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La ley de Extranjería pone en peligro el reagrupamiento en Navarra de tres hermanos ucranianos separados hace diez años

Daniil con Amaia, Eva, Unai y Javier tras el reencuentro

Rodrigo Saiz

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Los procesos burocráticos por los que tiene que pasar un refugiado político para poder empezar a trabajar en España son largos y tediosos, y pueden impedir que tres hermanos ucranianos que fueron separados cuando eran pequeños se reagrupen más de diez años después. Están intentando por todos los medios que no sea así una familia navarra, que hace diez años adoptó a dos de ellos y que ahora busca el apoyo de las instituciones para que no se vuelvan a separar. La familia recibe en su casa a este periódico para contar toda esta historia desde su origen y los planes que tienen para que los tres hermanos puedan seguir estando juntos.

Hace 11 años Javier y Eva, una pareja navarra que residía en la localidad de Zubiri, emprendieron un viaje a Ucrania. Un viaje muy especial, no de turismo, sino para adoptar y traerse consigo a Navarra a sus dos hijos, Amaia y Unai, que hoy tienen 17 y 18 años, respectivamente. En los planes iniciales de esta pareja no estaba traerse solo a estos dos hermanos, que por entonces tenían 5 y 6 años, sino también a un tercero que estaba en otro orfanato de la ciudad de Zaporozhye, en la frontera de Ucrania con Rusia, de donde son naturales los tres. Les fue imposible adoptar también a Daniil, por lo que la familia se separó. “En el papel de adopción figuraba que tenían otro hermano e intentamos adoptarle también, pero fue imposible porque estaba en otro orfanato ya que la política de adopciones ucraniana separa a los hermanos si hay mucha diferencia de edad, y ellos se llevan 10 años. Además, el caso de Daniil era especial, los padres aún estaban en contacto con él y de vez en cuando salía del orfanato para ir a su casa”.

Sin poder hacer nada Javier y Eva volvieron a Zubiri con Unai y Amaia que se criaron en Zubiri y posteriormente en Villava como dos niños navarros más. Cuentan sus padres que a los dos meses ya hablaban y entendían bien el castellano y que además aprendieron euskera en el colegio. Eso sí, el ucraniano lo fueron olvidando con el paso del tiempo. “Los niños adoptados bloquean en el cerebro partes de su pasado”, relata Javier, que añade: “Hoy solo se acuerdan de algunos números y poco más”.

Pese a la felicidad de este matrimonio de criar a sus dos hijos y ver lo bien que estaban creciendo en Navarra, Javier y Eva aseguran que nunca dejaron de pensar en Daniil. “De vez en cuando nos preguntábamos: ¿Dónde estará? ¿Estará bien?”. Esas preguntas sin respuesta les llevaron a intentar localizarlo hace cinco años. Tras varias búsquedas por internet dieron con una web de adoptantes en Ucranaia en la que una chica se ofrecía de forma voluntaria a buscar familiares de niños que hubieran sido adoptados. Javier y Eva no lo dudaron y le pasaron los datos para que intentase localizarlo. Y así fue, lo encontró, estaba estudiando Ingeniería industrial en la universidad. “La Policía fue a buscarlo a clase diciéndole que le estaban buscando y se asustó, nos ha contado, pero ya le dijeron que eran sus hermanos, y no se lo podía creer”.

“Desde entonces estuvimos hablando por Skype usando el traductor [se ríen], pero Amaia y Unai estaban encantados de poder verle, tenían algún recuerdo de él y les hacía mucha ilusión”, recuerdan. Además de hablar con frecuencia, Javier y Eva ayudaban a Daniil a cubrir algunos de sus gastos. “Allí trabajaba en negro y solo cobraba 300 euros con los que apenas daba para pagar el alquiler”.

Tras varios años hablando a través de Skype, aprovechando las vacaciones de Semana Santa del año pasado viajaron hasta Ucrania para formalizar el reencuentro de los tres hermanos. “A nosotros nos hubiera gustado ir antes, pero Amaia y Unai no querían ir, aún les generaba rechazo volver a su país de origen y quisimos respetarlo, decidimos que fueran ellos los que nos dijeran cuándo ir”, cuenta Eva. “Fue muy especial para nosotros conocerlo y para ellos volver a verlo después de diez años separados. Además, fuimos a visitar el orfanato en el que habían estado, vieron a las cuidadoras que se acordaban mucho de ellos”.

Tras la gran experiencia en Ucrania y con ganas de volver a verse, invitaron a Daniil a pasar los Sanfermines en su casa en los días más especiales para cualquier navarro. “A Daniil le encantó Villava y todo el ambiente festivo que se genera en torno a las fiestas, además conoció a los amigos de Amaia y Unai y se lo pasaron en grande”, indica Eva. Daniil se tuvo que volver a Ucrania, pero el vínculo que se había creado entre esta familia y él ya era mucho mayor.

A finales de octubre en una conversación telefónica, Daniil les contó a Javier y Eva que le iban a echar del trabajo y que se quedaba “en la calle”. “En Zaporozhye quedarse en la calle es muy peligroso, es una ciudad con mucha delincuencia y con mucha tensión desde que se inició la guerra con Rusia -2014-. Su vida corría peligro”, narra Javier. Por eso decidieron traérselo a Villava y acogerlo en su casa.

Daniil lleva ya ya dos meses y medio en Navarra viviendo con su familia en Villava, donde está empadronado y donde ya se le conoce como Daniel. Llegó con permiso de turista, pero al poco de llegar solicitó el estatus de refugiado político. Ahora a la espera de la primera entrevista para que se lo concedan está intentado conseguir un trabajo, sin embargo se topa con las trabas burocráticas de la actual legislación estatal en materia de extranjería que le impiden trabajar a pesar de tener una oferta de empleo en una carnicería de Zubiri. “No le dejan trabajar en la carnicería a pesar de que es el único interesado en el puesto, la oferta estuvo en el INEM durante tres semanas y semanas aplicó. Pero hasta dentro de un año y medio siendo refugiado no puede trabajar”, critica Juan, que apostilla: “Por culpa de todas esas trabas la plaza en la carnicería sigue vacante y él no puede hacer nada, podría tener ya un visado de trabajo y estar cotizando”.

Daniil solo quiere trabajar para poder labrarse un futuro aquí en España, donde hay más oportunidades que en Ucrania. Intenta también validar sus estudios de Ingeniería para tener más opciones, pero los procesos de la ley de Extranjería son largos y la espera se hace interminable. “Él se siente incómodo aquí sin hacer nada porque al final nos conoce desde hace poco y nos dice que si no puede trabajar que se irá, lo que supondría una gran pena para sus hermanos ahora que se han vuelto a encontrar”.

Reunión con el consejero de Políticas Migratorias

El consejero de Políticas Migratorias del Gobierno de Navarra, Eduardo Santos, les ha mostrado el respaldo de la administración foral al tiempo que desde la Sección de Acogida de dicha dirección general se les han ofrecido algunas alternativas posibles en este periplo legal.

Eduardo Santos señalaba tras la primera reunión con ellos que “la legislación debe ser flexible y humana, y tener en cuenta que hay casos como este en el que las trabas burocráticas están impidiendo lo que cualquier persona entendería como lógico y normal”. “Deseo toda la suerte a Daniel y a su familia en este intento de forjarse un futuro, aportar el máximo al bien común de Navarra y compartir su tiempo con la que, a todas luces, es su familia”,señalaba.

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