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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Sobre el control

Perro y rebaño.

Marcos Díez

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A algunas personas les pasa que hacen con la gente lo que algunos hacen con las mascotas. Siéntate, plas, traeme la pelotita. Quieren sentirse dueños de los otros, muchas veces sin darse cuenta, a través del control de su comportamiento. Todos somos un poco controladores según cuándo y con quién. Cuando nos ponemos en modo controlador somos un poco como los perros que cuidan el rebaño. Ladrido por aquí, mordisquito por allí, castigo por allá. Y poco a poco la oveja va a donde el perro le dice que vaya y ya no hace falta que el perro enseñe los dientes o los hinque en su carne porque la oveja ha aprendido que al perro es mejor no enfadarlo. Es más difícil controlar a una persona que a una oveja. Pero no mucho más difícil. Controlar no es muy complicado, si lo saben hacer hasta los perros. De hecho, conozco casos de personas que son dominadas por sus perros, que ejercen sobre sus dueños un control férreo y los dueños no se dan ni cuenta y no es que les acaben llevando en la boca el periódico a sus canes, pero casi.

Las técnicas de control son muy variadas. Están las personas que controlan en plan pastor eléctrico. Cada vez que haces lo que ellas no esperan te sacuden una descarga. Zas, zas, zas. Hasta que te limitas a moverte por las zonas que ellos han delimitado para ti. Este tipo de control, siendo muy aparatoso, es el más inofensivo porque es transparente, claro, fácil de ver y de desactivar. Sólo hay que vencer el miedo al castigo. Es el control más primitivo, más básico, más animal.

A medida que crece la inteligencia y la habilidades del controlador, más sofisticados se vuelven los métodos para controlar al otro sin que se note demasiado que lo están haciendo. La ambigüedad es una de las claves de la manipulación. El control más perverso se mueve en el terreno de las sutilezas, no de los ladridos. Es mucho peor el control que se trata de ejercer a través de la aparente delicadeza, sin alzar la voz. El chantaje emocional es una de las peores formas de control porque el controlador traslada de forma ambigua a la persona que quiere controlar la responsabilidad de su bienestar pero nunca se lo llega a decir de forma clara.

¿Quién no ha puesto una mala cara cuando el otro no ha hecho lo que queríamos y cuando nos han preguntado si nos pasaba algo hemos respondido, “todo bien”? Los castigos son sutiles, un tanto indemostrables, pero coartan la libertad de la persona controlada y la llenan de culpa. Porque la persona que es controlada tiene como gran defecto que quiere ser aceptado, querido. Querer caer bien a toda costa es un problema mayúsculo y abre la puerta a la peor forma de control, aquella que casi no se ve y no se huele, como el monóxido de carbono, pero que a fuerza de respirarla te va poco a poco asfixiando.

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