España, donde el tuerto es rey
Mientras Felipe de Borbón y Letizia Ortiz baten el récord mundial de apariciones en eventos de alto copete para proclamar lo bonita que es la unidad, van emergiendo las razones que precipitaron la abdicación de Juan Carlos de Borbón. La demoscopia publicada no miente. La mayoría quería esta abdicación, la mayoría desea un referéndum y la mayoría que prefiere Monarquía a República ha resultado ser más minoritaria de lo previsto. El rey ha demostrado no haber perdido del todo su olfato político. Sabía que era ahora o puede que nunca.
Con su decisión el renqueante monarca les ha echado varias décadas encima al resto de las instituciones del Estado. La Monarquía, que parecía tan vieja, acabada y acosada por los escándalos de corrupción y la desafección popular, ha sido la primera en iniciar la renovación generacional. La pregunta resulta obvia: ¿Van a seguir su ejemplo otras instituciones sacudidas por parecidos o idénticos problemas? ¿Qué harán los partidos mayoritarios, los sindicatos, la patronal, la judicatura o incluso los medios de comunicación?
Si la idea de Zarzuela pasaba por abrir con su gesto la espita de la renovación generacional, de momento no funciona. Todos los teóricos destinatarios de su mensaje sobre la urgencia y la conveniencia de que sea la juventud la que baile, como pasaba en la Transición y en Aplauso, no se dan por enterados.
Los dos principales partidos hacen como que no han oído. Envuelto en el mayor escándalo de financiación ilegal de nuestra democracia, el Partido Popular parece convencido de que la ciudadanía solo piensa con el estómago, que si la economía se arregla, todo se resolverá porque eso de la política, la ética y la transparencia, en realidad, no le importa a casi nadie.
Pasada la escandalera sobre si primarias, congreso o militantes, en el PSOE vuelve a reinar el silencio. Los candidatos se han sumergido en el partido a ver cómo va lo suyo. De lo que piensan hacer si ganan, de momento, ni palabra. Será que no quieren estropearnos la sorpresa.
En el Congreso de los Diputados y en el Senado andan ocupados eligiendo traje para la proclamación. Durante estos años no han tenido tiempo para dotarse de un reglamento que les obligara a ser más transparentes, aplicados y ejemplares, así que no iban a empezar ahora.
En los sindicatos también hacen como que llueve. La renovación generacional no va por ellos porque aún están en la flor de la vida. Tampoco se da por aludida la gerontocracia empresarial que domina un IBEX 35 con una media de edad por encima de la del último Soviet Supremo soviético en activo.
En la judicatura también se ponen de lado. Al parecer todo funciona de maravilla en un poder judicial donde un tipo como Enrique López puede llegar a magistrado de Tribunal Constitucional. En los medios de comunicación todo va tan bien que no necesitan ni lectores mientras haya tertulias donde avisarnos de lo mal que iría el mundo si empezamos a votarlo todo. En el país de los ciegos, solo nos queda esperar que al menos sea verdad eso de que el tuerto es el rey.