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“La situación en las residencias es ya insoportable”

Las trabajadoras de las residencias de Bizkaia, frente al Ayuntamiento de Bilbao.

Rubén Pereda

“Que alguien intente asear en siete minutos a una persona con grandes dependencias”. Parece misión imposible, pero es el reto al que se tienen que enfrentar cada día las trabajadoras de las residencias de Bizkaia. Califican de insoportable la situación y por ese motivo se acercan ya a los 300 días en huelga, exigiendo unas condiciones que tildan de básicas para la dignidad de trabajadoras y usuarios. “Van a tener que firmar sí o sí —comenta una empleada—, porque nosotros no vamos a rendirnos”. Las trabajadoras están en pie de lucha por un convenio digno.

Es un día festivo, en plena Aste Nagusia de Bilbao. Las trabajadoras de las residencias de Bizkaia se acercan hasta el edificio del Ayuntamiento de la ciudad y se instalan a las puertas, todas conjuntadas con camisetas verdes y equipadas con pancartas reivindicativas y megáfonos para hacerse oír. No desentonan para nada con el ambiente festivo que emana de las ‘txosnas’ y que se puede ver a sus espaldas. Pese a llevar cerca de 18 meses en huelga, el cansancio no hace mella y están dispuestas a conjugar reivindicación y fiesta. Quieren llegar a la ciudadanía y obtener su apoyo para una lucha que no están dispuestas a perder.

Blanca Mardones sigue con la energía del primer día. Trabaja para una residencia de la patronal Lares y tiene claro que la huelga era la única alternativa, porque la situación es pésima. “Una persona que lleva años interna en una residencia necesita una atención mayor, más tiempo, más cuidados. Hay que llevarla al servicio, darle una medicación, asearla”, explica Mardones. Y denuncia: “Tenemos un tiempo muy recortado para hacer todo eso. Nos vemos obligadas a dejar a personas a medio secar; si hay que llevarlas al servicio, tiene que ser deprisa y corriendo, como si fuesen mesillas… Se está escatimando en comida, en servicio de personal, en utensilios, en la estancia, en todo”. Como profesionales, asegura, no pueden dar la espalda a todos estos problemas y por eso siguen en las calles, luchando por los internos: “Estamos viendo cosas terribles, de denunciar, dentro de las residencias”.

35 horas y 1.200 euros

Ante todos estos problemas, las trabajadoras tienen claro que han de seguir luchando para que la población se haga eco de sus exigencias. “Han decidido que tienen que seguir movilizándose, porque la situación que se está viviendo en los centros residenciales, en cuanto a sus condiciones laborales y la calidad asistencial de la que disfrutan los 7500 residentes, es insoportable”, explica Gaizka Miguel, responsable de ELA, el sindicato más implicado con las reivindicaciones de las trabajadoras de las residencias. “Hasta que no se solucione —prosigue—, se firme un convenio sectorial y haya más personal en los centros de trabajo, van a seguir luchando”, augura.

La voz cantante de la concentración la lleva Zoa Sáenz de Santamaría, quien empuña un megáfono con el que consigue que se escuchen las reivindicaciones. Las explica con concisión: “Exigimos 35 horas semanales, llevarnos 1200 euros a casa de sueldo, las IT —bajas laborales por incapacidad laboral— al 100% y mejoras en pluses. Al fin y al cabo, estamos hablando de ratios: que se contrate a más gente para que la atención sea la que merecen nuestros mayores”. Los ratios, que no se han revisado desde 1998, son la raíz del problema. “Estamos con unos ratios mínimos”, denuncia Mardones. “La prueba está en que en esta huelga nos han exigido unos servicios mínimos del 90%, lo que quiere decir que estamos ofreciendo un servicio bajo mínimos a lo largo de todo el año”, lamenta, con indignación. Todas las trabajadoras coinciden en que no llegan, en que es imposible cubrir todo el trabajo, y por ello exigen que se contraten más personas.

Los cánticos se suceden frente al Consistorio bilbaíno. “¡Diputación, solución! ¡Rementería, no más mentiras!”. Como queda patente con estas proclamas, las trabajadoras exigen que la Diputación tome cartas en el asunto. “Se lava las manos totalmente, ni está ni se le espera. Hemos enviado cartas a Diputación para que se reúna con nosotras y no obtenemos respuesta. Tienen un problema y están mirando hacia otro lado”, denuncia Saénz de Santamaría.  “Afirman que es un problema entre empresas y trabajadoras, pero resulta que tiene una parte muy importante de la contratación”, asegura. Desde la Diputación se sostiene esta postura, por lo que no emprenderá ninguna acción.

Y es que la Diputación hace caso omiso, denuncian las trabajaoras. “Hemos remitido cartas tanto al diputado general como a la diputada Sánchez Robles y se han negado a reunirse con nosotros. Esa es la respuesta: despotismo y ninguneo”, expone el responsable de ELA, Miguel, que asegura que la pelota está ahora sobre el tejado de la institución foral: “Ha congelado las partidas presupuestarias destinadas a este sector, mientras las patronales continúan aumentando sus beneficios, con el negocio en auge. Financia más del 70% de las camas del sector y es la que tiene que poner solución del problema”.

“¡Nosotras les cuidamos, vosotros les robáis!”

Los cánticos se vuelcan ahora contra las empresas: “¡Nosotras les cuidamos, vosotros les robáis!”, gritan las trabajadoras, al tiempo que más gente se va acercando al Ayuntamiento atraída por el ruido. Blanca Mardones asegura que las empresas del sector tienen unos beneficios muy elevados. “Nos consta que, por ejemplo, la residencia Aspaldiko —situada en Portugalete— tuvo el año pasado unos beneficios de un millón de euros”, expone. Y exige una repartición diferente de esas ganancias: “Parte de ese beneficio tiene que revertir en las trabajadoras, que somos la mano de obra, la materia prima. Están vendiendo y sacando beneficios —denuncia— de un servicio que no se está ofreciendo ni de lejos”. La otra cara de la moneda la representan la residencia de Miravilla y el centro de día de Trápaga, que alcanzaron acuerdos con sus trabajadoras para la mejora de las condiciones laborales en junio y julio, respectivamente. “Esto demuestra que hay margen para solucionar el problema”, asegura Gaizka Miguel.

Tras media hora en las escaleras del Ayuntamiento, el colorido y animado grupo pone rumbo a la zona de El Arenal. En un principio, tenían prohibido el acceso, por tratarse de un recinto festivo, pero las trabajadoras aseguran que, aunque pretendan silenciarles, no lo van a conseguir, puesto que ellas van a estar en la calle, con la ciudadanía. Cubierta la travesía, en la que las huelguistas se entretienen repartiendo folletos informativos y haciéndoles a los bilbaínos conocedores de su situación, llegan a las ‘txosnas’, a orillas de la ría. Allí se instalan de nuevo y continúan con los cánticos, a los que ahora se suman tortillas y refrescos. Pese a la situación, el espíritu festivo no decae.

A la concentración se unen ahora personas vestidas con camisetas azules. Son los familiares de los ancianos usuarios de las residencias. A lo largo de los meses, los familiares han ido haciendo acopio de poder y valor y se muestran decididos a continuar con la lucha. Poco después de que las trabajadoras se echaran a la calle, los familiares comenzaron a contactar unos con otros y se decidió crear la asociación. Juani Céspedes fue la principal impulsora de la Asociación de Familiares de Usuarios de Residencias de Bizkaia (Babestu) y es ahora la presidenta. La solidaridad que muestran con las trabajadoras es total: “¿Cómo no las vamos a apoyar si son las que se verdad asean a nuestros padres, los vigilan por la noche, les dan de comer…?”, se sorprende Juani. Y se muestra firme: “Necesitamos a estas trabajadoras y no podemos entender las condiciones bajo las que trabajan. Si pretendían que nos enfrentásemos con ellas, no lo van a conseguir. Vamos a luchar por ellas y por nuestros familiares”.

Los familiares, con las trabajadoras

Los familiares ya eran conscientes de las deficiencias con las que contaban las residencias antes de que comenzasen la huelga. Habían percibido la falta de personal, la mala repartición de las comidas, los tiempos limitados… Por ello, también han intentado hacer la lucha suya y se han puesto en contacto con las instituciones y la Diputación. “De momento no hemos sacado nada en claro”, lamenta Juani, que charla con las trabajadoras y muestra verdadero aprecio por ellas. “No entendemos que después de 18 meses la situación esté así, por lo que vamos a seguir luchando. Va a costar tiempo, pero vamos a conseguir que cambie todo, que se apliquen las leyes que están ahí desde el 2008 —se refiere a la Ley de Servicios Sociales del País Vasco— y que nuestros familiares sean atendidos como se merecen”, asegura la presidenta de Babestu.

También quieren que haya más personal y que este esté contento con sus condiciones. “Teniendo en cuenta lo delicada que es la situación, es increíble lo bien que los tratan y la alegría que tienen con nuestros mayores”, admite Juani, y se gira para mirar con una sonrisa a todas las trabajadoras que hay en los alrededores. La comunión es evidente. “¿Cómo no las vamos a apoyar? Aquí estamos, unidos en la lucha”, reitera.

De una ojeada se puede comprobar que la gran mayoría de las personas congregadas ahora a las orillas de la ría, en la zona festiva de Bilbao, son mujeres. “El sector está conformado en más del 98% por mujeres”, confirma Sáenz de Santamaría, que cree que este factor está influyendo considerablemente en la manera en que se está desenvolviendo el conflicto. Mardones también lo cree así: “Al ser un problema de mujeres, están haciendo caso omiso de nosotras”, opina. “Está claro que cuando el diputado habla de conflicto se refiere a las empresas y todo, pero no menciona el gran conflicto, el de las 5000 trabajadoras en las residencias, de las cuales él tiene parte a su cargo. Lo que no se nombra parece que no existe”, zanja Sáenz de Santamaría.

Tras una reivindicativa mañana, las trabajadoras se van dispersando. La marabunta verde se disuelve poco a poco. Sin embargo, no cabe duda de que hasta que no se sienten a hablar y satisfagan sus exigencias, van a seguir al pie del cañón. Se enfundarán las camisetas y volverán a salir si es necesario. “No vamos a abandonar la lucha. Llevamos 300 días y no la vamos a dejar. Nos da igual cuánto dure. Vamos a seguir”, proclama Mardones.

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