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“Odio las Navidades desde que soy madre”: mujeres agotadas por la carga de trabajo durante las fiestas

Sarah Jessica Parker en 'The Family Stone'.

Lucía M. Quiroga

17 de diciembre de 2025 22:05 h

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“¿Sabéis cuál es el secreto para hacer la Navidad tan especial? Las mamás trabajando como locas. Cocinando, envolviendo y haciendo compras. Siendo como una gran bola de estrés desde noviembre hasta final de año”. Así comienza la película La Navidad de las madres rebeldes (2017), una comedia ligera que pone el foco en la sobrecarga de tareas que se produce en esta época del año, habitualmente asumidas por las mujeres de la familia, madres y abuelas.

Organizar comidas, cenas y viajes; preparar y decorar la casa; conciliar durante las vacaciones escolares sin medidas reales para hacerlo; pensar, comprar y envolver regalos para toda la familia; y más recientemente, coordinar actividades navideñas especiales, como la visita a casa cada noche de un elfo que hace trastadas o un calendario de adviento de actividades infantiles especiales. 

“Es que solo de pensar en todo lo que hay que hacer ya me agobio, yo odio las Navidades desde que soy madre”, explica Guadalupe López, que tiene una hija de 12 años y un hijo de cinco. “Yo me iría de viaje a Canarias sola el día 23 de diciembre y volvería el 7 de enero”, bromea, pero aclara que “no es tanta broma”. “A mí antes me encantaba la Navidad, cuando era niña y joven, pero cuando tuve hijos y empecé a asumir todas las responsabilidades que conlleva, dejó de gustarme. Estas fechas suponen mucha carga añadida a las que ya tenemos habitualmente en nuestra vida diaria. Y cuando hablo con mis amigas o con las mujeres de mi familia, tías y abuelas, creo que estamos todas igual. Resulta que a ninguna nos gusta”, reflexiona Guadalupe. 

A mí antes me encantaba la Navidad, cuando era niña y joven, pero cuando tuve hijos y empecé a asumir todas las responsabilidades que conlleva, dejó de gustarme

Guadalupe López madre

Aunque no existen datos específicos para estas fechas del año, un estudio a nivel europeo de Make Mothers Matter señala que el 78% de las madres españolas declaran sentirse sobrecargadas. Un dato semejante al presentado recientemente por Malasmadres: el 86% de las mujeres que conviven en pareja asume la principal responsabilidad de la organización familiar y la carga mental. Y a esa saturación se suman en Navidades todas las actividades especiales que hay que pensar, poner en marcha y coordinar. 

La abogada de familia especializada en conciliación Aida Casanova confirma esta sobrecarga navideña: “En muchísimos hogares, las mujeres y madres siguen siendo las encargadas de sostener el bienestar emocional de la familia. Y esto, en Navidad, se traduce en una carga mental aún mayor que en cualquier otra época del año. Por un lado está la organización logística: decidir qué regalos llegan a cada casa y a cada familiar, ayudar a preparar las cartas de los Reyes Magos y Papá Noel, encargarse de compras, comidas y cenas navideñas… todo suma. A esto se une la gestión emocional: mantener las tradiciones, crear magia para los niños, preparar calendarios de adviento y ahora también las famosas travesuras de los elfos, que generan ilusión pero también nuevas tareas que, en la mayoría de casos, recaen sobre las madres”, asegura Casanova.

Todo ello en una época en que la conciliación se complica, tal y como explica la abogada: “A todo este cóctel se suma que los niños no tienen colegio, pero madres y padres trabajan la mayoría de días, por lo que la conciliación se vuelve casi inexistente”. Y añade un último factor: “Por si fuera poco, durante las Navidades hay una tensión añadida: muchas comidas familiares, suegros, cuñados, niños que duermen menos… ”. El cóctel perfecto para una “sobrecarga total”. 

El caso de María, con un niño de cinco años y un hijo adolescente de su pareja, ilustra bien esta saturación, en su caso especialmente relacionada con la coordinación de los regalos. “Es el número uno de mis agobios. Compro o coordino lo que tienen que comprar todos los familiares, tanto los míos como los de mi pareja. Los de mis padres, los de mis suegros, los de mis cuñados, los de mi hermana y los nuestros propios. Tengo que pensar en que no se repitan, que no sean enormes, que sean algo educativos, que tengan algo de lo que hay en la carta en cada casa para que todos se sientan bien… Llego al día de Reyes completamente desfondada”, asegura. 

Las fiestas se sostienen gracias al trabajo invisible de mujeres: madres y abuelas que organizan comidas, mantienen tradiciones y cargan con el 'backstage' emocional y logístico, con nulo o escaso reconocimiento

Iliana París Iliana Paríspsicóloga perinatal

La psicóloga perinatal Iliana París señala la falta de corresponsabilidad en estas tareas: “Las fiestas se sostienen gracias al trabajo invisible de mujeres: madres y abuelas que organizan comidas, mantienen tradiciones y cargan con el backstage emocional y logístico, con nulo o escaso reconocimiento. La corresponsabilidad aún es muy baja. Basta observar quién se levanta de la mesa o quién coordina todo para ver lo arraigados que siguen los roles de género”, asegura la psicóloga. Y lanza una reflexión en este sentido: “Aunque los personajes simbólicos sean Papá Noel, los Reyes, el Olentzero, el Tió, la realidad es que quienes piensan, elaboran listas, gestionan a la familia, compran, esconden, envuelven y sostienen la magia suelen ser las mujeres”, explica. 

También el más reciente y famoso elfo navideño es un personaje masculino que suele tener detrás a una madre. La tradición es relativamente nueva y se basa en “the elf on the shelf”, una costumbre estadounidense que consiste en que, desde el 1 al 25 de diciembre, un elfo imaginario visita las casas cada noche y hace una pequeña broma: se baña en la bañera, se disfraza, pinta las paredes, se come cosas de la nevera… En los últimos años ha proliferado mucho en España, con diferentes versiones y grados de complejidad. Y es tendencia en redes sociales mostrar a diario las trastadas del personaje.

El elfo visita a diario la casa y el aula de Katia, profesora y madre de tres hijos. Ella se encarga de pensar, ejecutar y limpiar después las trastadas que se le ocurren. “Al principio me hacía mucha gracia verles a los niños y niñas las caras de ilusión, tanto a mis hijos como a mis alumnos. Pero con el paso del tiempo se ha convertido en una carga más. Llego a la noche agotada y tengo que ponerme a pensar qué va a hacer el dichoso elfo en casa, le estoy hasta cogiendo manía. También me he animado a hacer el calendario de adviento de actividades especiales: un día desayunamos tortitas, otro día nos disfrazamos, o les preparo un vídeo con IA donde aparecen con su elfo o con los Reyes Magos…. Y además es que cada vez empieza todo antes: es pasar Halloween y ya entramos en modo navideño. En el fondo, creo que es una exigencia más que nos ponemos nosotras mismas. No hace falta tanta parafernalia para disfrutar de las fiestas en familia”, asegura.

Las abuelas y la cocina 

Tanto María como Guadalupe, las madres de niños pequeños, reconocen que hay una tarea de la que se libran en Navidad: las comidas y las cenas. “Para ser justa, voy casi a mesa puesta. Pero sí veo a mi madre y a mi suegra pensando menús, comprando y cocinando desde hace días”, reconoce María. Guadalupe coincide con ella: “Comidas y cenas son cosa de mi madre y de mi suegra”, asegura.

Carmen tiene 70 años y está jubilada. Es madre de tres hijos y abuela de cuatro nietos de 14, 16, 6 y 4 años. “Mis Navidades son, como las de muchas abuelas de mi edad, una mezcla de sentimientos encontrados. Por un lado me encanta reunir a la familia, pero por otro me aterroriza la carga extra de trabajo que suponen estas fechas. Sobre todo para nosotras, las mujeres, que por mucho que avancen los tiempos, somos las que tiramos del carro a la hora diseñar los menús navideños y organizar las comidas y cenas”, explica. Ella identifica además una cierta herencia familiar en este tema. “Durante estos días me acuerdo mucho de mi madre, porque la mujer no paraba. Además de preparar la casa y la comida, se quedaba con sus 13 nietos para que los jóvenes pudiéramos salir de compras de Reyes, o a alguna fiesta con amigos. Nunca se negaba a nada, por muy cansada que estuviera. Los roles se repiten y ahora soy yo la que ando de cabeza”, reconoce. 

Es un modelo muy arraigado, aunque cada vez vemos más hogares donde esta dinámica empieza a cambiar

Aida Casanova abogada

Su amiga Isabel, también madre y abuela, coincide en la sensación de ambivalencia. Parte de su familia vive fuera, así que se instalan en su casa para pasar las fiestas. “Por un lado estoy encantada de que vengan todos. Somos muy felices y nos reímos mucho. Pero, por otro lado, hay toda una serie de preparativos que me agobian, me agotan y me desesperan”, asegura. Lo que más le carga es comprar los regalos y preparar la casa para recibirles. “Antes de su llegada hay que adornar todo, porque si no [los niños] se extrañan de que no hayas puesto iluminación, decoración, ni árbol. Si no vinieran, yo pasaría de todo eso. Y luego, cuando están, tenemos que repartir el tiempo entre la casa, la cocina, salir y el rollo de los regalos, que eso es lo que más me agobia. Cuando se van pienso en todo lo que he trabajado y me desfondo, aunque creo que ha merecido la pena”.

La abogada Aida Casanova también señala el papel de las abuelas. “Son ellas las que siguen responsabilizándose de las comidas navideñas porque, tradicionalmente, la cocina y la organización doméstica recaían sobre las mujeres. Es un modelo muy arraigado, aunque cada vez vemos más hogares donde esta dinámica empieza a cambiar”, cuenta con cierta esperanza. La psicóloga perinatal Iliana París señala que, aunque sí se dan ciertos avances en el reparto de tareas, “la corresponsabilidad aún es muy baja”. “Basta observar quién se levanta de la mesa o quién coordina todo para ver lo arraigados que siguen los roles de género”, ejemplifica París.

Mientras que Guadalupe sigue fantaseando con escaparse de viaje sola y regresar cuando todo haya pasado, Aida Casanova reconoce que, aunque las mujeres de la familia se esfuercen por mantener un ambiente “de magia e ilusión”, “en algunos casos tienen ganas de esconderse en el baño un momento para respirar”. Carmen, la madre y abuela de este reportaje, ya sueña con el final. “En el fondo, no deja de alegrarme que la Navidad se acabe y que todo vuelva a la rutina”, confiesa.

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