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Decana del Colegio de Psicología de la Región de Murcia

María Fuster: “Tenemos el caldo de cultivo perfecto para desencadenar un conflicto social”

María Fuster, decana del Colegio de Psicología en la Región

María Jose Jumbo Coello

24 de abril de 2022 09:23 h

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El incremento de problemas de salud mental a raíz de la pandemia se ha convertido en un foco de atención para el sistema educativo y sanitario de la Región de Murcia. María Fuster, decana del Colegio Oficial de Psicología de la Región de Murcia (COP RM) asegura que “introducir la figura del psicólogo en los servicios sociales es una medida con efecto directo que fortalece la salud de todos, en especial, la de los niños y jóvenes”. “Es imprescindible que las medidas de este plan sean transversales”, señala en referencia a un plan de choque para la salud mental que proponen al Gobierno regional.

“Hacen falta profesionales, pero los nuestros ni están ni se les espera”, asegura Fuster. Ampliar la plantilla de psicólogos en los centros es una de las medidas visibles que reclaman, pero tener una “ratio adecuada” en el sistema educativo y en los centros sociales supone la base fundamental para la solución del problema.

¿En qué consiste este plan de choque? ¿Qué les ha impulsado a llevarlo a cabo?

Tal y como establece la OMS y los objetivos de desarrollo sostenible 2030, los problemas son más abordables cuando advertimos sus primeros síntomas y las personas pueden acceder a los tratamientos adecuados y oportunos. Introducir la figura del psicólogo dentro de los centros educativos, en los servicios sociales y en salud primaria, es una medida con un efecto directo sobre el fortalecimiento de la salud de todos y, en especial, de nuestra infancia y adolescencia.  Hablamos de plan de choque pues es imprescindible que las medidas sean transversales.

Esto quiere decir igual que proponemos qué en educación estén las psicólogas y psicólogos, entendemos qué en servicios sociales tienen que existir ratios adecuadas y suficientes para facilitar el acceso directo de las familias o de la ciudadanía en general. Cualquier crisis familiar, por cambios evolutivos o por crisis sobrevenidas, pueden ser susceptibles de ser tratadas y orientadas con nuestros profesionales. Por eso el colegio viene reclamando que se garantice en todos y cada uno de los centros de servicios sociales de los ayuntamientos de la Región, en una ratio de un psicólogo por centro y/o uno por cada 20.000 habitantes.

Si a ello sumamos todas aquellas otras actuaciones que pueden realizarse desde la atención primaria de salud, con psicólogos clínicos abordando las primeras manifestaciones de los trastornos como ansiedad o depresión, y a nuestros psicólogos sanitarios en materia de salud pública que pueden ser abordadas desde las distintas concejalías de los ayuntamientos: juventud, deporte, mujer, envejecimiento saludable... Todos susceptibles de la elaboración de programas desde el punto de vista psicológico, conseguiríamos un efecto acumulativo sobre una gran cantidad de población, evitando agravamientos y cronificación, con efecto directo sobre el gasto farmacéutico. El ahorro ha sido cuantificado por las investigaciones, es coste-eficaz e inmensamente más efectivo.

¿Cuál es el objetivo que se pretende conseguir con este nuevo plan?

Por supuesto disminuir las alarmantes cifras. Casi 4.000 suicidios, primera causa externa de muerte. Es inaceptable, y subiendo en adolescencia, lo que nos hablan de importantes dificultades en los procesos evolutivos, de socialización y de formación, a lo que sumar otros perfiles vulnerables: mujer, mayores, dependientes y también personas en desempleo, en exclusión, en situaciones de pobreza... La ansiedad, la angustia como síntoma estrella de nuestra época tiene múltiples caras, pero todas ellas nos hablan de un gran malestar y sufrimiento hasta la pérdida de sentido de la vida y esto es lo que hay que abordar de forma directa.

¿De qué forma cree que la pandemia ha fomentado el aumento de casos en salud mental?

La pandemia ha venido a sumar al impacto creado ya por las anteriores crisis económicas, con efecto acumulativo que ha desbordado la ya debilitada resistencia de muchas familias y personas sin red de apoyo, con importantes dificultades para sostener unas condiciones de vida dignas. La pandemia ha tocado de lleno a nuestros lazos sociales, a los hábitos de convivencia, a lo más propio de nuestra cultura e idiosincrático de cada una de nuestras sociedades. Y nos ha confrontado con nuestra fragilidad: el recordatorio de que somos mortales en un mundo que vende “felicidad y eterna juventud”.

Si a ello sumamos la complejidad de nuestra época, donde los vínculos relacionales son más difusos, más frágiles, tenemos el caldo de cultivo perfecto para desencadenar no solo conflicto social, sino una gran opacidad en el guion de la vida. Cuando el ser humano no sabe quien es, o no puede ir construyéndose en su autonomía, en una adecuada red familiar, laboral o social que pueda sostener o sostenerlo, cuando no tenemos un lugar en el mundo, las coordenadas de la hoja de ruta se diluyen, y el sin sentido hace mella.

¿Cree que este plan de choque pueda cambiar la situación? ¿Qué otras soluciones que considera se deban implantar en este plan?

Sin lugar a dudas, supondría una necesaria e importante aportación, si bien somos conscientes de la importancia de otras cuestiones relacionadas con la economía, el trabajo, la conciliación, o la brecha digital. Invertir en protección social: educación, sanidad y servicios sociales es sostener lo genuino del ejercicio político, pero para eso hacen falta profesionales y los nuestros no están, ni se les espera.

Destacaría las aportaciones que podríamos realizar en materia de creación de redes comunitarias que permitan un mejor acompañamiento ante la soledad y, por tanto, un aumento de la cohesión del tejido social, bajo la consideración de las necesidades psicológicas esenciales. Esto lo podemos hacer bajo el desarrollo de la psicología comunitaria.

Como decíamos, tenemos importantes problemas de socialización y déficit socializadores, que sufren de forma directa nuestra infancia y juventud. El aislamiento de una parte importante de estos perfiles, con graves indicadores de sufrimiento psicológico, se resienten de la perdida de numerosos escenarios favorecedores de la interacción social que, de la mano de la cultura, el deporte o la solidaridad pueden proveer de experiencias de vínculo relacional tan necesario para construir una identidad personal y social.  En los últimos 75 años hemos pasado de jugar en las calles, a pasar una media de 5 o 6 horas en los centros, más otras tantas en casa, muchas de las cuales haciendo deberes o dedicando una media de 3 o 4 horas a los multimedia.

En cuanto al tema de las consultas ¿cómo cree que se pueden agilizar?

No hay ningún secreto, hace falta presupuesto con adecuada financiación, otras comunidades autónomas aumentan las plazas de psicólogos clínicos y hacen más atractivas las ofertas para atraerlos a su comunidad, con la mejora de las condiciones laborales y asegurando mejores condiciones en las contrataciones; así como pedir al ministerio una buena planificación de forma inmediata con la provisión de mayor número de plazas de psicólogas y psicólogos internos residentes (PIR). Pero todas a la par, no sobra ninguna.

Hemos visto que sólo hay seis plazas en el Reina Sofía para ingresar personas con trastornos alimenticios. ¿Considera esta cifra suficiente, sabiendo que este tipo de trastornos son elevados en la Región?

Es evidente que es muy insuficiente. Hacen falta muchos más recursos, pero no solo hospitalarios, también hospitales y centros de día, y una gran variedad de dispositivos sociales, de gran importancia para el tratamiento del trastorno mental grave en distintos niveles de edad, si bien, infancia y adolescencia, están en condiciones especialmente precarias.

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