos a llamar luego a engaño: han venido a esto, a limitar las libertades, a mandar a las mujeres a la cocina, a los gays al armario y a los inmigrantes al fondo del mar, a mandarnos a todos juntos a las cavernas, han venido a por nosotros, han venido a por nosotras. No es casualidad que la noche electoral gritaran: ¡A por ellos, ooeee! No es una metáfora. Recordadlo, tenedlo muy presente.
Tenedlo muy presente porque resulta que, para muchos medios, los ultrafachas de la patada en la boca, en el contexto del conflicto catalán son de pronto, ¡tatachán!, constitucionalistas (que son los buenos) frente a los soberanistas (que son los malos), ¿cómo te quedas? Esa labor de blanqueo del fascismo la ha hecho una parte de la prensa, recibiéndolos con parabienes en sus platós, tratándolos como a demócratas cuando no lo son. Sus consecuencias las sufriremos todos, ya las estamos sufriendo.
En Murcia, donde han sacado su mejor resultado nacional, ya se han puesto en marcha. Estas son un par de medidas de esa política apisonadora:
Se han negado a firmar en la Asamblea Regional la Declaración sobre los Derechos del Niño, alegando que el texto institucional tiene “una carga política que va contra los intereses de España”. Como las declaraciones institucionales no pueden ser leídas sin el consenso de todos los grupos y Vox, siguiendo directrices nacionales, la ha bloqueado, este texto se ha mandado a la carpeta de asuntos pendientes sine die. Y hablamos de una declaración de Unicef, institución bien poco sospechosa de veleidades revolucionarias. Esta es la política que van a practicar, a palo y pedrada, incluso contra la infancia.
El lunes 25 de noviembre, día Internacional contra la violencia de género, programaron una rueda de prensa en la Asamblea Regional para exponer los argumentos contrarios (repito, contrarios) a la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Piden prisión permanente revisable para violadores y asesinos, pero primero tendrían que creerse que una mujer ha sido violada o que ha sido asesinada por el mero hecho de ser mujer, cosa que están negando antes de empezar. La Plataforma Colombine ha pedido al resto de medios que no acudan a convocatorias contrarias a la lucha contra la violencia de género, que no vayan, que lo hagan en nombre de todas las mujeres asesinadas, en nombre de sus hijos e hijas, de sus familiares, de todo el dolor que deja una muerte. Bravo Colombine, así se hace, así se impide el blanqueo del fascismo.