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Entrevista a cuatro drag kings: “Las mujeres que performan o parodian masculinidades es el drag más invisibilizado”

Los drag kings de El Bancal de Candanga. De izquierda a derecha  Robin, Ulysses, Dicko y DEMO

Lucía Barbudo

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Las genealogías son urgentes si vienes de una historia que nadie cuenta, si tu árbol genealógico crece y se expande sin genes. Ulysses Ménade surgió, cual Anteneo, de la cabeza sin útero de su madre Malva. Los sistemas reproductivos cuir son extraordinarios: sin necesidad de órganos sexuales liberan sus esporas que prosperarán si el entorno es favorable, como le pasa a cualquier ser vivo. Dicko Tomic y DEMO son dos esporas liberadas del cuerpo y tierna materia gris de Robin Metamorfic@. Sí, son todes hijes protésiques de la Haraway y andan cada vez más mezclades y revueltes en ese laboratorio del género que es El Bancal de Candanga. La orientación sexual en el caso de las artistas drag queen es mayoritariamente gay. Sin embargo, las representaciones king en este colectivo drag murciano son enteramente performadas por bisexuales (mujeres y personas no binarias): “Nuestra bisexualidad es algo que permea la performatividad de nuestros drags”, concluyen.

Dos drag kings y dos drag cuir: buffet libre de masculinidades

Ulysses se define como un drag king que performa una masculinidad “fluctuante”, tal y como anuncia su propio nombre: “Mi drag se llama así porque es un viajere del tiempo, del espacio y del género: a veces es una masculinidad más hegemónica, otras veces más cuir, con más pluma… Tanto es así que puedo empezar una actuación como king y terminarla como queen. DEMO lleva poco tiempo en el drag y quizás por eso afirma que su masculinidad está en construcción: “Me interesa la parte escénica del drag, eso de habitar lo masculino, vivir en mi cuerpo la masculinidad. Aún no me he decidido sobre qué masculinidad performar, pero creo que soy bastante marica.”

Por otro lado, aunque Robin confiesa conectar con eso de parodiar una masculinidad más machuna, no le gusta performar una masculinidad tóxica: “Quería que mi drag tuviera pluma independientemente de lo que estuviera performando. Tengo que decir que como drag cuir, fluyo en el espectro de género cuando performo”. Dicko lleva dragueándose un año, fue a la pasarela que el colectivo travesti hizo en el Huerto de Santa Eulalia y quedó fascinado: “Yo vengo de un entorno conservador, para mí el drag y el Bancal suponen un espacio de libertad que en otros espacios de mi vida no tengo. En mi primer drag, performé una masculinidad muy rancia, muy machirula, y ese personaje ha ido evolucionando”.

El arte como acto político, la política hecha arte

Las alianzas masculinas han sido las que cultural e históricamente han sostenido (y siguen sosteniendo) el patriarcado, aunque no sólo: las mujeres también apuntalan estas estructuras a través de la defensa y la práctica de lógicas machistas y misóginas. En este sentido, la transformación artístico-escénica de estos cuatro cuerpos-leídos-como-mujeres en drag Kings, tienen el potencial político de boicotear el patriarcado desde el escenario: “Representar la masculinidad desde un cuerpo que no es leído como masculino le abre las costuras al género y es algo muy político”, sostiene Ulysses. “Como lleva ya tiempo señalando el feminismo, la masculinidad es lo universal, lo genérico, lo que no está marcado y la gente piensa que eso no se puede ni alterar, ni reinventar. En los drag King aparecen modelos de masculinidad alternativos que son muy valiosos, como pasa también con las bolleras butch”, afirma DEMO, quien además, establece una diferencia fundamental entre los artistas king y las queen: “Enlazando con el capitalismo, la mayoría de drag kings, a diferencia de las drag queens, somos personas politizadas, gente con cierta conciencia anticapitalista o antisistema”.

Siguiendo a Judith/Jack Halberstam y lo mucho que escribió sobre masculinidad femenina, es más que lícito pensar que las propuestas de nuevas masculinidades vienen por parte de las mujeres, y no sólo las bolleras butch, sino también las mujeres hetero masculinas, las bisexuales, las personas andróginas, las personas no binarias y, por supuesto, toda la peña cuir. La masculinidad hegemónica, la más risible y parodiable, es la que políticamente desde los feminismos se propone deconstruir. Es fácil desmontar esa masculinidad cuando se hace con ella un chiste.  

Pero Dicko también se muestra crítico cuando desde el drag se ofrece una visión encasillada: “Me aburre un poco cuando intento buscar referentes y todo lo que encuentro es una butch haciendo de machirulo”. Los kings murcianos son ambiciosos: intentan desarticular la asociación de determinados cuerpos o incluso la misma idea de genitalidad con la masculinidad: “Queremos tíos con tetas”, sentencia Robin. Esto entronca con el discurso trans: “No queremos chafarnos el pecho con un binder o tener que ponernos paquete para representar lo que es un hombre: hay tíos con vulva y tíos con tetas y nos gusta representar eso también. Representamos una masculinidad donde no queremos esconder nuestro cuerpo-leído-como-mujer para representar la masculinidad”. O dicho de otro modo, como reformula DEMO: “La masculinidad no hegemónica no es simplemente tíos que no sean unos capullos, es algo mucho más complejo, algo que va más allá”. 

Masculinidad sobre el escenario y fuera de él

El drag posibilita, por esa incursión en lo masculino y reapropiación de la masculinidad, el empoderamiento femenino a través de la identidad King. Ahora bien, en este caso, desde lo cuir (Dicko) y lo no binario (Robin), habría que afinar más diciendo empoderamiento desde identidades de género que no sean masculinas. “Como drag queer estoy mucho más despierta a ver cosas que antes en mi caso estaban sin reflexionar, como la bifobia. El drag te hace ser capaz de leer mejor las violencias”, dice Dicko.

Para Robin, como persona trans no binaria, los pensamientos que surgen son otros: “Para mí la feminidad hegemónica (como andar en tacones) es algo increíblemente performativo, en este caso, muy high femme. Yo puedo acceder a esa forma extrema de la feminidad cuando estoy con mi personaje en su forma queen. Con el king me pasa a la inversa: saco mi súper macho. Algo que me gusta mucho es que la Robin queen sea dominante y que Robin king sea sumiso, es como que dentro del estereotipo, me gusta cargarme lo que socialmente se asume a un género u otro.”

En el caso de Ulysses, la representación de la masculinidad se ha extendido a ámbitos de su vida que trascienden el escenario: “Haciendo drag, empiezas a ver el monstruo que es el género. Yo utilizo la expresión de la masculinidad normativa tal y como es leída socialmente para posicionarme en el espacio público cuando estoy en un ambiente hostil. Puedo sacar mi drag sin necesidad de maquillarme y empoderarme de esa manera”.

Para DEMO, la apuesta estética es el punto de partida que permite generar un discurso político en torno a la apariencia y la expresión de género: “La androginia es mucho más accesible si eres flaca. Aunque socialmente siempre he sido leída como chica, el privilegio flaco me ha permitido mostrarme andrógina simplemente rapándome la cabeza. Con el feminismo aprendí que mi valía como persona no estaba circunscrita a la belleza. No hace falta adscribirse a un género concreto para sentirse poderose, ni para empoderarse. La belleza se deconstruye más en el drag cuir que en cualquier otro drag. Igual que se dice que el feminismo ha traído las gafas moradas, nosotres queremos traer las gafas travestis para deconstruir el género”. Sobre el privilegio flaco y la expresión de género tristemente asociada a la normatividad de un tipo de cuerpo, Robin afirma: “Envidio el privilegio flaco porque posibilita la androginia mucho más, la confusión de género. Es muy difícil que te lean como un cuerpo no-mujer cuando tienes una talla 120 de pecho”. Dicko es de la opinión de que, gracias al drag, se puede experimentar con la belleza y los estereotipos asociados a ella: “Te transmite una belleza que no eres capaz de categorizar y eso descoloca y mola”. Es lo que hace por ejemplo La Yelo. “No es casualidad que seamos todes bisexuales, como decíamos antes, y nos resulte tan natural fluir tanto en y con el género”, sentencian.

Patriarcado con maquillaje y peluca: transfobia, machismo y misoginia en Drag Race

“En más de veinte puñeteras temporadas de Drag Race no ha habido ni un solo concursante drag king”, se quejan los kings. “Ha habido varios chicos trans (que hacían drag queen) y personas no binarias, pero un drag king nunca. La escena drag ha estado dominada por hombres gays y es cero casualidad que el drag más invisibilizado es el hecho por mujeres que performan o parodian masculinidades”. Sobre la necesidad, que puede ser interpretada como bastante tránsfoba, de adaptarse a la normatividad de los cuerpos binarios (masculino/femenino), Ulysses comenta: “Salió una drag queen que era trans (y que al final se quedó de las últimas) que cuando se presentó al casting no se había operado el pecho y RuPaul hizo unas declaraciones en las cuales dijo que si llega a presentarse con tetas, no la hubiera cogido.”

El término realness (tener apariencia de realidad, de verdad), de hecho, puede ser interpretado desde una óptica tránsfoba ya que legitima o valida a unos cuerpos sobre otros. “En una de las temporadas, a un concursante le llamaron la atención por no haberse ocultado bien el pene en una prueba de bikinis. RuPaul le echó la bronca máxima por no haberse hecho bien el tucking (el proceso de esconder pene&escroto para su total desaparición visual). Es cosificante que haya un control tan estricto sobre la genitalidad de los cuerpos. El énfasis enfermizo sobre la figura de reloj de arena y el tipo de estética (súper maquillaje, pelazo, uñas perfectas) que se tiene que asociar a la feminidad y, consecuentemente, lo que se premia y lo que no, es misógino y es cissexista, tránsfobo y gordófobo. Y todo el drag no es así. En este sentido, RuPaul ha hecho mucho daño”, comentan los kings.

Las propuestas artístico-escénicas de RuPaul son, en su mayoría, feminidades mainstream dedicadas a amenizar a un público capitalista y no politizado. En contraposición a esto, el Bancal de Candanga tiene drag queens que son icónicas en sus propuestas de jugar y mezclar el género, que muestran otras feminidades disidentes y subversivas, precisamente porque el lugar desde donde performan es político, precario y superviviente. “Estas son las drag queens a las que aplaudimos y las que nos representan”.

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