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El 'affaire' Carmena-Errejón: ¿Más Manuela para ganar Madrid y la Comunidad?

Manuela Carmena e Íñigo Errejón

Mario Espinoza

Coordinador del Instituto para la Democracia y el Municipalismo —

El sábado pasado pudimos ver a un Íñigo Errejón bastante más apurado de lo habitual ante los focos. Vacilaciones, repeticiones y circunloquios lo acompañaron a la hora de defender ante la audiencia de La Sexta su última maniobra política: un acuerdo con el partido municipal de Manuela Carmena, Más Madrid, para concurrir a las elecciones de mayo de 2019 en la Comunidad Autónoma. Un golpe de efecto difícil de justificar y del que los periodistas invitados supieron sacar partido. Su relato fue artificial y la sinfonía de fondo machacona: trató de vender la alianza con Carmena como una gran confluencia similar a Ahora Madrid, capaz de sumar más votantes y sensibilidades políticas que la “marca” Podemos. Para ello utilizó la figura de la ex jueza y su estilo de gobierno como mascarón de proa -gobierno para todos, buena gestión, escucha-. El fantasma de VOX también aparecía de vez en cuando. Pero ¿Por qué no lanzar esta apuesta desde Podemos, su propio partido? Consignas poco creíbles y evasivas por respuesta. Probablemente por ello ha terminado por dejar su acta de diputado y, en cierto sentido, a Podemos. 

Lo cierto es que la carta que hacía pública la alianza entre Carmena y Errejón, pese a su edulcorado lenguaje -lleno de llamadas a la cooperación, la ilusión, la transversalidad y los “cuidados”-, no podía ocultar su significado de facto: la emancipación de Errejón de Podemos, su ruptura y apuesta por un espacio político ajeno, el representado por Manuela Carmena. Y este espacio, que pretende interpelar a la “mayoría demócrata y progresista”, dista mucho del público podemita al uso. Los guiños al votante del PSOE saltan a la vista en una lectura rápida de la misiva, también la falta de imaginación del lenguaje de lo que fuera la “política del cambio”. En cualquier caso, este giro del guión dentro de la política madrileña -más allá de las respuestas melodramáticas del líder de Podemos y otros juegos de espejos-, certifica al menos tres cosas.

La primera es que la “nueva política” se ha hecho vieja. Y del todo. Asistimos a una contienda entre personajes públicos, emancipados de cualquier asamblea o entorno de partido, que juegan con su capital político y presencia mediática para elaborar apuestas electorales personalistas. En este sentido, poco o nada queda ya de lo que fuera el impulso democrático del 15M y del primer Podemos, lleno de participación e inclusividad. Lo segundo, derivado de lo anterior, es que se sacrifica la política al espectáculo: más allá de la deliberación colectiva y la organización política, de la toma de decisiones democrática, lo político se ve reducido a la consecución de titulares bien (o mal) gestionados por un equipo de comunicación. Se trata de captar atención en busca de clicks y platós, colocar un eslogan y subordinar al adversario. Poco más. 

Y por último, pero no por ello menos importante, el affaire Errejón-Carmena revela que la “política del cambio” -por más que se le quiera insuflar ilusión a golpe de marketing- no es más que  negociación interna entre élites de partido. Pactos de despacho de toda la vida. La luz y los taquígrafos quedaron para otros tiempos donde podía sacársele más lustre electoral a los términos transparencia y cooperación. Lo cierto es que Podemos, como bien ha señalado Nuria Alabao, no ha dejado de ser presa, ya desde su congreso fundacional en Vistalegre, de una cultura política de guerra. Cesarismo, concentración de poder en pocas manos, lógicas de competencia entre listas y juegos de poder de suma cero. La “máquina de guerra electoral” de Iglesias y Errejón instauró una cultura que rechazaba el debate, acababa con el pluralismo y destruía las capacidades de las bases -los círculos-, convirtiéndolos en mero decorado. De aquellos polvos, estos lodos. Pero ¿Y qué pasa con Madrid? 

Madrid, Madrid, Madrid... 

A pesar de toda la retórica meliflua y sus intentos de homologarse a Ahora Madrid, el proyecto del tándem Carmena-Errejón está años luz de lo que fuera la apuesta municipalista de 2015. Conviene detenerse un poco en ello. Para comenzar, señalar algo obvio: Más Madrid, el partido de la ex jueza, nace rompiendo precisamente con el espíritu inclusivo y aglutinador de Ahora Madrid, que capitalizaba el ciclo iniciado por el 15M. No hay que llevarse a engaños: Más Madrid es un proyecto personal que de entrar en coalición con otras fuerzas lo hará bajo sus propias condiciones -así lo ha afirmado la alcaldesa-. Ella y su entorno de confianza primero. Los procesos participativos -si es que tienen lugar- después. No se trata de llamar a la cooperación y sumar “fuerzas hermanas”, por utilizar la jerga de Errejón cuando habla de la Comunidad, se trata de subordinar el espacio político madrileño a un proyecto personal afín al PSOE y más escorado al centro que al marco izquierdo del tablero. 

Por otra parte, Ahora Madrid era una confluencia que utilizaba un sistema de primarias altamente proporcional e integrador, el dowdall. Ello permitía la representación de todas las sensibilidades en el proyecto. Difícilmente veremos algo similar en el municipio y la comunidad de la mano de Más Madrid. Lo más probable es que se imponga la lógica de la negociación de despachos, cuotas y la “cultura de guerra” del podemismo: listas cocinadas y nula proporcionalidad. Todo o nada. Por tanto, de democracia, participación real y cooperación habrá muy poco. Si a todo ello le sumamos la  tan cacareada transversalidad, que se confunde con un enfoque electoralista centrado en unas clases medias en extinción, está claro que el Madrid que se tiene en mente dista mucho del Madrid real. Y cuando decimos real nos referimos a una ciudad y una región rotas por la pobreza, la segregación y la desigualdad. Donde el derecho a la vivienda se vulnera cotidianamente y la precariedad se ha vuelto estructural. 

¿Qué sucederá con Podemos, Izquierda Unida ante el órdago de Más Madrid en la Comunidad y el municipio? Podemos, que todavía se recupera del gancho de derecha, ya ha señalado que se presentará en la Comunidad con su propia marca, al margen de la estrategia de Errejón. Las duras declaraciones de algunos cargos del partido -especialmente Echenique- siembran dudas sobre un entendimiento próximo. Y no será fácil dado el talante monárquico de Carmena y los poderes otorgados a su nuevo delfín en la Comunidad. ¿Qué hará Izquierda Unida en Madrid tras esta segunda parte del Carmenazo? Roto el “acuerdo marco” con Podemos en la Comunidad, el partido buscará construir candidaturas dialogando con todos los actores salvo Errejón. ¿Cabe la posibilidad de conformar una candidatura de izquierda transformadora fuera de Más Madrid? 

Algunas noticias apuntan en esa dirección. En las bases de IU el cuestionamiento de algunas de las decisiones de Carmena y Errejón ha sido recurrente, los problemas de vivienda o la Operación Chamartín en el Ayuntamiento han generado una importante oposición de sus militantes al “carmenismo”, y se ha llegado a calificar el enfoque errejonista de “prepolítico”. Sería extraño ver a la formación de izquierdas sacando a ondear la bandera y la patria -obsesiones del joven político de Pozuelo- o agrupándose en torno a Manuela, la misma que destituyó a Carlos Sánchez Mato, aprobó el PEF y ahora se afana en facilitar pelotazos urbanísticos.  Habrá que ver si triunfa la ruptura con el marco “progre” o finalmente la integración en ese nuevo entorno político acaba por hacer irreconocible a la formación de izquierdas. 

Los límites de la “izquierda simpática” y los retos de Madrid 

Visto lo visto hasta ahora, el tándem Carmena-Errejón, lejos de “recuperar la ilusión” o ser un espacio inclusivo, en construcción, es un proyecto con una agenda muy definida. Alejado de cualquier referencia a realidades organizadas del territorio, opta sin duda por intentar apelar a los votantes del PSOE, partiendo de un discurso blando y aprovechando todo el capital político de sus figuras. No se insistirá nunca lo suficiente en cómo el marketing y la vacuidad de la lengua del “cambio” banalizan el sentido de los términos, como “cuidado”. Resulta difícil hablar de cuidado o de feminismo cuando la propia política de vivienda, aquella que tiene que velar por unos mínimos para hacer la ciudad habitable, ha brillado por su ausencia durante toda la legislatura de Carmena. ¿De qué cuidado hablamos tras el escándalo que encerró a unos titiriteros por actuar en la calle? ¿En qué sentido “cuidado” puede hacer referencia a la violencia policial que golpea a los Manteros, revelando que el racismo institucional es un fenómeno estructural? No olvidamos a Mame Mbaye. 

El Madrid que late tras la apuesta de Carmena-Errejón se parece demasiado al de Florentino y las grandes empresas, pero con rostro humano y buena conciencia. Un Madrid blanco, impoluto y alejado de cualquier movimiento social o apuesta radical de transformación. Un Madrid -el de Carmena- que no se ha alejado un ápice del urbanismo del Partido Popular, y que hoy se presta, junto con ADIF, a regalar suelo público a mitad de precio al BBVA en la Operación Chamartín. No le importa la oposición de asociaciones y movimientos, parece concebir que la ciudad la hacen los inversores, no la ciudadanía. Nos cabe esperar, por tanto, una política “sin fisuras” entre la Comunidad y el Ayuntamiento que será subalterna a los designios del PSOE y permisiva con las élites. 

Y no nos engañemos: por mucho que se ondee ahora el miedo en el Ayuntamiento y la Comunidad de un posible gobierno de Ciudadanos, el Partido Popular y VOX, el discurso de la “izquierda simpática”, ese que quiere gobernar al mismo tiempo para los de arriba y los de abajo, que es capaz de autorizar desahucios y firmar pelotazos, maquillándolos con fiestas de verano y poesía en las calzadas, es el peor equipado para hacer frente a una ultraderecha en ciernes. Son ese tipo actitudes las que conducen a buena parte del electorado a la abstención, quedando huérfano de representación en las elecciones y en las instituciones. Con una derecha a la ofensiva, que cabalga entre las fake news y una polarización ideológica agresiva, el “gobierno para todos” y la “buena gestión” dejan inermes a la población, que verá cómo la pretendida “izquierda” acaba pareciéndose cada vez más a la derecha. 

¿Dónde queda el Madrid trabajador en esta apuesta? ¿Y el Madrid de las periferias? ¿Y ese Madrid que lucha en las calles, día sí y día también, por el derecho a la vivienda? ¿Y el Madrid del sindicalismo alternativo o la lucha por los derechos ambientales? Tampoco parece haber ni rastro del Madrid mestizo y real que todas y todos habitamos. Ante este golpe de mano de Carmena y Errejón caben varias cosas: abandonar el plano político hastiados, y no hay duda de que mucha gente volverá a la abstención, a sus entornos movilizados o a casa, u organizar un espacio político propio, con fuerza barrial, feminista, antifascista, de diferentes colores y trabajadora. Anticapitalistas está llamando a una discusión con más actores esta misma semana en Madrid, y ya existe un proceso político abierto -con referencia barrial y de movimiento- en torno a La Bancada, que se reunirá el 26 de enero en la Nave de Terneras. Muchas estaremos allí. 

Pase lo que pase este 2019 en Madrid, hará falta un espacio político que sea capaz de representar ese Madrid real. Movimientos, Sindicalismo Social y Alternativo, conflictividad y democracia. Quizá es el proyecto que va a tocar construir durante los próximos años, con generosidad y apertura. No parece una mala idea tal y como se presenta el futuro próximo.

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