Aznar: yo soy la verdad
Hace 25 años, el 3 de marzo de 1996, José María Aznar se convirtió en presidente del Gobierno al vencer a Felipe González en las elecciones y lograr los apoyos posteriores de Jordi Pujol (CIU, 16 escaños) y Xabier Arzalluz (PNV, cinco escaños).
El PP de hoy no ha querido celebrar esa fecha, y Aznar se ha visto obligado a organizar su propio homenaje. Entrevistas por doquier, incluso con declarados enemigos, laudatorios diversos, recuerdos de lo bien que lo hice y recauchutado de lo mal que lo hice.
En el camino queda lo que él llama su legado, del que pide sacar conclusiones correctas. Claro, tendrán que ser las que saque él, porque otros quizá extraigan unas conclusiones diferentes, que para él serán incorrectas. Como todos los mandatarios que han pasado cierto tiempo en el poder, Aznar puede echar mano de este y de aquel logro. Hasta Franco inauguraba pantanos.
La cuestión con Aznar es lo que queda en el imaginario colectivo y quizá ahí aparezcan cosas que a él no le gusten. Desde el apoyo al amigo americano George W. Bush al que acompañó en la guerra de Irak, hasta el empecinamiento de “fue ETA” al referirse a la masacre del 11 de marzo de 2004 en los trenes de Madrid que provocaron casi 200 muertos.
Y todavía sigue ahí, señalando a esas mentes creadoras de la masacre “que no estaban en desiertos lejanos”. Claro que no, estaban en Chinchón, justo al lado de Morata de Tajuña, que fue la señalada al principio, y sitios así. Un atentado hay que prepararlo con tiempo, nos dice, y ahí si estamos de acuerdo con Aznar. Pero lo de la presunta autoría de ETA fue desmontada por la propia policía de forma bastante rápida, demasiado rápida para los intereses oscuros subyacentes en medio de aquella campaña electoral que finalmente dio la victoria al socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
El exministro del PP José Manuel García Margallo, ha dejado dicho en su libro Memorias heterodoxas de un político de extremo centro: “Cuando al rato entraron Pedro Arriola y Paco Villar, les pregunté: 'Pero, ¿sabemos quién ha sido?'. 'Todavía no' —me respondieron—. Si ha sido ETA nos salimos del mapa, pero si han sido los yihadistas, nos vamos a casa'”. Así que, había que mantener lo de ETA al precio que fuera.
Y ahora el expresidente nos pone en la tesitura de tener que elegir entre su verdad y la verdad de otros. Ha dicho en una entrevista que le hizo Jordi Évole, que el entonces director del diario El País, Jesús Ceberio, le aseguró que tenía información de que había sido ETA. Ceberio lo niega y dice que Aznar miente, que fue el entonces presidente quien le llamó para confirmarle que había sido ETA. Y la pregunta obvia es ¿qué hace un presidente llamando a un medio de comunicación tan importante si no es para influir? Y la segunda pregunta es ¿y para qué había que influir si no era para asegurar al mundo que había sido ETA por encima de otras versiones?
El gobierno de Aznar jugó en aquella ocasión todas su bazas a la autoría de ETA, dice el expresidente que basados en informes policiales, pero la policía pronto derivó por otro camino y ese camino parecía no interesar al Gobierno porque suponía aceptar que España se había convertido en objetivo principal del terrorismo islámico.
Tanto fue así que en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, España pidió expresamente que se mencionara a ETA como autora de los atentados, y así quedó reflejado en la resolución 1.530 de la organización mundial. La propia ONU lo explicó en una nota de prensa: “El Consejo de Seguridad condena en términos enérgicos los ataques con bomba en Madrid el 11 de marzo, perpetrados por el grupo terrorista ETA, que han causado numerosos muertos y heridos, y considera que estos actos, como todo acto de terrorismo, constituyen una amenaza para la paz y la seguridad”, se lee en el texto. Y explica la propia nota de prensa que “la mención a ETA como ”responsable“ de los atentados, se incluyó a pedido de España, pese a que fuentes diplomáticas señalaron que inicialmente Rusia se había opuesto a mencionar a ese grupo por no haber reclamado su autoría”.
Aznar tiene un buen concepto de sí mismo, excelente podríamos decir. De hecho, en el caso de la corrupción del PP no pone la mano en el fuego más que por él mismo, lo que deja en mal lugar a sus compañeros de partido. Se considera un bridger, y nos explica que eso es muy americano, tiende puentes, le gusta crear canales de comunicación, y lo dice todo serio, tan serio que uno puede estar dispuesto a creérselo. Sobre todo cuando hizo de bridger con Jordi Pujol y su Convergència Democràtica de Catalunya y con Xabier Arzalluz, y su Partido Nacionalista Vasco, con una decidida intención: asegurar los votos para ser elegido presidente del Gobierno. Aunque eso en realidad no deja ser pragmatismo puro y duro, porque la política, como bien sabemos, hace extraños compañeros de cama.
Resulta ser el mismo pragmatismo que el que utilizó Pedro Sánchez para ser investido presidente del Gobierno, pero en este caso Aznar no considera a Sánchez un bridger, sino alguien que pone “el destino de la nación en manos de quienes la quieren destruir”.
En su propio campo lo ven bastante claro. El diario La Razón explica que la actual dirección del PP considera que Aznar “vive en una realidad paralela porque no ha asumido que ya no suma, sino que solo resta”. Esto se escucha en el entorno de Pablo Casado, asegura el diario. Pero el expresidente del PP sigue teniendo algo que decir y aprovecha para ello la tercera del ABC.
Esta misma semana ha lanzado, desde esa tribuna, un nuevo dardo a la actual dirección de su partido: “Atravesar desiertos suscitando adhesiones no es cuestión de brújula demoscópica, sino de liderazgo. No se trata de capturar votos flotantes abandonándose a las olas. Liderar significa influir en las corrientes de fondo que mueven la opinión.” Un mensaje público para Pablo Casado.
En resumidas cuentas don José María, está tan pagado de sí mismo que no acepta ni la más mínima falla. Como ya dije en alguna columna anterior, los protagonistas de la guerra de Irak basada en información falsa (Sadam Hussein no tenía el fabuloso armamento que decían que tenía) reconocieron con el tiempo su error. Él no, él no cometió errores. Todo lo hizo bien, en todo caso otros lo hicieron mal. Él no podía ser responsable de todo lo que se cociera a su alrededor, incluida la caja b del partido, aunque fuera también presidente del partido. Vamos, que no se enteraba
Jorge Dezcallar era, en el tiempo de los atentados del 11M, director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y ha dejado dicho claramente que “a mí el sábado me piden que diga que seguimos con la pista abierta de ETA cuando ya saben que están detenidos dos indios, tres árabes y dos españoles. Es un poco fuerte”.
Pues sí, efectivamente es un poco fuerte, y huele a lo que huele. En esos momentos el gobierno comandado por Aznar seguía, erre que erre, con su cantinela de la autoría de ETA. Jugar con estas cosas por mucha presión electoral que tengas en una situación tan grave, significa tener un concepto de Estado sui generis, pero eso a Aznar parece importarle poco, porque lo que haga él, sea lo que sea, es para salvar a España de sus enemigos, incluso a pesar de España.
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