Crear vida en el desierto
“Las mujeres saharauis estaban encantadas de participar en la película. Y, si ellas querían, salían. Los hombres aquí no pintaban nada; lo decidían ellas”. La directora del documental Coría y el mar (2014), Diana Nava (Pamplona, 1979), resume de esta forma la colaboración que encontró entre las mujeres saharauis para hacer realidad este largo en el que retrata esta lucha en femenino por hacer realidad la vida en el desierto. Mientras los hombres iban a la guerra, en un conflicto que se prolonga ya 40 años, fueron las mujeres las que construyeron los campamentos de refugiados y, como reza el tagline de la película, fueron capaces de “crear vida en la nada”. Es parte de esa pelea la que se refleja en la película, que este 10 de junio se estrena en Pamplona como parte de la 29 Muestra Internacional de Cine y Mujer, organizada por Ipes Elkartea y los cines Golem.
Coría y el mar, aunque se presente como una mezcla de documental y ficción, reserva únicamente esa parte irreal para recrear los sueños de Coría, una niña de 11 años (cuando terminó la película, tenía 15), que sueña con un mar, el del Sahara Occidental, del que la separan 2.000 kilómetros. Coría es una de las protagonistas de la película, una de las chicas que vive en un campamento en Argelia (la mayoría del rodaje se desarrolló en el campamento de Dajna, aunque además se captaron imágenes de recurso en Smara) que, entre otras, también cuenta la historia de Mamía, una mujer de 60 años (en los campamentos la esperanza de vida suele rondar los 53) que sigue trabajando como educadora de una escuela de educación especial; o la de la farmacéutica Salka, que aprendió de su abuela, una curandera, cómo emplear también la medicina natural; la de Fatma, una de las tres mujeres conductoras en un campamento de miles de personas; y la de Rabu, una médico que ahora reside en Vitoria.
Para seleccionar estas historias, Nava, habitual directora de casting, realizó entrevistas a unas 80 mujeres; e insiste en que el resultado son historias reales, de mujeres que la dejaron “maravillada” por su capacidad de adaptación a una situación más que difícil, pero sobre todo por su “dignidad” a pesar de “la causa que arrastran”.
Para Nava, este es su proyecto más personal, y su debut en el largometraje, después de realizar seis mediometrajes (como, por ejemplo, A cada lado, sobre reclusos con discapacidad intelectual, o El cielo era el techo, sobre ocio inclusivo para personas con discapacidad intelectual), siempre documentales y vinculados a colectivos en peligro de exclusión. La idea de rodar esta historia surgió después de que Nava, en 2010, participara en el festival de cine del Sahara (FiSahara) rodando cortos con adolescentes saharauis y con otros jóvenes llegados de Castilla La Mancha y se alojara, durante ese periodo, con una familia local con tres hermanas de diferentes edades. De ellas, solo una hablaba castellano y, pese a esos aparentes problemas de comunicación, la realizadora se quedó con la sensación de que debía contar esas historias, las de esas mujeres que, según expresa, “poco tienen que ver con los estereotipos que tenemos de mujeres árabes y musulmanas”. Porque, como explica Nava, durante 18 años fueron ellas las que sacaron adelante los campamentos sin los hombres y, ahora, las nietas de aquellas mujeres vuelven a dar pasos hacia la igualdad de género.
De Pamplona a Argentina y Uruguay
Con todo, no fue hasta el verano de 2013 cuando el equipo, encabezado por la productora y montadora Ainara Pagola y la propia Nava, que ejerció de directora, guionista y también de productora, logró el apoyo económico suficiente para hacer realidad esa película. Nava lo atribuye a las dudas por la cuestión política de fondo (la antigua colonia española ahora repartida entre Marruecos y Mauritania) y por abordar una temática femenina, que “son dos cuestiones minoritarias y poco interesantes para la venta de películas”.
No obstante, en noviembre de 2014 finalizaron el montaje y ahora ya se puede ver en diferentes festivales. Por ejemplo, este miércoles visita Pamplona y, después, viajará hasta Argentina o Uruguay, a ciclos centrados en los Derechos Humanos. Que llegue a estrenarse en las salas parece un objetivo complicado, pero Nava reconoce que lo importante ahora es que el largo se vea; y, cuanto más, mejor. Ese es el premio al trabajo realizado, y su homenaje a unas mujeres empeñadas en “luchar por sus derechos”.