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La brutalidad de un Estado y una sociedad

Mariano Rajoy

Suso de Toro

En cosa de días se nos hará difícil creer que un personaje como M.Rajoy haya sido presidente de Gobierno y que haya durado tanto. (Él mismo, en su intimidad, tendrá algún momento en que contemplará ese periodo de su vida barrido de golpe). Ahora nos irá apareciendo el rostro más humano del personaje que el poder y los medios de comunicación del poder han mantenido blindado, alguna anécdota que nos hará constatar el despropósito de que haya gobernado una persona a la que no le gustaba gobernar y que además es absolutamente incapaz de hacerlo.

M.Rajoy ha sido el personaje de un chiste amargo en el que él ha tenido una parte del protagonismo, no hay que dudar de su astucia volcada en conseguir y ocupar el poder al modo en el que lo entiende el cuco, pero del que han sido dueños los señores del IBEX y la oligarquía de la Corte. Y querremos olvidarlo pronto, como si no tuviésemos nada que ver con él, como si fuese una pesadilla y hubiésemos despertado a la vida real: volvíamos a ser la España moderna y etcétera que acoge refugiados y vuelve a debatir si quita o no el monumento al caudillo fascista y a debatir si esos presos políticos catalanes que tenemos en el centro de la meseta a seiscientos kilómetros de sus familias pueden o no ser trasladados a una cárcel en Catalunya. Pero no es tan fácil, M.Rajoy tiene y seguirá teniendo mucho que ver con todos nosotros.

No sé si muchos medios de comunicación españoles habrán informado de que Rafael Ribó, antiguo secretario del PSUC y desde hace años ‘síndic de greuges’, reveló en la prensa escocesa que Angela Merkel telefoneó a M.Rajoy el 1 de Octubre del 2017, cuando la Policía Nacional y la Guardia Civil ya habían agredido a votantes catalanes pacíficos y desarmados, para indicarle que Europa no podía “aceptar la brutalidad policial” y para interesarse por los heridos. (Aquí es donde algún lector o lectora dirá “también en Alemania la policía carga y pega”). Esa información explica muchas cosas pero, sobre todo, nos retrata a todos y todas, no solamente a ese individuo llamado M.Rajoy.

Con esa brutalidad policial para reprimir un acto colectivo democrático de desobediencia civil estuvo todo el Estado, desde el Tribunal Constitucional que sigue rechazando cualquier reclamación que llegue desde la Generalitat hasta los jueces y fiscales implicados, las policías y los partidos que apoyaron o callaron. Y la gente, tanta gente. Esa violencia que vieron los europeos en sus televisiones y aquí primero ocultada por los principales medios de comunicación y luego lavada y disculpada, que es inaceptable para gobernantes democráticos europeos, fue asumida por el conjunto del estado y la población. Lo que pretende Josep Borrell ahora, ir por ahí desmintiendo lo evidente, es simplemente la continuación de la infamia.

Hoy no me detengo a analizar las miserias del PP que ahora aflorarán, tampoco las alegrías que disfrutan quienes ya han recuperado la tranquilidad y la autoestima de la camiseta roja, simplemente recuerdo que un cambio de presidente no nos exime mágicamente de nuestra realidad. Un Estado y una sociedad educada en la ignorancia y la violencia fascista y que, como dice ese nieto de Franco llamado Albert Rivera, tiene sentimientos profundos y se le mueven las emociones y otras cosas recordando y llevando flores al abuelito del Valle de los Caídos. Y sí, Pedro Sánchez y sus ministros y ministras también aprobaron las cargas, el 155 y rechazaron en el parlamento la investigación por esa brutalidad policial. Cómo no iban a rechazar que se investigase si fueron M.Rajoy y también ellos quienes las ordenaron y aprobaron.

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