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Juan Nicolás, gestor cultural: “Aunque nos quieran decir lo contrario, Murcia siempre ha sido un espacio de libertad”

El gestor cultural Juan Nicolás

José Antonio Fuentes

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El próximo mes de noviembre tendrá lugar la III edición del Congreso Internacional de Artes y Diversidad, una iniciativa promovida por Fundación Cepaim y Aye Cultura Social junto con la Universidad de Murcia (UMU) y la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), en la que filósofos, artistas y colectivos reflexionarán en torno a cuestiones de género, vulnerabilidad y formas de habitar la ciudad, la casa o nuestro propio cuerpo.

Juan Nicolás (Cartagena, 1977) es jefe de servicio CREES (Cultura Reponsable-Economía Social) en la fundación Cepaim y principal artífice del Congreso. Con estudios de danza clásica, es licenciado en Dirección Escénica y Dramaturgia por la ESAD de Murcia.

Desde que en 2004 inauguró el emblemático Espacio Fa -centro autogestionado de arte y pensamiento contemporáneo-, Nicolás, no ha parado de agitar el panorama cultural de la ciudad de Murcia. Fichado por Pedro Alberto Cruz -Consejero de Cultura, Turismo y Deportes, de 2008 a 2014- llegó a la dirección del Centro Párraga en 2008, el momento de mayor inversión en cultura artística que ha conocido la Región de Murcia. Cuatro años de descubrimiento y acercamiento al arte contemporáneo que acabaron con un nuevo horizonte personal: vincular el arte con la acción social, un objetivo que desde 2013 desarrolla en Cepaim.

Uno de los grandes retos laborales de Nicolás es “conciliar la rentabilidad social y económica, que la factura artística impecable cumpla un objeto social”. Un propósito que brilla en su máxima expresión en cada edición del Congreso. Reconoce que este proyecto es especial, en lo personal y profesional. Nicolás ha sufrido la exclusión social en primera persona, conoce la fragilidad y vulnerabilidad que muchas veces esconde la palabra, diversidad. Cuando echa la vista atrás no elude la autocrítica, el futuro lo vislumbra con un congreso en expansión e invita a “todes” a vivir, aquí y ahora, esta “experiencia inolvidable”.

El lenguaje de la diversidad ha revolucionado la forma de comunicarnos y pensar el mundo.

Afortunadamente. Con los años, además, se ha hecho más accesible a todo el mundo. Desde mis inicios en la gestión cultural tuve especial interés en las cuestiones de género, transgénero y la diversidad. Cuando era director del Centro Párraga lo tuve muy presente en las programaciones. En aquellos años no se hablaba de patriarcado, ni mucho menos de teoría queer o transgénero. Es importante reconocer que vivimos en una sociedad patriarcal y que existe la desigualdad de género.

¿Qué os llevó a organizar el Congreso Internacional de Artes y Diversidad del que se celebra la tercera edición? ¿Algún referente?

El Congreso tiene mucho de Paul B. Preciado. La motivación principal fue mostrar la potencia que tienen las industrias culturales como factor generador de empleo y crecimiento económico. Abordar la gestión de la diversidad en una Murcia que, aunque nos quieran decir lo contrario, siempre ha sido un espacio de libertad. Murcia ha sido y es una de las ciudades más tolerantes en la aceptación de la diferencia, sea de género, de origen cultural u otras.

El congreso es atípico; combináis lo académico con el encuentro artístico y festivo.

Las artes en vivo me enseñaron que el pensamiento se puede articular desde la acción artística. Intercalamos lo académico con la performance, no hay otro congreso igual. Nosotros mismos nos preguntamos: ¿qué somos? Esta duda es coherente con la propuesta de transitar espacios identitarios que no son normativos y construir nuevas relaciones rompiendo fronteras entre lo académico y el festival. Los participantes lo agradecen mucho. En la programación no hay nada puesto al azar, está muy medida. Es un Congreso que se escucha y se siente.

¿Qué destacarías en esta edición para una persona que asiste por primera vez?

La presencia de artistas de América Latina, como la boliviana María Galindo, no me la perdería por nada del mundo. Es algo irrepetible, una pieza creada para el Congreso. También la ponencia de Paul B. Preciado. Recuerdo una entrevista en prensa que le decían lo valiente que había sido y él respondía, me emociono al recordarlo: “No, he sido vulnerable”. Esa fragilidad nos interesa trabajarla porque afecta a mucha gente.

¿De qué está hecha tu valentía/vulnerabilidad?

Hace un mes enterraba al que ha sido como mi padre, la pareja de mi madre durante 33 años. Un cáncer de pulmón se lo ha llevado en cuatro meses con 65 años de edad. Mientras llevaba su féretro a hombros me sentí valiente al conectar con el dolor que produce la pérdida. Estaba destrozado.

Soy valiente cuando soy yo mismo y me muestro vulnerable, cuando habito en la fragilidad. En el congreso inventamos cuerpos nuevos, frágiles y vulnerables, abiertos al cambio.

Hace dos años la asociación Feministas Gitanas por la Diversidad se quejaron de no tener voz en el congreso. Lo local sigue reclamando espacio y tiempo de representación. ¿Cómo se atiende a la diversidad en expansión?

Es imposible programar todo lo que queremos y acoger a todo el mundo. Este año sí están programadas, el Colectivo Galactyco también y más agentes locales pero siempre quedan cosas pendientes. De la intervención en el congreso anterior me acuerdo perfectamente porque me levanté y les pedí disculpas, tenían razón. Ahí las conocimos. No todo el mundo que trabajamos en el ámbito de la diversidad nos conocemos y este congreso también sirve para establecer interrelaciones profesionales y darnos a conocer.

¿Qué impacto tienen este tipo de congresos en las políticas regionales y municipales?

El Congreso cuenta con el apoyo del Gobierno regional, del Ayuntamiento de Murcia y de Cartagena y del Ministerio de Igualdad. Poco a poco se incorporan metodologías de trabajo que vienen de la acción social en la gestión política, pero las cosas no suceden de un día para otro.

Existe una gran deuda: reconocer el papel que juegan las industrias culturales en las políticas sociales. Por ejemplo, en las nuevas convocatorias del ICA (Instituto de Industrias Culturales) se da más protagonismo a los agentes sociales, como los que formamos parte de Acceso 44. El congreso te permite constatar cómo las industrias culturales van de la mano de la acción social.

Tenemos una consejera de Educación y Cultura que pertenecía a Vox. A través del prisma de las artes y la diversidad, ¿cómo la ves?

No la conozco personalmente. El ICA colabora con la organización y su director general vendrá a la inauguración como en ediciones anteriores. Si Mabel Campuzano viene al Congreso, creo, que le gustará. Nosotros no hemos tenido ningún problema.

Me cuesta imaginar a Mabel Campuzano escuchando a Paul B. Preciado o asistiendo a una performance de Linda Porn.

El Congreso es un espacio que reflexiona desde la diversidad de pensamiento y posicionamiento y huye de la confrontación. Quiero pensar que nadie puede sentirse incómodo en un espacio tan bello. El Congreso es un acto de amor y generosidad; lo que se respira es libertad, respeto y tolerancia.

Estuviste al frente del Espacio Fa, un espacio cultural autogestionado en el centro de Murcia. ¿Qué recuerdas de esos años?

Son los años más bonitos de mi vida, estaba todo por hacer. No había una sala con esas características en Murcia. No existía el Teatro Circo, ni la Chimenea Escénica, ni otros tantos sitios que abrieron después y muchos acabaron cerrando. Espacio Fa fue un espacio artístico con propuestas contemporáneas. Muy difícil de gestionar económicamente, pero la recompensa era enorme. Este Congreso tiene ese espíritu. Algunos profesores de la ESAD me han dado las gracias por organizarlo ya que han conocido y se han animado a introducir la atención a la diversidad en sus asignaturas. Ahí te das cuenta que tiene capacidad de transformación y que todo esto vale para algo.

De allí saltaste a la dirección del Centro Párraga.

Estuve cuatro años. Pedro Alberto Cruz me nombró. Me dijo: “Esto -el Espacio Fa- hace falta en la Región de Murcia y yo te voy a dar los recursos”. Le dije que sí enseguida. Los cuatro años del Centro Párraga fueron brutales. Es un Centro de referencia internacional de arte contemporáneo.

Estuviste al frente del Párraga en la época de mayor inversión en cultura en la Región de Murcia, ¿alguna autocrítica pasados los años?

No diría que salí decepcionado de la dirección del Centro Párraga, pero sí es verdad que una de las decisiones que me llevó a trabajar en una ONG como Cepaim fue ver que la capacidad de transformación social no se aprovecha en su totalidad en el arte contemporáneo. Pasaron piezas muy potentes con un presupuesto descomunal, pero ¿qué poso dejaron? Todo esto me llevó a pensar en relacionar el arte con un fin más social. Ahí tuve la oportunidad de entrar en Cepaim. Siempre he sido una persona muy comprometida socialmente y he sufrido la exclusión en mis propias carnes. Sabía que a través de la cultura se podía hacer algo más.

Muchos artistas criticaron la gestión cultural de esos años centrada en megaproyectos y grandes nombres sin atender el tejido local.

Hay una asignatura pendiente en ese sentido. Siempre será poco lo que se dé a los artistas murcianos. Si me preguntas si ha sido perjudicial que se haya programado mirando hacia fuera te diré que no. Hemos podido ver propuestas increíbles y hemos situado a Murcia en el mapa cultural nacional. Quizá el modelo, la forma de ayudar al tejido local, no fue la acertada. Lo podíamos haber hecho mejor.

El error es pensar que una cosa es excluyente de la otra. Lo interesante es la combinación de ambas, respetar los procesos de aprendizaje, las demandas del público y facilitar al espectador familiarizarse con los nuevos lenguajes artísticos.

¿Qué planes tienes de futuro?

Mi gran apuesta personal y profesional es este Congreso. Me gustaría que todavía creciese más. Que el año que viene se extienda durante más días y acabe siendo un gran evento, un referente internacional y visitar más espacios de la Región de Murcia.

Me involucro en todos los proyectos que participo pero este me toca mucho. Invito a todo el mundo a que asista. Las personas invitadas realizan un acto de generosidad: Desnudar su alma y compartir con todes nosotres lo que es habitar y transitar espacios identitarios desde su propia vida. Es una experiencia inolvidable.

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