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Cómo escribir sobre inmigrantes africanos

Una familia, a su llegada al Aeropuerto  de Barajas en Madrid. EFE/Victor Lerena/Archivo

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En tu titular usa siempre el término “inmigrantes”. Todo el mundo sabrá que son africanos. Si te apetece, puedes ponerle el apellido “ilegales”, como si fueran droga, y así añadirle dramatismo. Para que tu editor compre la noticia y la audiencia haga clic en ella necesitarás que sea lo más trágica posible: muertes, naufragios en directo y heridas graves. Si el contenido no encaja en estos parámetros, lo mejor es que ni te molestes en seguir escribiendo.

Para ilustrar tu reportaje nunca selecciones fotos de inmigrantes africanos bien vestidos bajando del avión en un aeropuerto. Aunque existan, ellos no merecen atención. Escoge siempre imágenes de quienes vienen en pateras o saltando la valla con la ropa rota, cubiertos de heridas por todo el cuerpo y con la piel seca. Es lo que nadie ha visto antes.

Por suerte, en ningún momento necesitarás su consentimiento para tomar y difundir sus fotos. Sean adolescentes o incluso bebés, están exentos de la ley de protección de menores. Les gusta que las imágenes de uno de los peores momentos de sus vidas ocupen portadas y telediarios. Que queden guardadas para la eternidad. Todos, mayores y pequeños, vivos o ya muertos, saben que así están concienciando a los europeos. Eso les reconforta.

Para referirte a ellos, hazlo siempre como inmigrantes. En todas las circunstancias, aunque la migración sea solo una parte de su vida. Si llevan 40 años en España, son inmigrantes. Después de muertos también siguen siendo inmigrantes. Si este es el caso, no escribas que han fallecido “personas” porque así quien te lea entenderá algo que no son: seres humanos. Si están vivos, desliza tu sorpresa cuando den abrazos, enseñen sus sonrisas, canten, cocinen, jueguen a fútbol… En definitiva, cuando se muestren como algo más que inmigrantes moribundos. Deja claro que cualquier acción humana que realicen es emocionante y digna de compasión.

En el momento de describir su lugar de procedencia, fíjate en el color de piel. Si son negros, di que son subsaharianos. En el caso de que no lo sean, son magrebíes. No hace falta que especifiques el país porque todos vienen del mismo: África. 

Da por hecho que en sus países de origen todos han sido muy pobres, sin apenas comida, casi analfabetos y que huyen de la guerra. Contada la vida de uno, contada la vida de todos. Sin matices. Todas sus historias comienzan desde el día en que se montaron en una patera. A nadie le interesa saber que antes intentaron viajar de forma segura en avión, pero que tomaron ese camino porque Europa apenas facilita visados en países africanos.

Sin son muchos no te molestes en contarlos. A partir de dos personas, la unidad de medida son los fenómenos de la naturaleza, como “oleada” o “alud”. Si esas opciones no te gustan, puedes tirar de los clásicos “avalancha” o “masivo”. Para los días especiales está reservada la palabra “invasión”. No te preocupes si en textos anteriores llamaste masivo a un salto de 40 personas pero ahora lo quieres aplicar a la llegada de 1500 personas: siempre son muchos y lo importante no es cuántos son, sino de dónde vienen. Por ejemplo, no utilices estos adjetivos para hablar de los turistas alemanes que aterrizan en las Islas Baleares cada verano.

Si es época de pandemia, sea de coronavirus o de ébola, da por hecho que vienen infectados. No hace falta que te preocupes por su salud ni que investigues si han recibido atención médica en los últimos tiempos. De donde vienen están muy acostumbrados a las enfermedades y a morir de ellas. Lo importante es que transmitas el enorme riesgo que suponen para la salud y la vida de los ciudadanos europeos. 

Las vallas son más importantes que las personas, así que deja espacio para conocer su estado. Especifica cuánto daño han sufrido, el millonario coste de su reparación y lo mucho que afectará su deterioro a la seguridad nacional. No hagas más preguntas, y menos si son sobre las vidas que su presencia se ha llevado por delante. Quien quiera conocer ese tipo de datos tiene ahí los portales de transparencia.

Si te cruzas con una persona blanca voluntaria de una gran ONG, conviértela en el centro de la historia. Pregúntale por cómo se siente ayudando a los demás y por lo mal que lo pasa viendo el sufrimiento de los inmigrantes africanos. Es la única perspectiva que necesitas. Su punto de vista habla por las personas a las que atiende. Deja un hueco para sus propuestas, especialmente si pasan por pedir más amor y empatía. Pero que sea lo suficientemente ambiguo como para que no se entienda que hay culpables concretos. La responsabilidad es de todo el mundo por igual.

Hay una serie de palabras y temas que son tabú: colonialismo, las políticas migratorias de la Unión Europea, la externalización y militarización de fronteras, la ley de extranjería, el racismo, las propuestas políticas de los propios africanos frente a su situación, los efectos del Franco CFA en las economías del continente, los nombres de quienes sacan beneficio económico de las fronteras… Evita hablar de todo esto. 

En el caso de que necesites completar tu pieza con voces expertas, bajo ningún concepto cuentes con otras personas migrantes. Sería redundante que los migrantes opinen sobre la situación de los propios migrantes. Los mejores analistas son los que no son expertos en la cuestión o consideran que todo se debe a que son pobres, no migrantes. El punto de vista de un portavoz de la extrema derecha también es importante porque hay que escuchar a las dos partes y porque todas las opiniones son respetables.

Para el final, incluye una reflexión personal. Cuenta con palabras bonitas lo injusta que te parece la situación. Explícalo como si fueran las inclemencias del tiempo ante las que nada se puede hacer. Si quieres rematar la última línea citando a una persona racializada, Nelson Mandela es a quien estás buscando. “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, o su origen, o su religión”.

** Este artículo es un homenaje a ‘How to write about Africa’, el texto que escribió el periodista keniano Binyavanga Wainaina para Granta. 

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