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Unas elecciones que cambiarán nuestra historia

Trampas y (algunas) ventajas de dos debates en 24 horas

Rosa María Artal

España va a votar con la mayor incertidumbre desde la Transición.  Algunos factores han cambiado sustancialmente. Aquel clima de euforia y esperanza tras la larga dictadura es ahora temor y desconcierto por si llega otra etapa tenebrosa. El mundo es otro, España es otra, los seres humanos hemos cambiado y , sin embargo, para nuestra sociedad la inquietud política tienen el mismo origen, idénticos genes.  Pase lo que pase en las elecciones de este domingo es seguro que la ultraderecha entrará en las instituciones españolas oficialmente. En el Congreso y, de triunfar en votos la triple derecha, también en el gobierno tomando las riendas del Estado. La Europa democrática contiene la respiración como avanzan los medios internacionales. Casado ha sacado del armario al PP y  ha ofrecido a Vox formar parte de su hipotético gobierno si lo permite el resultado de las urnas.

La historia dará una vuelta atrás. España volverá a sentar en el hemiciclo la ideología franquista, aprovechando los resortes de la democracia en la que no cree y quiere destruir. A la torre de Babel en la que se va a convertir el poder legislativo, se incorporan además una serie de personajes pintorescos, ídolos de la sociedad del espectáculo y la involución. Desde toreros a estrellas mediáticas y famosos de sucesos, a cazadores y pistoleros. Un tema serio de reflexión porque la historia también puede cambiar si se decide echar el freno a la palanca del retroceso.  

No nos engañemos, la jornada de reflexión ha dejado de existir. A esta hora y durante todo el día millones de ciudadanos seguirán siendo objeto de propaganda política indiscriminada, bulos y bots incluidos, aunque lo prohíban las leyes electorales. Obsoletas, sin duda, e inadecuadas para el momento que vivimos.  Algunas portadas se saltarán las normas, como hacen sistemáticamente a modo de tradición de la caverna mediática. Los medios traerán declaraciones destinadas a influir en el voto. Las tertulias hablarán de mensajes políticos. Y en las redes públicas y privadas se actuará políticamente con total arbitrariedad. La jornada de silencio desapareció ya pero es más necesaria que nunca la de reflexión.

Reflexión activa. Así la tendrán las redes de WhatsApp cuyos 28 millones de usuarios hacen de España el país líder de Europa y uno de los primeros del mundo. La red tiene una cuota de penetración entre nosotros del 70%, al nivel de Brasil, Sudáfrica o Singapur, mientras en Francia solo la usan el 6%. Probablemente la gratuidad de los mensajes frente a otras plataformas que exigen un pago ha influido. Detrás hay auténticos medios de comunicación, partidos y organizaciones difundiendo mensajes sin contrastar. Como ocurrió en Brasil, serán decisivo el bombardeo de los últimos días, de esta jornada de reflexión. Circularán millones de envíos diciendo con múltiples admiraciones: ¡¡¡HAY QUE DIFUNDIRLO!!! ¡¡¡POR OBLIGACIÓN!!! La ultraderecha es experta en su uso. Y el caldo de transmisión se nutre de mucho oscurantismo y pensamiento conservador. 9,6 millones de personas han recibido por WhatsApp bulos contra la izquierda, según un estudio. A eso nos enfrentamos en la… reflexión.

A los mensajes selectivos también, como ya comentamos en otro artículo acerca de las nuevas estrategias que llevaron al triunfo del Brexit: Ni conspiraciones, ni paranoias,  computación aplicada a fines concretos. De alguna manera, se está hackeando el sistema político. Así llegó a definir la táctica,  Dominic Cummings, el asesor político que  fraguó el triunfo de los eurófobos para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. 

En España nos lastra un notable número de ciudadanos que se tragan las mentiras como si fueran píldoras satinadas. Nuestros políticos usan la mentira como arma: no todos, una buena parte de ellos. Los líderes y equipos de PP, Ciudadanos y Vox ,en cabeza,  vienen diciendo una sarta de falsedades, de barbaridades fuera de toda norma, que suponen un insulto a la inteligencia. Demostrar con datos que mienten no les hace la menor mella y  siguen divulgando los mismos un día tras otro. Lo hacen porque saben que les funcionan con sus graneros de votos. Con los cronistas que dan lustre a sus apariciones en los medios. Se ha admitido como buena actuación discursos radicalmente inexactos, voluntariamente erróneos. Sucede en otros países pero aquí la laxitud moral es notable e hija de mucha dictadura, sacristía y fingimiento.

Y, sin  embargo, un punto básico de reflexión es la certeza de que quien ha decidido entregarnos a la barbarie  con sus votos no cambiará su intención. Es inútil perder el tiempo. Se pueden encontrar explicaciones en la falta de respuestas de la política, en el resentimiento, en añoranzas idealizadas sin base, en pensamientos primarios. En la pervivencia de un franquismo impune que ni siquiera conocen a fondo las nuevas generaciones. Explicaciones que no razones, porque no hay “ciudadanos honrados” que abracen la involución de la ultraderecha, o no son honrados o no son ciudadanos. El concepto de ciudadanía no les cuadra. Hay que apelar a los otros sectores de la población que, con su abstención, pueden dejar camino expedito a la gangrena del sistema.

Debíamos hablar de estas cosas cada día para no llegar tan desprotegidos a las puertas de una elecciones que pueden cambiar la historia de España en un sentido que se aleje de la democracia. Es una posibilidad cierta. Tiempo habremos de tener para preguntarnos –de nuevo- cómo llegamos hasta aquí, por qué se desoyeron todas las advertencias. Hay razones profundas y claras. Para de una vez, por tanto, responder y actuar en consecuencia. No es nada fácil. Cuando la historia se pone cuesta arriba lo hace a plenitud. Con tantos intereses de por medio, con tanta cloaca sin limpiar, la¨fiesta de la democracia“ queda un tanto devaluada. Pero siempre existe la posibilidad de enriquecerla mientras siga en pie. De eso hablamos.

La reflexión troncal ha de llevarnos a pensar en lo que queremos para nuestra propia vida, personal y ciudadana. Con estas elecciones nos jugamos nuestro futuro y –lo que es más cierto- nuestro presente. Lo hacemos todos los días en las decisiones que nos definen como personas. Aquí y ahora, para mañana o nunca. Para todos siempre. “Son dos días”. Nos lo recordaron, me lo recordaron de alguna forma, hace pocos días en un blog que firma MartaEme, mientras iban cayendo los días cargados de hechos. Texto tan vital y hermoso que merece hacerse un sitio en nuestros pensamientos. Para saber detectar qué es lo importante. 

Si son dos días, que sean con quien nos hace sentir vivos; si la vida es un vuelo, que sea libre y con nuestras propias alas; y si estamos de paso, que sea un baile con una gran banda sonora. Lo vemos cuando le ocurre a otro, en el momento en el que casi perdemos a alguien querido y vemos a la muerte que asoma. Es entonces cuando lo sabemos, aunque suene obvio y manido, que lo único real es el aquí y el ahora”.

Aquí y ahora. La historia personal y la colectiva cuando lo de todos importa. Para desenmascarar los proyectos de país guiados por el odio. Dando los pasos justos para hoy y más allá. Apenas quedan unas horas para ver cómo amanecerá el lunes España.

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