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Las bases de la desconfianza

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias durante un acto en 2016.

Andrés Ortega

La desconfianza entre el PSOE y Unidas Podemos (UP) es profunda y dificulta la formación de un Gobierno de coalición o de gobernación, o incluso de una mayoría para la investidura de Pedro Sánchez. Hunde sus raíces en los años 30, de una forma que creíamos enterrada en la historia. Pero muchas otras cosas, como la cuestión catalana, han resurgido cuando parecía que se habían superado con la Transición y estas décadas de democracia. Será difícil, aunque no imposible, sin o con nuevas elecciones.

Hay una cuestión personal: la desconfianza que suscita en una parte del PSOE, y especialmente en Pedro Sánchez, la personalidad de Pablo Iglesias y su grupo dirigente de UP. Este tipo de cuestiones pesan en política. En este caso, hay dinámicas estratégicas. Para empezar, la falta de acuerdo en 2016.

Pero hay un factor histórico. La tensión entre socialistas y comunistas marcó en parte la República y una Guerra Civil. Esta última no fue sólo de una derecha levantada contra la República, sino un enfrentamiento en el seno de las propias izquierdas que prosiguió mucho tiempo, incluso en la pre-Transición y después. Aparentemente, al menos en parte, ese resquemor perdura hasta nuestros días, incluso en la nueva generación ahora en el poder en el PSOE, con una imagen de Unidas Podemos como herederos del comunismo. A lo que contribuye el carácter leninista de muchos planteamientos de Iglesias, aunque el comunismo, tal como se ha entendido en Occidente, sea ya cosa del pasado (las respuestas, no las preguntas, como señalara Octavio Paz). Todo esto entronca históricamente con el veto en la Guerra Fría a que partidos comunistas entraran en gobiernos occidentales. Una forma de cordón sanitario sui generis.

Hay más. En una entrevista el 12 de agosto, el secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, achacaba a Iglesias “que perdiera de vista que por primera vez desde la Segunda República hubiera ministros a la izquierda del PSOE y lo que suponía que una formación con cuatro años de vida que inicia su actividad en la agitación en las calles se sentara en el Consejo de Ministros”. Lo de “a la izquierda del PSOE” refleja un temor del PSOE que no empieza con Podemos, sino que se remonta hacia el pasado reciente y lejano.

Naturalmente, hay otros factores importantes, como, a pesar de la posibilidad de un programa “progresista” pactado, la falta de consensos fiables en algunos temas de Estado que pueden ser centrales en los próximos meses y años, desde la cuestión catalana, a la monarquía, pasando por Europa y algunos elementos importantes de política económica. Es difícil generar un gobierno de coalición sobre estas bases, menos aún cuando a nivel del Estado no hay cultura ni experiencia de coalición. En las alemanas, entre democristianos y socialdemócratas, y en ocasiones verdes o liberales, no se dan este tipo de diferenciaciones básicas, sino que se monta -con un programa detallado- sobre la base de unos consensos y lealtades básicos, que en este caso deberían en principio ser más fáciles entre fuerzas de izquierdas. Pero en España, por serlo, resulta más difícil, a lo que hay que añadir otras fuerzas, pues entre estas dos no bastan para sacar adelante, digamos, unos presupuestos generales y otras leyes que son absolutamente necesarias, aún más cuando la situación económica se complica en toda Europa y en el mundo. Pues tal como se presenta, una cosa es la investidura y otra la capacidad para gobernar.

Claro que una situación como la alemana hubiera llevado de forma natural a un gobierno de coalición entre el PSOE y Ciudadanos, con mayoría parlamentaria más que suficiente para gobernar. De nuevo, han intervenido factores personales -la desconfianza de Albert Rivera hacia Pedro Sánchez- y el giro de C’s hacia la derecha en una carrera desbocada con el PP -aunque salvando a Pablo Casado con pactos de gobierno locales y regionales-, renunciando a un carácter transversal y a una condición de partido bisagra a la que se ven llevados partidos nacionalistas. Las izquierdas se tensan, las derechas se coaligan. Y no hay bisagra.

Amenazar con elecciones -que nadie sabe realmente cómo pueden resultar en un entorno nacional e internacional incierto- puede hacer recapacitar a Iglesias para apoyar una fórmula portuguesa o danesa. O quizás restarle una capacidad de maniobra que, efectivamente, haga inevitable unas nuevas elecciones. Lo que sería un fracaso y una desconsideración hacia los electores. No está garantizado, además, que esos comicios resuelvan la situación. Aunque también, según los resultados, podrían precipitar cambios en el liderazgo y orientación tanto de UP como de C’s, sin que quepa excluir una mayoría de las derechas. Las tragedias de las izquierdas pesan en este país.

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