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La España criminal de Isabel Díaz Ayuso

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, habla en un encuentro con empresarios e inversores chilenos este sábado, en Santiago (Chile). EFE/Ailen Díaz
26 de marzo de 2024 21:55 h

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Cada vez que se pone delante de los micrófonos -que es cada vez que se mueve- sus palabras son recogidas como ocurre, salvando las distancias, en Estados Unidos con Taylor Swift. La diferencia es que la artista norteamericana canta, y Ayuso miente, insulta y difama. Modelada por el camorrista Miguel Ángel Rodríguez y con - al parecer – grandes dotes naturales para la bronca, Ayuso se ha convertido en un problema de envergadura para la convivencia, la dignidad de la política y para el PP, su partido, que la alienta… de momento.

Isabel Díaz Ayuso ha ido de promoción y de vacaciones de Semana Santa, con nuestro dinero, a Chile, usando para ello una batería de improperios injuriosos contra España. Los dirige al presidente del Gobierno -su obsesión- pero son contra España e incluso el Madrid que preside. Desde la extrema derecha que profesa ha insultado también al gobierno del país que la recibe, al que ve igual de nefasto que el nuestro. Exhorta a derribar ambos por necesidad... para los intereses que ella defiende, que son siempre los de las élites.

Su viaje al exterior ha sido una vez más bajo plataformas ultras y para hablar a medios ultraconservadores. La pasión por ponerle un micrófono solo ocurre en España. No se ha traído contratos, ni se ha visto con autoridades chilenas. Se ha dedicado preferentemente a insultar a Pedro Sánchez a unos niveles ofensivos impropios de una presidenta seria.

Alerta, pues, empresarios de Madrid, porque a ver quién se anima a invertir en esa España que Ayuso en su odio vitupera y sueña trocada en un país que ha normalizado el crimen, dice. No venga nadie aquí, ni se les ocurra. Aunque ella afirma que Madrid es todo lo contrario: un lugar vibrante, con innovación y talento, ideal para desarrollar sus proyectos. Ya es bien raro en ese cenagal de maleantes español que describe Ayuso, que su Madrid haya logrado semejantes éxitos. Desde luego, lo han sido con seguridad para su familia y allegados, y para los empresarios amigos que triplicaron el presupuesto inicial multimillonario de un hospital que no sirvió para nada y que restó aquellos recursos que hubieran necesitado los 7.291 ancianos muertos sin asistencia ni de oxígeno en su dura agonía con la asfixia del virus pandémico. La desalmada ha llegado a decir que “se iban a morir igual”. Algo que los hechos y la Comisión de la Verdad ha demostrado incierto.

El paraíso madrileño de Ayuso no es lugar para ancianos, a los que siguen maltratando en las residencias; ni para pobres de ningún tipo, ni para la verdad, ni para la decencia más elemental. No se les ocurra venir a invertir, ni a pasar unas vacaciones, mientras siga al frente Cruella Vil Ayuso. Sí lo es para inversores, ya ven, se ha atrevido a ofertar a los empresarios chilenos ¡nuestra Sanidad Pública! para que hagan negocio. Como si fuera de ella, aunque parece que en la práctica lo sea, dados sus manejos.

Como a los periodistas y medios chilenos -los escasos que ha tenido a mano- no les unta con nuestro dinero disfrazado de publicidad institucional -la base que ha fraguado el éxito de Ayuso- hubo alguno que, como exige el periodismo, se informó de quién era esta elementa y le preguntó por sus líos descomunales con el novio, la Quirón, sus contratos, sus exenciones, sus pisos y sus coches de lujo. Tanto no aún, pero algo sí le opusieron. Ella contestó: Venezuela, Venezuela, Venezuela. Como la tertuliana de ultraderecha que no ha dejado de ser. Qué bochorno, qué vergüenza ajena. Y se atrevió a acusar en un país extranjero, en Chile, al presidente del Gobierno español de “utilizar todos los poderes del Estado para ir contra ella”, en referencia a los pufos de su novio, González Amador, por los que una jueza lo ha imputado tras un largo contencioso con Hacienda. Es intolerable. No recuerdo a ningún mandatario extranjero, aunque sea de menor estatus, del equivalente a un Lander, malmeter contra su país fuera.

Y qué escarnio ver cómo usa nuestro dinero, a razón de 100.000 anuales, para intentar agredir al PSOE de Pedro Sánchez con un expresidente de Madrid expulsado del partido por razones obvias.

Estamos acostumbrados al patriotismo del PP, cuyos líderes ponen a parir a España, cada vez que salen de su terruño cateto. Lo hizo M.Rajoy con Zapatero en el PP europeo, en un momento crítico para España, 2010, que le traía sin cuidado. Y Casado en aquella patética actuación de chivato con el entonces presidente de la Comisión Europea Jean Claude Juncker. Y Feijóo y de nuevo Ayuso en el PPE. Dolors Monserrat no se ha dedicado a otra cosa a diario en el Parlamento de Estrasburgo. Solo a eso. Siempre hemos sabido que la única “patria” del Partido Popular es la pasta, el dinero, el lucro. Pero servirse de vituperar a España para obtener mejores beneficios  es ya mucho más que el colmo.

Infórmense cuanto puedan los periodistas extranjeros. Ayuso aspira a ser una Milei destructora del Estado. Está abrasada por sus escándalos y los del bigardo con el que comparte vida y beneficios. Es imprevisible cuánto va a durar en el cargo. Sale de todo, dadas las complicidades con las que cuenta -hasta en la justicia como es evidente- pero tampoco parece muy sostenible que pueda mantenerse sobre su cochambre, enfrentada al mundo, aupándose sobre la masacre de las residencias, cada vez más agresiva y prepotente. Cuando ya solo queda al aire la chulería y el odio mal camino se vislumbra. Lo que sí sería un verdadero peligro es verla avanzar hasta el gobierno del Estado, porque entonces -vistas sus aptitudes y trayectoria- estaríamos mucho más cerca de una España criminal que ahora. La de Ayuso y sus secuaces.

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En elDiario.es somos conscientes de que publicar artículos como este no es fácil, que puede haber consecuencias. Al menos ya sabemos a qué nos enfrentamos esta vez. Nos lo han dejado claro y por escrito: “Os vamos a triturar, vais a tener que cerrar”. Las amenazas de Miguel Ángel Rodríguez, la mano derecha de la presidenta de Madrid, no son solo un calentón. No es siquiera la primera vez que recurre a presiones así para evitar que se publique una información.

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