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Apocalipsis idiota

El PP pone señales de luto por las víctimas del coronavirus en todas su sedes

Jose A. Pérez Ledo

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Tras siete semanas de confinamiento, los partidos rechazan prolongar el estado de alarma. Desde este momento, las comunidades autónomas gestionarán directamente la crisis.

La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, asegura que, en su comunidad, la mortalidad por COVID-19 es negativa, lo que significa que ya nace más gente por COVID-19 de la que muere.

Esta feliz circunstancia se celebra privatizando 12 hospitales y dando a Telepizza la concesión de todos los colegios y residencias. Telepizza entra así en el IBEX 35.

Varios columnistas de derechas, borrachos de anticomunismo y un poco también de Soberano, cargan contra la comunidad científica por no haber previsto la crisis. Esto da lugar al movimiento #LaCienciaEsProgre, que aboga por ahorcar científicos en espacios públicos. Los científicos solo piden que, al menos, no tengan que pagarse ellos la cuerda.

Este oscuro episodio, que pasará a la historia como la Matanza de los Listos, se prolonga durante dos meses. Solo los psicólogos sobreviven porque, como todo el mundo sabe, la psicología no es una ciencia.

A principios de 2021, el Gobierno andaluz anuncia la creación de la Consejería de Dios Mediante, por la cual el ejecutivo cursará peticiones a la Virgen y esperará a ver qué pasa. Juan Manuel Moreno Bonilla declara que es tontería creerse por encima de Dios, así que solo trabajará dos días al mes, tres menos que hasta entonces.

En verano, la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao deciden celebrar la final de Copa del Rey con público. El encuentro se convierte en una exaltación de los valores deportivos, con las aficiones abrazándose y celebrando juntas. Dos semanas después, el pueblo vasco se extingue.

Fernando Simón, que perdió el juicio a mediados de 2020, sigue dando conferencias de prensa por la calle. Unos vecinos lo graban en el barrio de Tetuán mientras explica a un perro la importancia del factor R0. El perro, como el resto de los españoles, asiente sin entender nada.

En octubre se retoman los viajes del Imserso, convirtiendo Benidorm en el nuevo Chernóbil. Los pájaros que sobrevuelan la zona caen fulminados. El Gobierno decide cubrir el municipio vacacional con un gigantesco sarcófago de acero. Los vecinos de los pueblos cercanos cuentan que, en las noches silenciosas, aún se oye el eco de María Jesús y su acordeón.

Para 2022 la economía española es más fuerte que nunca. El número de desempleados no para de bajar, fundamentalmente porque se mueren. Los crematorios son tan rentables que hasta Amancio Ortega lanza su propia cadena. Se llama Burn & Fly, y pone al alcance de las clases populares una potencia crematoria que, según su web, “hace palidecer los funerales vikingos”.

Para mediados de 2023 todos los españoles que siguen con vida se conocen por el nombre. En 2024, quedan para hacer un Zoom. El único catalán insiste en hablar en su idioma, lo que provoca que la de Murcia cuelgue airadamente. El encuentro es un desastre y ya nunca más volverán a hablarse.

El último español fallece el 17 de abril de 2025 a las 20:01 de la tarde. La muerte le sorprende aplaudiendo por la ventana. Hace dos años que no recuerda por qué demonios hace eso.

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