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Un mitin desde el altar: los pastores evangelistas ultraconservadores ganan influencia en la Región de Murcia

Celebración ecuménica de la comunidad Camino de Vida. En la Región de Murcia ya existen oficialmente 110 iglesias evangélicas. ÁNGEL CANTERO

Gloria Piñero

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En un templo discreto del barrio murciano de El Carmen, un pastor de origen hondureño levanta la voz mientras decenas de fieles cierran los ojos y levantan las manos hacia el cielo. Afuera, la tarde otoñal cae sobre una ciudad que, como toda la región, ha cambiado silenciosamente en la última década: hoy, uno de cada cinco habitantes de origen extranjero en la Región de Murcia procede de América Latina, y una parte creciente de ellos se define como evangélica. Según el Registro de entidades religiosas del Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, en esta comunidad autónoma ya hay registradas 110 iglesias evangélicas.

Así que, lo que antes era solo un fenómeno espiritual, empieza a tener una traducción política. Y los partidos lo saben. En España, solo una parte de la población extranjera puede votar en las elecciones municipales. Lo permite la Constitución, pero lo concreta un sistema de convenios de reciprocidad con países que garantizan el mismo derecho a los españoles. En la práctica, eso incluye a Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Trinidad y Tobago y Cabo Verde, además de los países de la Unión Europea.

En la Región de Murcia, el número de votantes potenciales procedentes de países de América Latina, con derecho a sufragio activo en los comicios locales, supera ya los 30.000. No es un bloque homogéneo, pero los politólogos coinciden: las iglesias evangélicas, muchas de ellas lideradas por pastores latinoamericanos, no solo son centros religiosos. También son espacios de socialización y, potencialmente, de movilización electoral.

El laboratorio murciano

Murcia se ha convertido en un laboratorio político del voto evangélico. En localidades como Alcantarilla, Torre Pacheco o Los Alcázares, los templos pentecostales florecen en antiguas naves industriales o bajos comerciales. En solo una década, el municipio de Lorca ha pasado de albergar tres iglesias evangélicas a once.

Fieles del Movimiento Carismático, ligado a la iglesia neopentecostal, durante una de sus celebraciones. ÁNGEL CANTERO

Muchos fieles trabajan en la agricultura o el servicio doméstico, y encuentran en su iglesia cobijo frente a la exclusión, la soledad o la precariedad. Pero ese refugio también articula discursos morales y políticos que conectan con las agendas conservadoras. Los sermones sobre la familia tradicional, el rechazo al aborto o la crítica a la “ideología de género” encajan perfectamente con la narrativa de ciertas formaciones políticas españolas.

Y ahí aparece la paradoja: partidos que se definen como antiinmigración cortejan discretamente a las comunidades evangélicas, formadas mayoritariamente por personas de origen extranjero. El voto evangélico no se explica solo por afinidades ideológicas, sino por su estructura organizativa. Cada congregación, a menudo independiente, cuenta con un liderazgo fuerte y una notable capacidad para difundir mensajes entre sus miembros. No se trata de directrices explícitas, pero sí de influencias informales, más o menos sutiles, que pueden orientar comportamientos políticos.

La Región de Murcia, por su composición demográfica y su peso agrícola, es un terreno fértil para el proselitismo religioso con tintes políticos, tal y como advirtió hace años el politólogo Francisco Javier López Carvajal.

Andalucía y Madrid: las otras capitales del fervor

Quizá por ello, el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, cultiva desde hace años una “relación personal” con el presidente del Consejo Evangélico de Murcia, Ángel Zapata, con quien se ha reunido en varias ocasiones y ha formalizado un acuerdo que ha permitido que en Murcia se imparta la enseñanza religiosa evangélica en los colegios.

El presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, reunido con el presidente del Consejo Evangélico de la Región de Murcia, Ángel Zapata. CARM

El presidente murciano no oculta su simpatía por este colectivo, del que ha llegado a decir que “si hubiera más evangélicos, Murcia sería mejor”.

López Miras no está solo. En Andalucía, especialmente en Almería y Sevilla, tanto el Partido Popular como Vox han participado en actos con asociaciones de pastores evangélicos, conscientes del peso creciente de este electorado en barrios obreros.

En Madrid, durante la precampaña de las municipales de 2023, el Partido Popular dedicó semanas a visitar iglesias evangélicas. En un acto organizado dos meses antes de las elecciones bajo el lema 'Europa es Hispania', Alberto Núñez Feijóo, Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida —junto a otros dirigentes ‘populares’— fueron bendecidos por la predicadora evangélica Yadira Maestre, que se autodenomina 'apóstol' y es la fundadora del centro 'Cristo Viene', implantada en un barrio obrero del madrileño distrito de Usera.

La reacción de la Iglesia Católica

Frente al laicismo institucional y la desafección de muchos católicos, el evangelismo se presenta como un movimiento vitalista, orgulloso de su fe y con vocación pública.

La jerarquía católica observa el fenómeno con creciente inquietud. Aunque oficialmente se reconoce la libertad religiosa y la cooperación con otras confesiones —el propio Estado español firmó en 1992 un Acuerdo de Cooperación con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE)—, en privado algunos representantes de la Iglesia Católica reconocen sentirse amenazados por la pérdida de fieles, especialmente entre migrantes latinoamericanos.

“El evangelismo avanza donde la Iglesia Católica se ha retirado”, admite un sacerdote lorquino que pide mantenerse en el anonimato. “Quizá no supimos conectar ni acompañar espiritualmente a esa parte de la población, y ahora son otros quienes lo hacen, con un mensaje más simple y emocional”, reconoce.

Para Carlos Malamud, catedrático de Historia de América en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), el sentido de pertenencia explica buena parte del éxito del evangelismo entre la diáspora latina. Frente a una Iglesia Católica percibida como jerárquica y distante, las comunidades evangélicas ofrecen proximidad y participación. Y también “proveen”.

Yoselyn, una vecina de Lorca de 48 años y origen ecuatoriano, explica que en su iglesia pentecostal “el pastor nos ayuda a encontrar trabajo, a arreglar papeles. Gracias a él y a su esposa, no nos sentimos solos”. Y es que los pastores, pero también sus familias, son una parte más de esas redes sociales, en las que están perfectamente integrados. Por el contrario, el obligado celibato de los sacerdotes católicos limita su capacidad de influencia y les aleja de su comunidad.

Un nuevo lobby político

Desde el Vaticano, el desaparecido Papa Francisco advirtió hace años sobre el riesgo inherente a los “sectarismos religiosos” que sustituyen la fe por ideología. Sus palabras no consiguieron frenar la expansión de este fenómeno.

Hoy, en Brasil, la “bancada evangélica” cuenta con más de un centenar de diputados que, en 2019, auparon al líder ultraderechista Jair Bolsonaro a la presidencia de la república; en Colombia, pastores evangélicos fueron clave en el rechazo al acuerdo de paz en 2016 bajo el discurso de que “Jesucristo es el único que puede traer la paz que tanto anhelamos”; y en Argentina, Milei ha integrado pastores en su círculo de confianza, les ha eximido del cumplimiento de trámites legales y les ha hecho beneficiarios de rezagos aduaneros (donaciones de bienes decomisados por la Aduana). Su desembarco en la Casa Rosada no puede entenderse sin el guiño a los sectores cristianos conservadores.

La alianza entre neoliberalismo económico y conservadurismo moral ha demostrado ser políticamente rentable. En ese marco, los evangélicos ofrecen una base disciplinada, movilizada y agradecida por la visibilidad que históricamente les había negado el sistema político tradicional. Aunque formalmente aconfesional, España no es impermeable a esa tendencia.

La paradoja del voto inmigrante conservador

El auge del voto evangélico plantea una contradicción llamativa: inmigrantes que apoyan a partidos que, en teoría, se oponen a la inmigración y les señala como culpables de los grandes males que azotan al país.

Feijóo y Ayuso en el acto 'Europa es hispana' donde intervino la pastora Yadira Maestre. JUAN CARLOS HIDALGO

Pero la paradoja tiene explicación. “No se ven a sí mismos como inmigrantes, sino como trabajadores honrados y creyentes que aportan al país. Y también rechazan al inmigrante 'que no se integra', igual que lo hace el discurso conservador”, apunta Evelyn, estudiante de Sociología en Murcia y nacida en Venezuela.

Una identificación moral, más que étnica, que permite a los partidos de derecha incorporar a segmentos de población extranjera sin modificar su narrativa general y a los inmigrantes votar a políticos abiertamente racistas y xenófobos.

¿Un bloque político emergente?

Por ahora, el voto evangélico no constituye un bloque uniforme ni en la Región de Murcia ni en España. No existe un partido confesional ni una federación política unificada. Pero su influencia sí se deja sentir en la agenda pública: aborto, educación sexual, matrimonio igualitario o derechos LGTBI vuelven al debate con un lenguaje cercano al de las iglesias pentecostales latinoamericanas.

Y Murcia, por su densidad evangélica y su estructura económica, podría convertirse en el epicentro de un nuevo actor político-religioso. En municipios donde los márgenes electorales son estrechos, unos cientos de votos organizados pueden inclinar la balanza.

De momento, ya existe un precedente, el de Franklin Lenin, el primer aspirante latino a una alcaldía murciana, la de Lorca, en las elecciones municipales de 2023. Lo hizo al frente del partido Valores, de corte “humanista-cristiano” e integrado por numerosos exmilitantes de Vox. No obtuvo representación en el Pleno municipal.

Fe, identidad y poder

El avance del evangelismo político interpela a la izquierda española que, tradicionalmente, ha ignorado o desdeñado las expresiones religiosas populares. “Si no se entiende la fe como una dimensión cultural legítima, se deja libre un espacio que la derecha sabe aprovechar”, advierte un exalcalde socialista de un municipio murciano.

En la Región de Murcia el fenómeno se encuentra todavía en una fase inicial, pero su tendencia es clara: más templos, más redes, más visibilidad pública, más poder electoral. Y hay un número creciente de fieles que, en mayo de 2027, acudirán a las urnas convencidos de que su voto no solo servirá para elegir un alcalde o una alcaldesa, sino para defender unas creencias, un modo de vida.

Y en esa frontera difusa entre la fe y la política, la Región de Murcia se convierte en el espejo de un país que empieza a descubrir la influencia del voto evangélico.

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