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Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

También el sol

La aportación de las energías renovables al PIB cayó un 22% en 2014, hasta los 7.387 millones.

Alejandro Sanz Láriz

En el año 2010, Icíar Bollaín dirigió una excelente película protagonizada por Luis Tosar titulada 'También la lluvia'. El argumento situaba a un equipo de rodaje español filmando en Bolivia una película sobre la llegada de los conquistadores a América. Pero en paralelo a los problemas y las anécdotas del rodaje, la película también muestra las vicisitudes de los habitantes de Cochabamba a quienes les han subido un 300% las tasas sobre el agua, lo que les impide prácticamente sobrevivir.

El asunto se basa en un hecho real ocurrido en el año 2000 y conocido como “la guerra del agua”. El entonces Gobierno boliviano, presidido por Hugo Banzer, vendió los derechos sobre el agua a una multinacional norteamericana que formó un consorcio con una empresa boliviana y otra más de un país cuyo nombre me avergüenza escribir aquí, y juntas fueron las responsables de las monstruosas subidas del precio del agua.

Hasta tal punto se llegó a presionar a la población que incluso se prohibió a los bolivianos recoger el agua de la lluvia. Por eso, en una de las escenas más memorables de la película, un vecino de Cochabamba dice indignado: “No tienen derecho a cerrar ese pozo. Nos han quitado también la lluvia, ¿qué será lo siguiente que nos quiten? ¿El aire?”.

A veces uno ve una película ambientada en un país lejano y piensa que esas cosas no pueden pasar aquí, que son fruto de dictaduras opresivas incompatibles con el talante de las democracias europeas. Bien, pues llámenme exagerado pero el famoso impuesto al sol que ha sido recientemente aprobado por el Gobierno de España me recuerda demasiado el argumento de aquella película.

Por resumir el asunto en pocas palabras, el impuesto afecta a quienes escapando de las voraces compañías eléctricas colocan en sus casas sistemas solares de autoconsumo. La mayor parte de esa energía se produce por el día y se consume por la noche, pero casi siempre se genera un sobrante. Ese sobrante debe revertir en la red; es decir, es una energía que las compañías eléctricas chupan por la cara.

Y no solo eso, el Gobierno ha aprobado someter a esos usuarios a una tasa… por regalar esa energía. Hasta tal punto llega la locura del decreto que uno de los borradores que se estudiaron en su día preveía incluso prohibir que los usuarios dispusieran de baterías para recoger esa energía. ¿Se acuerdan ahora de la película de Bollaín?

A nadie le gusta pagar impuestos, a nadie nos gusta. Pero hasta el más cerril entiende que son imprescindibles para conseguir un equilibrio social que permita a los ciudadanos beneficiarse de los tres grandes pilares que nos sostienen: seguridad, para vivir tranquilos; educación, para preparar el futuro de nuestros hijos, y sanidad, para cuidarnos a todos.

Pero los impuestos son para eso y no son para construir aeropuertos en los que nunca aterriza ni despega un avión, ni para financiar vías férreas que registran una media mensual de ocupación de cuatro pasajeros, ni tampoco deberían ser para costear televisiones públicas insostenibles que solo sirven como herramientas de poder, ni mucho menos para poner en marcha fábricas que arrasan con millones de euros en subvenciones y desaparecen sin fabricar un tornillo.

Pagamos impuestos por comprar una casa, por tener una casa y por vender esa misma casa. Los pagamos por comprarnos un coche y también por venderlo. Pagamos el IVA, al que algún cachondo tuvo la desvergüenza de llamarle así, del valor añadido, aunque cuesta entender qué narices es lo que añade.

Tenemos impuestos de patrimonio, de sucesiones, de actividades ecónomicas. Tenemos retenciones sobre la nómina, también se gravan los bienes inmuebles, el alcohol, el tabaco, la gasolina. Incluso mientras se les llena la boca proponíendonos ser emprendedores, nos cobran tasas antes de abrir una empresa.

Nos han colocado muchos más impuestos de los que podría escribir en esta página e igual que el indignado vecino de Cohabamba me pregunto qué será lo siguiente que nos cobren después de quitarnos también el sol. Pues muy fácil: probablemente nos graven con tasas justamente eso en lo que está usted pensando en este momento y que empieza por efe. No me pregunte cómo lo controlarán, pero no le quepa duda de que lo harán.

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