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Humo

Colillas en la playa Arenal de Palma Mallorca.

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El pasado marzo, Michael Bloomberg, el empresario multimillonario, filántropo y ex alcalde de Nueva York, celebró el 20 aniversario de la prohibición de fumar en bares y restaurantes en la ciudad como uno de los grandes éxitos de su mandato. 

En un discurso sobre buenas políticas para ciudades, Bloomberg recordó que cuando presentó su plan “mucha gente predijo desastres”. “Decían que la gente dejaría de salir a comer y beber, los turistas dejarían de venir a Nueva York y los negocios cerrarían. Pero los detractores no podían estar más equivocados. El número de bares y restaurantes aumentó; el turismo alcanzó niveles récord y la política se convirtió en increíblemente popular. Nadie volvería atrás, y eso es verdad incluso para los propietarios de restaurantes y bares que más se opusieron”, contaba el antiguo alcalde. Pronunció estas palabras en Londres en la cumbre que organiza de ciudades saludables, una red global de 73 urbes comprometidas en la mejoría de la salud de sus habitantes, entre las que están Nueva York, Chicago, Londres, París, Kiev, Vancouver, Tokio y Buenos Aires. La única ciudad española en la red es Barcelona. 

En Nueva York, la prohibición del humo, que se hizo en particular para proteger a los trabajadores, iba acompañada de la subida del precio del tabaco y más medidas de concienciación. Diez años después, la prohibición se amplió a parques, playas y calles cercanas a entradas de escuelas. El impacto en salvación de vidas, ahorro en gastos médicos, productividad e incremento del negocio es un ejemplo de política pública. Se hicieron múltiples análisis, como este de los primeros 10 años

El liderazgo de Bloomberg, que se presentó a las elecciones como republicano y luego como independiente, fue un ejemplo que luego siguieron otras ciudades y otros países. Los argumentos en contra antes de la medida y los resultados favorables después de aplicarla se repitieron en todo el mundo, también en España, donde el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se quedó a medias en 2011 con restricciones más limitadas, entre críticas y un show que ahora parece especialmente ridículo de los líderes de la derecha presumiendo de sus humaredas.

España es uno de los países donde parece que la derecha no ha evolucionado desde entonces, mientras en otros lugares se piensan fórmulas para atajar el problema que queda, por ejemplo entre las comunidades más pobres que suelen ser ahora el objetivo de las tabacaleras. 

“Fumar es sin lugar a dudas la mayor causa que se puede prevenir de muerte, incapacidad y enfermedad en nuestra sociedad”, dijo en octubre el primer ministro británico, Rishi Sunak, un conservador convencido, partidario de la desregulación y que anunció que prohibirá el tabaco para la generación más joven. Su objetivo es que para el final de esta década menos del 5% de la población de su país fume (ahora ronda el 15% frente al 27% en España). Su propuesta pasa por prohibir la venta a todas las personas nacidas a partir de 2009. 

En España, el Ministerio de Sanidad está estudiando cómo conseguir más zonas libres de humo y lleva ya años dándole vueltas aunque de momento sin propuestas concretas. La realidad es que después de años de progreso, España se está quedando atrás en la lucha contra el tabaco. 

En algo tan claro no sólo por la evidencia científica, sino también por la experiencia positiva de los efectos de las restricciones, sorprende la falta de consenso político. El uso ridículo y demagógico para hacer de la salud pública algo partidista es sólo un ejemplo más de políticos empeñados en ser más trols de X que gestores del bien común. Frente a las ocurrencias, el peso del sentido común sigue siendo la esperanza.

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