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Miedo, angustia y culpa: cómo se vive un embarazo deseado tras sufrir un aborto

Una madre con su bebé.

Rubén Regalado

40 semanas. Nueve meses. Ciática, náuseas, mareos, lumbago, ansiedad, estrés… Y al final un parto. O no. Miles de mujeres pierden cada año a su bebé en España y muchas de ellas volverán a quedarse embarazadas. Sin embargo no hay estudios o protocolos en la sanidad pública para afrontar esa gestación. Nadie les cuenta a las mujeres qué esperar en ese embarazo. Nadie habla de los miedos o sentimientos de culpa que pueden aparecer. “El aborto sigue siendo tabú, cuando les pregunto en la consulta, muchas mujeres cuentan que no pueden hablarlo ni con la familia, que muchas veces no las comprenden y les piden mirar hacia delante”, dice Marta Bernárdez, que trabaja como matrona independiente en Galicia desde 2012

María ha pasado por ese proceso. Tiene 39 años y tres hijos. El más pequeño, Luis, nació en 2017, dos años después de que Mai muriera antes de nacer. Ocurrió el 3 de marzo de 2015, a las 40 semanas de embarazo tras un prolapso del cordón umbilical. Cuando María llegó al hospital y le practicaron la cesárea ya era tarde, la pequeña Mai estaba muerta. Pesaba 3,5 kilos.

Cuando aún tenía a su hija muerta en brazos decidió que no quería olvidarla y le hizo unas fotos “es muy importante porque es lo único que vas a tener. Si no le haces fotos ya nunca las tendrás. Y después, en el proceso de duelo, te hace falta tocar algo, a mi me fue de mucha ayuda”.

En el caso de María, el duelo duró un año, “yo no me veía en el cumpleaños de la niña embarazada otra vez. Pasado el año, cerramos esa etapa y  pude estar abierta a recibir otro bebé”. Para Jessica Rodríguez, psicóloga perinatal, acertó: “Cuando se pierde a un bebé es muy importante tomarse un tiempo aunque el entorno te diga lo contrario. A veces es el médico el que te dice enseguida que ya te puedes quedar embarazada y eso crea angustia en las mujeres. Si no se resuelve bien el duelo, el siguiente embarazo será más difícil”.

Escalar el dolor

No todas las mujeres necesitan el mismo tiempo ni superan la pérdida de la misma forma, en el proceso de duelo influyen muchos factores. Según Rodríguez, “a veces se minimiza cuando la pérdida es temprana. Si el embarazo está avanzado ya habrás visto al bebé en ecografías, te habrás creado una imagen, tendrás sus cosas preparadas… pero con pérdidas muy tempranas el dolor puede ser inmenso”.

Lo mismo piensa María, pese a que su bebé murió cuando el embarazo estaba a punto de terminar, considera que una pérdida temprana también puede ser terrible. “El duelo es por la vida que tenías planificada para el hijo, por lo que no vas a tener y que deberías tener y por el vínculo que has llegado a hacer”, afirma.

La culpa

Tras el duelo, cuando llega el siguiente embarazo, pueden aparecer la incertidumbre, el miedo y la culpa. “Es normal”, afirma Jessica Rodríguez, “muchas mujeres piensan que, si quieren al nuevo bebé abandonan en parte al que perdieron, hay un sentimiento de culpa al que se une al miedo a que vuelva a ocurrir lo mismo”.

Así lo vivió Azahara. Con 32 años le detectaron una malformación grave en el feto en la semana 20 de gestación. Decidió abortar. Tardó seis meses en volver a quedarse embarazada y el miedo marcó los primeros meses: “Estaba muy obsesionada con que si pasaba algo me lo vieran antes. Contraté un seguro privado y me hice todas las pruebas del embarazo por partida doble, en lo público y en lo privado”.

Es lo que las especialistas llaman “la pérdida de la inocencia”. Lo ha visto muchas veces la matrona Marta Bernárdez: “Una mujer embarazada está feliz y no se plantea que, de verdad, puede pasarle algo a su bebé. Va a las ecografías con la familia porque están embarazadas y todo va bien. Sin embargo la mujer con una pérdida gestacional es consciente de que en cualquier momento algo se puede torcer. Vivir nueve meses con esa angustia es muy duro”.

Así fue para María, “el problema es que tú cuando estás embarazada siempre tienes miedo de que pase algo, pero es algo, no es nada concreto. Pero ahora ya sabes de verdad lo que puede pasar, ya tienes un miedo concreto. Ya no es una suposición, ahora ya sabes lo que hay, sabes que te puede volver a pasar”.

La dificultad de conectar

Esa angustia y ese miedo tienen consecuencias de cara a la relación con el feto. “Conectar con el bebé tras una pérdida cuesta mucho: hay miedos, angustias… Hay mujeres que entran en un bucle: cada vez se sienten peor por no conectar y eso a su vez les impide conectar con su hijo”, cuenta Jessica Rodríguez.

Le pasó a María tras haber abortado en la semana 40. “En el siguiente embarazo no notaba moverse al bebé. No notaba nada de nada. Incluso fui al ginecólogo convencida de que estaba muerto. Era un mecanismo de autodefensa, pensaba que era mejor no vincularme mucho por si acaso”.

Y le pasó a Azahara, “en el primer embarazo me fui a las rebajas y me gasté casi 100 euros en Zara comprando ropa. Cuando aborté, tuve que ir a devolverla y esperar a que lo alarmasen todo, prenda a prenda… fue horrible así que en el segundo embarazo no quería que nadie me regalase nada. Hay una ilusión porque quieres tener un hijo pero tienes toda las cautelas. Intentas no encariñarte, piensas: sí, bueno, estoy embarazada pero a ver qué pasa al final. Mi madre llegó a decirme: eres injusta con este niño, no le das las ganas del primero”, recuerda Azahara.

Bienestar mental

¿Y qué hace el sistema público de salud para ayudar a estas mujeres a superar el miedo, la culpa o la angustia? Nada, o prácticamente nada; no hay protocolos para tratar de forma diferenciada un embarazo que llega tras una pérdida. Como mucho, cuenta Marta Bernárdez, “se lleva el embarazo por alto riesgo. Eso sólo incluye más ecografías, no un control psicológico de la madre y la comunicación es clave en un embarazo”, sigue Bernárdez, “hay una invisibilización de la mujer, se controla que el bebé esté bien y se olvida a a la madre”.

Ese aumento de pruebas es médicamente positivo pero mentalmente puede ser muy duro para la madre. La psicóloga Jessica Rodríguez ha atendido a mujeres a las que le han dicho “que no había latido en la misma camilla de la ecografía. Eso te marca de tal forma que en el siguiente embarazo, cada vez que vayas a una ecografía recuerdes el momento en el que te dijeron que tu bebé había muerto”.

De hecho, las circunstancias en las que se haya producido el primer aborto marcan mucho el siguiente embarazo. La mayor parte de las mujeres cuentan que cuando se pasa la frontera en la que se perdió al primer bebé, el embarazo mejora. Sin embargo, si la pérdida fue muy avanzada, como en el caso de María, el sufrimiento se alarga hasta el parto.

“Había veces en las que no sabía si estaba con este embarazo o con el anterior. Me sentía en un callejón sin salida, el bebé tenía que nacer y yo tenía que estar allí”, recuerda María. “A veces pensaba: que me duerman y me lo quiten… no quiero pasar por el parto. No quería llegar a la semana 40. Recordaba como la niña estaba bien y de repente dejó de estarlo. Llegué a pensar que me iba morir. Se ha muerto la niña y ahora me voy a morir yo”.  

Los miedos no se materializaron y justo dos años después de la muerte de Mai, nació Luis. Pero la angustia tardó un poco aún en desaparecer. María “estaba contenta porque el niño estaba vivo pero enseguida me quedé en shock, no lo asimilé. Los primeros días tenía confusión, sabía que era mi niño pero a veces pensaba que era la niña que murió, era muy raro”.

La importancia de compartir

Cuando se recuperó, María decidió que quería ayudar a otras mujeres que pasaran por lo mismo. Ha abierto un grupo en Facebook y un blog donde las mujeres pueden compartir sus experiencias al perder un bebé o ante un nuevo embarazo. No es la única, cada vez hay más páginas de este tipo: 'Madres en duelo', el colectivo 'Umamamita' o 'El parto es nuestro' son la prueba de que la sororidad funciona. “Hacer redes con mujeres que han pasado por lo mismo, que te ayuden a entenderlo es ideal” confirma la psicóloga Jessica Rodríguez.

“Cuando se te muere un bebé eres consciente de que los bebés mueren. Es algo que sabes, pero que no interiorizas hasta que te pasa. Por eso es importante que se le comunique a la mujer que es normal que tenga miedos, que es normal no ilusionarse, que es normal tener sentimiento de culpa... Que se dé tiempo al duelo, que no se dejen influir por la presión social de enamorarse del embarazo y de vincularse con el bebé. Todo esto hay que hablarlo”, concluye Rodríguez.

Lo confirma Marta, ella aún sigue en el proceso. Está embarazada de 38 semanas tras sufrir dos abortos, uno en la segunda semana y otro en la semana 12. “Es un poco lo mismo que ha pasado con el #MeToo, cuando he contado que había tenido un aborto, en diferentes ámbitos, siempre hay mujeres que me responden: yo también”.

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