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Breve manual de sobremesa contra el cuñadismo climático

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.

José Luis Gallego

La crisis climática se ha convertido en uno de los temas estrella de las comidas navideñas de trabajo. Y lo será también en las próximas celebraciones de Navidad: el momento del año en el que el cuñadismo luce músculo. 

Por eso he creído oportuno poner a disposición del lector un breviario de cuatro puntos, cuatro nociones básicas respecto a la crisis climática para tomar la palabra en defensa de la ciencia y promover el conocimiento.   

1. El CO2 y el efecto invernadero

El CO2 no es el enemigo a batir. Al contrario, es un gas que juega un papel esencial en el sistema climático de nuestro planeta ya que junto a otros como el metano, el oxido nitroso o el vapor de agua dan lugar al efecto invernadero que nos protege. Por eso a todos ellos los conocemos como gases con efecto invernadero (GEI). Gracias a dicho efecto la temperatura media del planeta ronda los quince grados, lo que brinda las condiciones óptimas para la vida y hace mucho más confortable nuestra existencia.

Lo que pasa cuando la proporción de GEI (que agrupamos en niveles equivalentes de CO2 para no liar más la cosa) aumenta la temperatura del planeta también lo hace, alterando el sistema climático en su conjunto. Y eso es exactamente lo que está pasando: los niveles de CO2 se están disparando y están recalentando el sistema provocando una crisis climática.

2. ¿De dónde sale todo ese CO2?

El aumento de la concentración de esos gases se debe fundamentalmente a nuestra forma de obtener energía. La quema de combustibles fósiles (básicamente petróleo, gas natural y carbón) libera una alta cantidad de CO2, un CO2 que permanecía bajo tierra, sin intervenir en el sistema climático, pero que ahora se está acumulando allá arriba incrementando su nivel de proporción en la atmósfera y cambiando el clima. 

El nivel de CO2 presente en la atmósfera se mide en partes por millón (ppm). Al inicio de la revolución industrial ese nivel permanecía estabilizado en las 280 ppm. En 1958 la proporción ascendió hasta las 318 ppm. En 2007 alcanzó las 384 ppm. Ahora rondamos las 420 ppm.

El estudio del paleoclima, los datos obtenidos del registro fósil del planeta, demuestra que la actual proporción de CO2 en la atmósfera no se daba desde hace 3 millones de años: mucho antes de que el hombre habitara la tierra. Y eso es lo más inquietante: somos la primera generación de humanos que vive en una atmósfera con una proporción tan elevada de CO2.

3. A más emisiones de CO2 más aumento de temperatura

En 1896 el profesor Svante Arrhenius estableció una relación directa entre las emisiones de CO2 y el incipiente aumento de la temperatura global del planeta. Insisto: 1896. Según sus conclusiones, si la presencia de CO2 seguía aumentando la temperatura media del planeta subiría a nivel global.

En 1938 Guy Stewart Callendar defendió la teoría de Arrhenius ante los académicos de la Royal Meteorological Society, quienes desestimaron sus conclusiones. En 1956 Gilbert Plass demostró de manera exacta como el CO2 capturaba la radiación infrarroja de la Tierra y predijo que si las emisiones continuaban al alza la temperatura media aumentaría más de un grado en siglo XXI. Y la clavó: eso es lo que ha aumentado la temperatura hasta hoy.

En los años sesenta el oceanógrafo Roger Revelle demostró que el aumento del CO2 era consecuencia de la quema de combustibles fósiles y predijo que dichas emisiones “modificarán el clima de una manera importante no en un futuro lejano en el próximo siglo”. Uno de los discípulos de Revelle, el investigador Charles David Keeling, empezó a medir las concentraciones de CO2 con datos instrumentales, dando lugar a una de las series más importantes para la ciencia del cambio climático: la famosa “Curva de Keeling”, una gráfica donde las líneas de aumento de temperatura y CO2 suben juntas hacia salirse de la tabla.

4. Donde estamos y hacia donde vamos

Lo que sabemos es que entre 1880 y 2012 la temperatura media del planeta aumentó en 0,85°C como consecuencia de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Unas emisiones que no han parado de crecer a pesar de conocer los datos de Revelle y la gráfica de Keeling.

Actualmente el aumento de la temperatura media del planeta a escala global está en 1,1°C. Y aunque ya estamos empezando a sufrir los primeros impactos adversos, los modelos climáticos de los expertos indican que las cosas se pondrán bastante peor cuando el aumento de la temperatura media alcance los 1,5°C. No digamos ya si dicho aumento llega a superar los 2°C.

Lo que también sabemos es que si seguimos con el actual ritmo de emisiones (este año batiremos un nuevo récord) vamos hacia una subida prevista de 3,2°C. Un escenario catastrófico ante el que ningún modelo climático es capaz de predecir las consecuencias. Lo que tampoco son capaces de predecir los científicos es cual va a ser el nivel de respuesta de la sociedad en su conjunto: gobiernos, empresas, instituciones, organizaciones sociales y ciudadanos. Esa variable, esa capacidad de reacción es la que puede cambiarlo todo, y en ella radica nuestra última esperanza.

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