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Dilemas éticos con los enfermos en coma

Habitación de un hospital.

Eduardo Azumendi

¿Pueden retirarse todas las medidas terapéuticas, incluidas la hidratación y la alimentación, a un paciente en coma irreversible para permitir una muerte en paz? Esta es el principal dilema ético al que se enfrentan los especialistas cuando cuidan a este tipo de pacientes. Dilemas para los que ni ellos mismos tienen una respuesta clara. “Debemos limitar los tratamientos inútiles, pero no debemos limitar los cuidados básicos”. Así piensa Jacinto Bátiz, jefe del Área de Cuidados del Hospital San Juan de Dios, en Bizkaia, y presidente de la comisión deontológica del Colegio de Médicos de Bizkaia.

Batiz ha participado recientemente en un congreso en Madrid sobre esta cuestión y en ese foro ha planteado algunas reflexiones éticas desde su experiencia asistencial a estos enfermos a lo largo de los últimos 22 años. “Cuando tenemos que cuidar a enfermos con daño cerebral irreversible nos hacemos varios planteamientos éticos. Pero el problema fundamental que nos planteamos es si le mantenemos en tratamiento todo el tiempo de su supervivencia espontánea o lo suspendemos en algún momento de su curso para permitir que el enfermo muera”, explica.

Quienes apuestan por suspender el tratamiento en algún momento y permitir que el enfermo muera consideran que antes se debe exigir como condición la seguridad de la irreversibilidad clínica. Los argumentos a favor de esta postura se basan en que “los sufrimientos y la dignidad del enfermo exigen concluir con este estado mísero. Y ante la cuestión de si el enfermo en esta situación sufre [si percibe el dolor como un fenómeno desagradable aunque no pueda expresarlo] la contestación es mayoritariamente negativa. Ante la cuestión de su dignidad, es un ‘prisionero de la tecnología’ desprovista de conocimiento, sensación y placer”, subraya Bátiz.

Además, añade que los partidarios de la suspensión tienen en cuenta “la angustia y las penalidades de su familia que contempla día a día a un moribundo en el que disipa toda esperanza de recuperación y los aspectos económicos del problema ya que los recursos son limitados”. En cambio, los que defienden mantener el tratamiento “piensan que suspenderlo sería una forma típica de eutanasia”.

La primera pregunta que Bátiz se hace ante estos enfermos es: ¿Estamos seguros del diagnóstico?. “En enfermos que han sobrevivido a un daño cerebral grave, juzgar el nivel real de consciencia es un proceso difícil. Su pronóstico, a veces, puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Estudios sobre este asunto reflejan que el 40% de los diagnósticos de estado vegetativo son incorrectos”.

En segundo lugar, se plantea: ¿Se puede afirmar la irreversibilidad? “Hasta ahora, no existe ninguna prueba objetiva que permita un diagnóstico precoz. El diagnóstico tiene que ser clínico. Y este diagnóstico clínico es suficiente cuando se comprueba la ausencia de actividad mental [no ser consciente de sí mismo ni del medio] durante un intervalo de tiempo, pero esto no es fácil. Hay que tener en cuenta que las decisiones de retirar los soportes vitales van a depender de las predicciones de recuperación y de la evaluación de la consciencia”.

Sufrimiento

Sufrimiento¿Se puede estar seguro de que el enfermo no experimenta emociones, ni padece dolor o sufrimiento? “El hecho de tener destruido el tálamo y la corteza cerebral”, apunta Bátiz, “a la luz de los conocimientos neurofisiológicos actuales, permite afirmar que no experimentan dolor físico, sufrimiento, ni ningún tipo de emoción. Esto nos preocupa mucho a quienes cuidados a estos enfermos”.

El conflicto que más notoriedad ha alcanzado desde el punto de vista ético y jurídico, y que aún no se ha resuelto en la mayoría de los países es el siguiente: ¿Pueden retirarse todas las medidas terapéuticas, incluidas la hidratación y la alimentación, para permitir una muerte en paz? “Para adoptar la decisión más óptima”, señala Bátiz, “es preciso analizar con prudencia cada caso en particular empleando como herramienta imprescindible la deliberación entre las personas implicadas, teniendo siempre en cuenta la precisión de diagnóstico y de su irreversibilidad. Debemos limitar los tratamientos inútiles, pero no debemos limitar los cuidados básicos”.

Así, parece claro que no existe una respuesta única y firme sobre los distintos planteamientos éticos que se hacen los especialistas cuando cuidan a enfermos con daño cerebral irreversible.

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