El corsé

Quietos todos. No lo dice nadie. Nadie lo verbaliza, que diría una amiga que trata con sindicatos y aprende palabras cada día. No lo pone en ningún cartel pero se respira, se siente en el ambiente, está impreso en el disco duro de algunas cabezas que no saben qué es un disco duro.

Ja. Lecciones le íbamos a dar al Alfonso Guerra el de 'el que se mueva no sale en la foto'. Aquí, al que levante la mano o saque la cabeza, se la cortan. O se intenta.

Todo vale para mantener el control social. Existe un orden establecido. ¿Por quién? No sé, así se ha hecho toda la vida y no vamos a consentir que cambie porque lo digan cuatro mequetrefes. Advenedizos, el tesoro es mío. ¿El cofre vale tanto? No, o sí. No hablemos de cosas tan ordinarias como el dinero. Quizá no sea un provecho real. Es el valor de la apariencia. Es el peso de la escena. Salgo en la foto. Tengo influencia.

A lo mejor tiene que ver con el tamaño. Somos pocos, nos conocemos muchos. Si no sabes con quién estás hablando, lo aprendes. Nada explica por qué empresarios y empresarias o viceversa, federaciones de fútbol, de automovilismo, periodistas, asociaciones de madres y padres, procuradores -tan serios ellos- acaben a la greña. Las mujeres con negocios -femenino y poder, lo peor- son las últimas que me han arrojado a expresar la idea: el corsé. ¿Por qué vamos a deshacernos de esa prenda que ha torturado y estilizado por igual la figura durante siglos?

La culpa siempre la tiene un grupete de díscolos que van un día, se reúnen, hablan y tienen una ocurrencia: las cosas se pueden hacer de otra manera. Y los bribones creen que lo pueden hacer mejor. ¡Qué osadía! No pretenderán que les dejemos las riendas. ¿Eso de las elecciones no era solo para la política y bajo supervisión? A quién se le ocurre presentar candidaturas alternativas. ¿Para qué? Si esto funciona estupendamente. No hay nada más que liantes. Reclamar es de raqueros. Lo que se ha llevado aquí siempre -toda la vida- han sido los discretos pellizcos que nadie ve pero que anda cómo duelen. De confrontaciones, nada. No insistas. Ah, ¿que quieres problemas? Espera que saco los estatutos y los interpreto. Y prepárate, que mis sicarios van a escupir más tinta que el calamar del Pesquero. No hay cómo aprender de algunos congresos políticos. El poder está en el censo.

Si la cosa llega a mayores y si se pierden unas elecciones, se convocan otras, menos en política. En ese caso no vale la repetición, y eso que una petición ya vivimos. No viene en los estatutos. Cachis.

Crucemos los dedos para que en mayo no haya cambios en el Ayuntamiento de Santander. ¡Oh, my God! Bueno, si de Dios depende seguro que no hay novedades de color político, que ese siempre ha sido muy conservador.

Esta ciudad, esta región, no mira al mar. Aquí, el Cantábrico nos mira a nosotros. Una idea gratis para una campaña de promoción turística: '¡Cantabria, donde los herederos de Altamira siguen llevando corsé!' Oh, cielos. Me acabo de dar cuenta de que esto es un medio de comunicación nuevo. ¿Qué hago aquí? Voy corriendo a apuntarme al Ateneo.