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El enemigo de Podemos no es Albert Rivera

Ramón Lobo

Más que una carrera electoral parece una de F-1 repleta de averías, golpes, salidas de pista y sobresaltos. La velocidad de los acontecimientos es tal que cualquier pronóstico se queda viejo en días, incluso el de los que entierran a Pablo Iglesias. Es verdad que Podemos ha dejado de ser el partido de moda, el único refugio para el votante hastiado; ahora compite en ese campo con Ciudadanos. Podemos nació orientado en la lucha contra el PPSOE y lo que representan (la casta, la corrupción, el no tienes ni puta idea, bonita), y tal vez debería concentrarse de nuevo en ello para recuperar frescura y garra.

En España gustan las etiquetas: blanco o negro, bueno o malo, amigo o enemigo, Messi o Ronaldo. Hasta hace unos meses vivíamos cómodos con los cromos de toda la vida. Sabíamos que el PP es un partido de derechas, desde el lepenismo franquista hasta el centro democrático, y que el PSOE es más o menos de centroizquierdas, o eso dicen. En el PSOE –sobre todo en Andalucía donde llevan cerca de 40 años en el poder– abundan las personas de derechas con discurso de izquierdas. No tiene nada de malo ser conservador, pero es mejor reconocerlo.

Podemos y Ciudadanos tienen un encaje difícil en las etiquetas convencionales. Por simplificar podríamos afirmar que los primeros son de izquierdas pero no lo quieren reconocer y los segundos de derechas pero lo prefieren ocultar; también que Podemos ha venido a reemplazar a una Izquierda Unida que no supo ser Podemos y a engatusar a la izquierda del PSOE, y que Ciudadanos devorará a UPyD pero sin asumir todas sus propuestas y luchas contra la corrupción. Albert Rivera procede de la Caixa, conoce los límites.

La llegada de Ciudadanos alivia la presión de Podemos sobre el PSOE porque obliga al partido de Iglesias a pelear en dos frentes y porque crea un nuevo escenario en los pactos postelectorales en los que ya no sería necesaria la Gran Coalición (con el PP). También beneficia a los populares, al menos en un sentido: supone un freno a Podemos; aquellos votantes del PP molestos que estaban dispuestos a votar a Podemos lo harán ahora en favor de Ciudadanos. El PP también siente que el pacto con Albert Rivera es posible. Están entre el incienso para atraerle y el bofetón para acabar con la sangría.

Ciudadanos nace hace nueve años como Ciutadans en Catalunya; es la respuesta política al soberanismo. Su objetivo era, en una primera fase, ocupar la autopista que habían dejado libre el PSC e Iniciativa per Catalunya, que durante el maremoto independentista han jugado todas las cartas menos la suya: el internacionalismo, o si lo prefieren, el universalismo.

Esta estrategia no nace de las ideas, los valores o el convencimiento de que es la mejor respuesta, sino de un oportunismo calculado e inteligente. Es cierto que Ciutadans ha dado tumbos y que ha llegado a pactar con Libertas, que no son precisamente de centro izquierda. El célebre vídeo viral “Desmontando a Ciudadanos” ofrece claves (no desmentidas) sobre estos vaivenes ideológicos. El tendón de Aquiles de este partido es su prisa. Deberían aprender de Podemos y ser más cautos en sus aspiraciones. Ciudadanos se está llenando de entusiastas que llegan al olor del poder. Habrá oportunistas y ladrones que se mueven de un partido a otro según el mercado de la caradura.

En el viaje de Ciutadans a Ciudadanos ha virado a la derecha, también por cálculo estratégico. Buscan el espacio de centro derecha en España y recoger la desafección manifiesta entre los seguidores del PP, un partido que ha logrado el milagro de cabrear a todo el mundo, incluido a los suyos. También buscan votos en el PSOE más conservador. A Mariano Rajoy, que es más listo de lo que parece como no se cansa de advertir Antón Losada, no le importa que sus votantes estén hartos mientras le sigan votando. El problema del PP es que por primera vez desde el hundimiento de UCD tiene un rival en la derecha, una situación potencialmente peligrosa.

Rivera parece presentable, no ha robado, está limpio. La etiqueta de españolista rancio que le ha colgado el soberanismo le beneficia en el resto de España y, por lo que parece, ha dejado de ser una rémora en Catalunya. La irrupción de Ciudadanos y Podemos ha alterado el mapa independentista, y también el discurso; ya no es ellos y nosotros, sino que todo es un poco más complejo.

Ciudadanos se aprovecha del clima de hartura ciudadana que explotó en el 15 M, lo más importante que ha sucedido en este país desde la muerte del dictador, y se ha beneficiado del tirón de Podemos. En el argot ciclista Ciudadanos es un chuparruedas. El partido de Pablo Iglesias ha abierto la brecha en el muro: por primera vez se empieza hablar de casos concretos, con nombres y apellidos, de corrupción a gran escala que salpican altos cargos del PP y del PSOE. Este cambio en la tolerancia ética en la sociedad ha permitido a un tipo hábil como Rivera construir un discurso de regeneración que parece competir con el de Podemos. Veremos si es real o solo marketing.

¿Qué diferencias hay con la fracasada Operación Reformista que finiquitó la carrera de Miguel Roca, hoy abogado de la infanta Cristina en el caso Nóos? Ciudadanos, además de clima general que le beneficia, es la apuesta de lo que llamamos el Ibex 35, que se ha asustado con Podemos, partido al que sus medios de comunicación han presentado como de izquierda radical, aliado del chavismo y amigo del entorno de ETA. Lo que más les ha atemorizado son las encuestas y las propuestas rupturistas con el sistema nacido de la Transición. Están en juego los negocios y una forma patrimonial de entender la democracia.

El Ibex-35 exclamó: “¡Necesitamos un Podemos de derechas!”, y Rivera que es, sobre todo, un tipo con suerte, pasaba por ahí. No tiene ideología clara, es decir, que es de derechas. Está más cerca del making off de un político de EEUU que de uno español (piensen en Martínez Pujalte en la Escopeta Nacional). Esto sería un avance: pasar de la naftalina franquista al comercialización de la imagen de Obama.

Rivera a diferencia Rajoy habla bien, tiene empatía, no molesta. Ha construido su boom demoscópico y su éxito electoral en Andalucía con un discurso sencillo en el que mezcla propuestas contra la corrupción, en esto se parece a Podemos, con medidas de reforma para que nada esencial cambie. Basta con leer los titulares de algunos periódicos cuando se refieren a Ciudadanos. Hay entusiasmo. Creen haber encontrado el anti-Podemos: el sistema se ha salvado.

Falta mucho hasta noviembre. Los datos del CIS en el último barómetro y las encuestas que se han ido publicando parecen apuntar a un resultado apretado en el que los cuatro principales partidos –PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos– van a dirimir sus posiciones en unos pocos puntos pese a que D’Hont beneficiará a los dos primeros. El ganador va a quedar muy lejos de la mayoría absoluta. Andalucía es el laboratorio de lo que viene y la prueba de que no hay cultura del pacto, solo la del intercambio de prebendas. Para Susana Díaz responsabilidad es regalarle un cheque en blanco, no convocar unas elecciones innecesarias.

Los líderes de Podemos parecen nerviosos con Ciudadanos. Es cierto que les roba votos en el centro y en la izquierda más moderada, pero pasar al ataque contra Rivera es un error. Cae simpático, tiene mejor imagen que su partido, no es su enemigo, y tal vez sea necesario pactar con él después de las elecciones. Nada de lo que fue descabellado en Grecia puede serlo en España. A Podemos se le entiende mejor cuando arremete contra el PP y el PSOE, cuando critica la corrupción y el mamoneo de las instituciones. Esa es su marca: luchar contra los molinos de viento.

Van a ser interesantes los pactos municipales y autonómicos. Ya no valen las evasivas, hay que retratarse. En la entrevista que le hice a Juan Carlos Monedero, publicada en forma de libro por la editorial Turpial, decía que Podemos no facilitará el gobierno al PP donde sea posible, pero que para pactar con el PSOE u otro exigirían un acuerdo programático a cumplir en los primeros cien días. ¿Qué hará Ciudadanos? Según Monedero, Rivera evitará los compromisos con el PP para no llegar contaminado a noviembre. Para él, el peligro es que se le asocie con la derecha española, pero también que se le asocie con el PSOE. ¿Imaginan a Rivera aupando a Esperanza Aguirre a la alcaldía de Madrid? Es lo malo de las bisagras: al final, quieras o no, tienes que mojarte el culo. ¿Quién dijo que la política era aburrida?  

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