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Catalunya: hazme ya la pregunta (por Dios) o calla para siempre

La Via Catalana del pasado 11 de septiembre a su paso por  la playa de Barcelona. / Enric Català

Merche Negro

“¿Quiere repetir el último pedido, o hacer uno nuevo?”.

A) “Repito. Confirme aquí”.

B) “Nuevo. Elija entre una de estas opciones: masa fina, gruesa, la nueva extra con qu...”.

No es tan complicado. No sé si pilláis por dónde voy: en Catalunya andamos a vueltas con cuál sería la pregunta hipotética de una a su vez hipotética consulta (legal, ilegal, tolerada) sobre cómo queremos relacionarnos con España, y parece imposible el acuerdo. De hecho, nos tratan como a niños a los que hay que pasar el filete por el pasapurés.

Hasta ahora han hablado políticos y sus brazos armados: politólogos y opinólogos agarrados con blu-tack a mesas de tertulias y columnas de prensa. Los cientos de miles de personas que salieron a la calle en las Diadas de 2012 y 2013 y que tampoco respondían a un sentir único fueron un aviso muy serio, pero no son representativos de los casi seis millones mayores de 16 años, según IndesCat, como no lo son las encuestas propias –Centre de Estudis d'Opinió–, ajenas –CIS– o mediáticas –Metroscopia–; ninguna inocente, además. Todo lo más muestran que de unanimidad, nada. Y refuerzan la idea de que lo que hay que hacer es, una vez más, preguntar.

Ni somos la mayoría silenciosa de Soraya Sáenz de Santamaría ni pararíamos la economía del país una semana en huelga general para reclamar la independencia, como dijo Oriol Junqueras. Este es el nivel de crispación e insensateces, señores. ¿Y no sería posible que os callarais todos un poco? ¡Por caridad! Qué descanso...

Los partidos que defienden la consulta están redactando su propuesta de pregunta, mientras El PP lidia con su último drama: un Aznar que patalea diciendo estupideces bastante fuera de la Constitución que dice defender. Yo de ellos le dejaba en la almohada el DVD de El sexto sentido, a ver si pilla la indirecta. Ciutadans anda de humo-experimentos estilo UFO, y del PSC ni hablo: asisto atónita a su deriva, como todos.

Nos quedan, entonces, CiU, ERC, ICV-EUIA y CUP. La idea era radiografiar el sentimiento catalán, eso nos contaron. Para eso no hay que pedir permiso, no pierdo un minuto en este punto. Pero parece que están centrados en encontrar la fórmula que menos les perjudique de cara a sus votantes, y finalmente asistimos a un ridículo baile de máscaras triste y poco inspirador.

Preguntar sobre independencia sí o no es excluyente, porque hay más opciones. Y sí, se llaman federalismo y confederación. No son Voldemort, podemos pronunciarlas sin combustionar, probad sin miedo. Ocultar la opción “y que los federalistas digan no” es empujar a un callejón innecesario y bastante maquiavélico a los que, negando la independencia, sabrán que entregan las armas y no dan la batalla para cambiar nada. El que quiera el sí marcará su opción, se le cuestione o no el federalismo, ¿o ahora no confiamos en el ciudadano? Esta pregunta, tolerada o no, sería intolerante con el cien por cien de la sociedad catalana. Y así, tampoco se está permitiendo ejercer el derecho a decidir. Pueden seguir señalando a Madrid, pero ya no cuela.

Por otro lado, “buscar amplias mayorías” preguntando “si queremos mantenernos en el statu quo actual o no”, y una parrafada posterior digna de un sermón dominical, me parece, por decirlo de forma que no hiera a nadie, una moñada de tamaño tal que se vería desde Google Maps. Esa duda está más que contestada desde el 10J de 2010. ¿Todo el tormento mediático y peleas familiares y con amigos en sobremesas durante años para jugar a la retórica? Are you fucking kidding me? Nos merecemos más respeto como ciudadanos: queremos dar respuestas concretas a preguntas concretas. En la calle, la neolengua y los enredos gramaticales no encajan. No jugamos así, y deberíamos saberlo a estas alturas. No es momento de tibiezas que pueden explotar en las manos.

Escocia practicará el año que viene la primera opción. Quebec hace casi veinte años utilizó la segunda, tan rebuscada como inútil en sus resultados. Pero hay una aldea en el norte de la Galia que..., en este caso más allá del Atlántico, se conoce poco. Puerto Rico, año 2012. Dos preguntas: 1. ¿Seguimos igual, o no? 2. Y si no, ¿de entre todas las opciones, qué eliges?

Y ahí están los resultados claros ante una pregunta clara, binaria, inclusiva, que no esconde nada y exige respuesta sin matices: Sí o No, con un espacio para concretar el no. Los científicos de la política llaman a esta metodología pregunta árbol, y es sospechosamente parecida a nuestra vida cotidiana. Recordad la pizza de la que hablaba arriba, o el cuestionario para darnos de baja de newsletters esquizofrénicas (“¿Pero por qué no quieres seguir en nuestra lista? Elige de entre estas diez razones. ¿Estás seguro? ¿Has sido tú el que se ha dado de baja, u otro en tu nombre? Te mandamos un email...”).

Hay miles de ejemplos. No estoy banalizando: quiero poner en valor nuestra capacidad para contestar en más de una cuestión y englobar así el escenario completo. La condescendencia de algunos quedará ridiculizada. ¿Quién tiene miedo a una sociedad preparada para decidir entre opciones? Lo hacemos continuamente. ¿De qué nos protegen? ¿De... decidir? “Esto no conseguirá mayorías”. “Nos desestructurará como sociedad y/o partido”... Pues, francamente, queridos, lo dudo. Decidir siempre es bueno. Sois vosotros –todos– los que habláis de acabar con el inmovilismo.

Sabremos de una vez qué quiere ser Catalunya y nos armaremos para el siguiente paso, sea el que sea. No hay nada más claro que la verdad. Sobrará la política ficción que nos está agotando, llevándonos a límites de surrealismo insoportables. Y, después, a pelear el resultado con la legitimidad de saber qué es lo que la sociedad catalana quiere ser, y no proyecciones ideológicas que ya cansan. Todas.

Y al fin podremos hablar de algo más. ¿Sabéis la de cosas que están pasando en Catalunya sobre las que deberíamos estar discutiendo? No, ¿verdad? Pues esa ocultación es también parte del “proceso” para algunos.

La duda está en si Catalunya quiere ser un país que lo permita: A) Sí. B) No. C) Cambiaremos todo para que nada cambie.

Tan fácil como decidir, esto y el resto. Con todo encima de la mesa. Para que de este calvario salga algo bueno, y que compense.

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