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Una cruzada contra los Derechos Humanos

Sánchez junto a Netanyahu en la reunión en Jerusalén del 23 de noviembre.

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No deja de ser paradójico que el ultraderechista Javier Milei vaya a tomar posesión como presidente de Argentina el 10 de diciembre, día en el que 75 años atrás –tras la guerra, la destrucción y la muerte que provocó el nazismo– se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH). Una de sus proclamas ha sido justificar la dictadura, negar sus crímenes y, con ayuda de su vicepresidenta, apuntarse a desmontar los Derechos Humanos que el consenso social reedificó tras la barbarie. Argentina, dijo Milei, ha atravesado un desierto de 40 años, para “pasar a la libertad” a partir de diciembre. 14.476.462 seres votaron esto y algunas cosas más. Cuarenta años en los que la democracia intentó que la memoria, la verdad y la justicia fueran políticas de Estado. Da escalofríos ver la similitudes con nuestro país, con el discurso de los fascistas de nuestro país.

Pero es un cliché que se repite ya en toda la ultraderecha que vive tiempos de auge por ese adoctrinamiento en el egoísmo y, sin duda, en la irracionalidad. En Países Bajos, el ultra intensamente xenófobo Geert Wilders ha ganado por fin las elecciones, aunque sin mayoría. Un hito en décadas que tiene perpleja a buena parte de la sociedad holandesa. Algunos no saben lo que votan, pues. No le será fácil formar gobierno porque hasta ahora el resto de los partidos no querían pactar con él, pero puede haber cambios de opinión.

La ultraderecha salta a la calle. En España lo ha hecho contra el Gobierno azuzada por Vox y el PP. En Irlanda, en Dublín, un apuñalamiento de 4 personas perpetrado por un argelino desató este jueves violentos disturbios en Dublín atribuidos a jóvenes de extrema derecha. Contra toda la población inmigrante. Quemaron residencias de refugiados, contenedores, coches de Policía y de bomberos y mobiliario urbano.

La ola se extiende en otros ámbitos. Las autoridades de Emiratos Árabes Unidos –que nunca han respetado los Derechos Humanos– se apuntan a la ola que pretende relajar su cumplimiento como mínimo. Y rechazan los llamamientos de la sociedad civil a preservarlos en vísperas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2023 que se va a celebrar en Dubai, uno de los siete emiratos. Reciben a los participantes, gozan de los beneficios de una cumbre internacional, pero sus agravios a los derechos inalienables de las personas que no se toquen. A alguien se le ocurrió elegir esa ubicación quién sabe por qué.

Actualmente parece que cualquiera puede animarse a proclamar esas aberraciones. Y a practicarlas. En España se han metido en las instituciones cargos tan ultras y xenófobos como los que más. Plantados con sus caras y sus voces contra los emigrantes. La plana mayor del PP vomita atrocidades en forma de bulos que les desacreditarían de por vida ante una ciudadanía madura. El número 3 de Feijóo, Elías Bendodo, difundiendo cartas falsas como si hubieran sido escritas por Sánchez. Un juez del Tribunal Supremo culpa “a la izquierda de la Guerra Civil” en un artículo furibundo publicado en La Razón. ¿Cuántos hay así en España? 

Es sangrante la forma de mentir de políticos y medios, contraviniendo el derecho a la información de los ciudadanos y el de elegir libremente en base a datos ciertos. Cambiando fotos y realidades del lio que quiso armar el PP con la Ley de Amnistía en el Parlamento Europeo. Asisten unos 50 diputados de 705 que lo componen: ni el 10%. Queda el presidente del PPE y la propuesta del PP a cargo de Dolors Monserrat a la altura del betún y cuentan lo contrario. Impresionante el vapuleo de la eurodiputada del PSOE en su respuesta. Sobre todo por compararlo con la versión falsa que han dado numerosos medios.

Y van a más y en esa dirección de adulterar la realidad y hasta lo más respetable como son los Derechos Humanos. Un escribidor de esos que publican en medios subvencionados con nuestro dinero -bajo distintos eufemismos- por autoridades de comunidades y ayuntamientos del PP, se atrevió a comparar el gobierno de España presidido por Pedro Sánchez con la historia que relataba Jean Renoir en la mítica película Esta tierra es mía. El colmo de la tergiversación.

La lucha por la libertad –verdadera– y de los derechos tiene una larga tradición y una fuerte oposición de la intolerancia de todos los tiempos. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente en 1789 inspiró la Revolución Francesa, de carácter burgués, y daría lugar a la Constitución de 1791. Tenía su origen en la Declaración de Independencia de Los Estados Unidos de 1774. Tras la segunda guerra mundial en el siglo XX, Naciones Unidas estableció su redacción actual. Fue decisivo para ese compromiso el horror por el Holocausto nazi de los judíos. Hoy, el gobierno de Netanyahu en Israel que masacra a los palestinos –un genocidio, en palabras del Papa– acusa de apoyar el terrorismo a quien le critica. Nada menos que al presidente electo del Gobierno de España y presidente de turno del Consejo Europeo de la UE, Pedro Sánchez. Superlativo poder tiránico ante el que tantos callan. No se llevan los Derechos Humanos. Un diario ultracatólico y ultraderechista tuvo el cuajo de publicar este jueves que Netanyahu le paraba los pies a Sánchez. Ante el ataque de Netanyahu a Sánchez hoy, el PP y Vox se han posicionado al lado del genocida y en contra del presidente España. Un clásico.

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona, dice el artículo 3. Todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición, figura en el artículo 2. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, en el 5.

Artículo 7. Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo ante los tribunales nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.

  

21.3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

El artículo 25 tiene especial interés en estos momento, porque atacar los derechos humanos incluye violaciones de calado que entran suavemente si no se saben ver, por las proclamas y bulos, por la falta de interés en saber.

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.

 Y la conclusión:

Artículo 30.

Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.

Este texto fue aprobado por la Asamblea General de la ONU 10 de diciembre de 1948, va a hacer 75 años, tres cuartos de siglo. Varias generaciones hemos vivido con esa inspiración y ese convencimiento que hoy, de nuevo, vuelve a estar amenazado. No solo por la ultraderecha, sino por cuantos la lavan y amparan.

En Francia, el director Jean Renoir filmó y firmó en 1.943 «Esta tierra es mía» (This land is mine). Charles Laughton encarna a un profesor tímido y acomplejado que un día se ve en la imperiosa necesidad de reaccionar. El final de la película, leyendo a sus alumnos la Declaración francesa de los Derechos del hombre y del ciudadano, en una Francia ocupada por el ejército alemán, es una pieza memorable. Nunca la he olvidado. Nunca deberíamos olvidar las libertades, los derechos, la dignidad, la valentía para defenderlos.

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