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Navarra es la comunidad más feliz de todo el Estado junto con Canarias

Camino de Santiago entre Cizur Menor y el Alto del Perdón.

Miguel M. Ariztegi

La ciudadanía navarra arroja los índices de felicidad más altos del Estado junto con Canarias. Y también está por delante de otros países de Europa como Francia, Portugal y Alemania. Luis Campos, coautor del informe La construcción social de la felicidad, un reto colectivo. El caso de Navarra, señala dos claves: la confianza en el prójimo y la identificación con el territorio, dos factores que empujan hacia arriba la satisfacción personal de navarros y navarras.

Campos explica el creciente interés de las ciencias sociales en establecer parámetros para medir la calidad de la vida más allá de los indicadores más clásicos, centrados en la economía y el Producto Interior Bruto de un país. “Organismo internacionales como la ONU y la Comisión Europea indagan también en la felicidad como un factor a tener en cuenta”, recalca Campos, que señala que aunque la percepción es subjetiva y multicausal, su estudio permite hacer comparativas con otros similares, como la Encuesta de Condiciones de Vida de la CE o el propio Centro de Investigaciones Sociológicas en España.

El trabajo se ha realizado mediante entrevista a una muestra de 1010 personas residentes en Navarra, “por lo que arroja resultados muy solventes”, recalca el sociólogo.

Campos indica que los parámetros como la salud, la renta, la situación laboral, la calidad de los servicios, el nivel de vida, edad, la situación familiar son indicadores claros y determinantes. Pero el carácter multicausal de la felicidad hace que los datos del estudio registren claramente que también influyen “temas vinculados a la identidad en el territorio en el que vives y la confianza en las personas”, apunta.

Un ejemplo claro es el caso del sur de Navarra, la Ribera, donde residen los navarros y navarras más felices. “Demuestra la construcción social de la felicidad: los marcadores económicos en la Ribera respecto a la Cuenca de Pamplona son inferiores, pero son más felices”, subraya Campos. Los factores vitales que influyen, de acuerdo al estudio, son la vinculación al territorio y el comunitarismo. “Es algo muy bonito. Las personas que confían en las personas son más felices. Y conforme confían menos, menos felices. Y no es solo un buen pensamiento, lo sostienen los datos”.

Otra de las sorpresas, ya demostrada en EEUU, es que no es lineal el aumento de renta con la felicidad. “Las clases medias, las que no tienen que pensar mucho en el dinero ni por falta ni por exceso, son las más felices”, apunta Campos. “Hay un momento que conforme aumenta la renta decrece la felicidad. En EEUU lo sitúan en 50.000 dólares al año. En el estudio, los ingresos por unidad familiar de las personas más felices se sitúan entre 1.800 y 3.000 euros al mes. De 3.000 a 5.000 baja”, recalca el sociólogo. Es cierto que la falta de dinero impide la felicidad, ya que las unidades familiares con menos de 900 euros al mes son las más infelices, y ya de 900 a 1.800 crece. “Una vez cubiertas necesidades básicas, no aumenta mucho más”, insiste.

Las conclusiones del estudio son dignas de ser repasadas, pues junto con indicadores intuitivos, como que la felicidad es multicausal, y que los factores sociales como renta, salud pública y comunitarismo son muy significativos, o que las personas en desempleo son uno de los colectivos con niveles más bajos de felicidad, también se dan sorpresas, como que el grado de felicidad crece conforme crece el grado de identificación con su entorno más próximo o que las personas que confían más en la gente son las que tienen unos niveles más altos de felicidad.

La calidad del empleo, con reconocimiento y autonomía, incide en el grado de felicidad, que aumenta también cuando crece el sentimiento de ayuda mutua. Asimismo, la salud tiene una relación de causalidad directa con la felicidad, y el estudio muestra un alto grado de Salud Pública en Navarra.

Si bien el grado de felicidad se mantiene bastante estable en todas las edades, se sitúa por encima de la media en las personas más jóvenes y va reduciéndose hasta situarse por debajo de la media en las personas mayores de 65 años. Además, las personas casadas o que tienen pareja son las más felices frente a las personas viudas, o las divorciadas o separadas, que son las que expresan una menor felicidad.

Destacable es que las personas casadas y solteras presentan similares grados de felicidad, y que las personas jóvenes son más felices aun cuando suelen tener situaciones vitales más precarias. La ciudadanía no percibe problemas importantes con sus derechos digitales, y tampoco la religiosidad se aprecia como condicionante de la felicidad, algo propio de sociedades secularizadas. Por último, la ideología tampoco presenta rasgos definitorios. Aunque los datos indican mayor prevalencia de felicidad en ideologías de izquierdas.

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