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La elección de los británicos: más o menos recortes, pero recortes

Andrés Ortega

¿Se ha vuelto la británica una sociedad conservadora en términos económicos e incluso sociales? Ante los comicios del 7 de mayo, sus ciudadanos van a elegir entre recortes y más recortes en el gasto público. Los tories proponen recortes que, aunque menos acentuados que durante la crisis y la austeridad, para los laboristas suponen dejar el gasto público en porcentaje del PIB a niveles de 1938. Pero la mayor crítica del laborista Ed Miliband al primer ministro David Cameron es que el déficit presupuestario se sitúe aún en un 5,5% del PIB.

Ambos coinciden en el objetivo de un superávit presupuestario, los laboristas, “cuanto antes”, pero sin poner en peligro los servicios públicos, y aumentando la deuda sólo para inversiones en infraestructuras; los conservadores para 2019 cuando el gasto público podría volver a crecer tras reducirse 2% cada año.

Miliband, que recoge en parte el programa de 2010, no habla de “recortes”, sino de “reducciones”, y ha presentado al laborista como el partido de la “responsabilidad fiscal”, prometiendo en su programa que las políticas públicas estarán plenamente financiadas, pero sin aumentar el empréstito del Estado. Labour y Tories difieren en el mix de recortes –los conservadores evitan ser precisos sobre los servicios sociales que sufrirían- e impuestos. El Partido Nacionalista Escocés, independentista y socialdemócrata a la nórdica, es más cauto a este respecto, mientras los liberales-demócratas de Nick Clegg navegan entre dos aguas y los Verdes proponen una renta básica, una redistribución con un impuesto “Robin Hood” sobre la banca y un aumento de los salarios del sector público.

Este afán de recortes y superávit presupuestario se produce con el Reino Unido fuera de la Eurozona y no sometido a la disciplina del Pacto Fiscal europeo y con su economía creciendo a un 2,5-3% anual, con una tasa de paro de un 5,8%. Un éxito para la coalición conservadora-liberal que ha gobernado en los últimos cinco años, eso sí, como en muchos otros países con una reducción de los salarios más bajos y un aumento de la desigualdad. Pues de lo que sí se habla y se debate en esta campaña es del embate al nivel de vida de los distintos sectores sociales, cuando el PIB por habitante está aún un 1,2% por debajo de lo que estaba antes de la crisis, aunque la renta familiar disponible haya crecido algo.

Eso sí, todos defienden la sanidad y la educación públicas, cuyos presupuestos no sólo no serán recortados, sino que en el primero de los casos aumentarán, más o menos según los partidos. Al menos a eso se comprometen. El Servicio Nacional de Salud, el famoso NHS, es descrito ahora por Cameron como “un orgullo nacional”, en lo que coincide con los laboristas, para los que es un tejido esencial de nuestra sociedad“, y acusan al gobierno de haber llegado a cabo una ”privatización rampante“.

Los conservadores no quieren aumentar los impuestos. Los laboristas sí (deshaciendo las rebajas de los conservadores para los más ricos, introduciendo un “tasa sobre mansiones”, y haciendo pagar a los de más de 100.000 que trabajan en la City o en otros entornos bien remunerados pero aparecen como residentes en otro país). Los liberales, también. Los Verdes quieren que los que ganen más de 100.000 libras (137.000 euros) al año paguen 50% al fisco.

El programa laborista que se abre con el “candado de la responsabilidad presupuestaria”, tiene buenas formulaciones, pero resulta poco innovador. En general hay pocas ideas nuevas sobre la mesa en esta campaña. Los británicos, que suelen llevar la delantera en esto, sufren un déficit de innovación política.

Las diferencias entre conservadores y laboristas no son radicales, aunque estos últimos se hayan alejado formalmente de la Tercera Vía de Tony Blair. La distancia la cifra Chris Giles en 30.000 millones de libras (38.000 millones de euros) o 1,4% del PIB de gasto público al año al final de la legislatura, lo que puede no parecer excesivo, pero es mayor que en ninguna otra elección desde Margaret Thatcher. Ahora bien, como señala el analista John Kay “la existencia de dos partidos en el centro con diferencias inmateriales no es una negación de la democracia, sino una expresión certera de la voluntad popular”. Responde a una sociedad.

La gran diferencia es que Cameron propone un referéndum sobre la salida o permanencia en la UE para 2017, que Miliband rechaza. Pero de esto se habla poco en la campaña. Y claro, hay golpes sucios, como la acusación de los conservadores de que Miliband desmantelaría los submarinos con armas nucleares Trident para conseguir el apoyo de los nacionalistas escoceses. Tema siempre peligroso para los laboristas.

En materia de inmigración el UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) de Nigel Farage ha conseguido contaminar a casi todo el espectro político británico desde su posición en primer lugar xenófoba y en segundo lugar antieuropea. Los conservadores quieren que los inmigrantes no tengan acceso a ayudas sociales durante los primeros cuatro años de estancia. Miliband lo reduce a dos.

Como previsiblemente va a ocurrir en España, la era de las mayorías absolutas en el Reino Unido se ha acabado –de hecho ocurrió ya en las últimas elecciones en 2010- con lo que el ganador (Miliband o Cameron) tendrá que pactar. Las encuestas, como en España, andan locas. Unas dan prácticamente un empate, otras ponen por delante claramente a los laboristas, mientras otras reflejan lo contrario. Los laboristas han prometido, aunque está por ver, no pactar con los nacionalistas escoceses que pueden conseguir 40 escaños en su región, en detrimento del Labour en lo que era un feudo suyo, en el que los conservadores son residuales. El SNP sí está dispuesto a apoyar a Miliband. En ningún caso a Cameron.

En la era del bipartidismo impulsado por un sistema electoral mayoritario a una vuelta con circunscripciones singulares que arrojó históricamente mayorías claras de gobierno, los altos funcionarios del Estado solían reunirse antes de las elecciones con cada partido con posibilidades para analizar cómo aplicar su programa. Este es ahora un ejercicio menos útil, porque habrá que pactar entre programas diferentes, aunque no tan diferentes. Lo único que se puede asegurar es que después del 7 de mayo habrá recortes en los servicios públicos, exceptuando la sanidad, y en el acceso de los inmigrantes a ayudas sociales.

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