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First we take Telefónica

Fachada de la sede corporativa de Telefónica.

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“El Gobierno asalta Telefónica”. “El Gobierno toma el control de Telefónica”. “Sánchez ordena asaltar Telefónica para garantizarse el control político”. “El Gobierno interviene una de nuestras mayores multinacionales”. “Tras ocupar las instituciones públicas, el sanchismo intenta ahora ocupar el sector privado”. “Telefónica puede ser el primer paso, querrán hacerse con el control de otras empresas estratégicas”.

No sé vosotros, pero yo leo titulares como los anteriores, y escucho lo que la tertulianada derechista y los portavoces de PP y Vox dicen sobre el “asalto” de Telefónica por el Gobierno (no el Estado, sino el Gobierno, o directamente Sánchez); y me voy corriendo a Gran Vía 28 para plantar en todo lo alto del Edificio Telefónica la bandera roja. Y de allí al Distrito Telefónica, la sede de la compañía, para unirme a las masas socialcomunistas, ocupar el edificio y hacerme fotos en la sala de reuniones del consejo de administración mientras me fumo sus puros.

Que me vengo arriba de solo escuchar que el Gobierno “asalta”, “ocupa”, “toma el control” de una gran empresa estratégica. Una gran empresa estratégica que un día fue nuestra, por cierto. Como otras grandes empresas estratégicas de energía, banca, minería, construcción, aeronáutica, materias primas, químicas, siderurgia, ingeniería, transporte, alimentación y un largo etcétera: más de 120 empresas que un día fueron públicas, y que los gobiernos de Felipe González y sobre todo Aznar privatizaron alegremente.

Luego lees la letra pequeña de la noticia y se te enfría el ardor bolchevique. Ah, que no es para tanto. Que se trata de evitar que una empresa estratégica sea controlada por un fondo saudí. Y que la anomalía no es que el Estado participe en el capital de una multinacional, sino desentenderse y dejarla al viento del mercado: lo habitual en el resto de Europa es que los Estados mantengan una importante participación pública en las empresas de telecomunicaciones pero también en otros sectores estratégicos como la energía, la defensa o incluso la industria automovilística (el Estado francés controla el 15% de Renault; lo que dirían nuestros patriotas de pulserita si España entrase en el accionariado de Seat). Participaciones que otros países utilizan para su política industrial pública, algo que aquí nos suena a chino (a chino comunista, vaya).

Por lo visto nuestros patriotas de pulserita prefieren que Telefónica esté en manos de Arabia Saudí antes que de la SEPI (controlada por el autócrata Sánchez), como en su día prefirieron que Endesa quedase en manos de Enel (esta sí controlada por el Estado, pero el italiano) antes de caer en las garras de los malvados catalanes de Gas Natural. Resultado: Endesa lleva casi dos décadas al servicio de los intereses italianos, expoliada de paso. Los mismos patriotas que ahora claman contra el asalto, la intervención, la ocupación, el control político; y que no tardarán en poner en circulación bulos sobre la operación, ya verán. Igual que la fachosfera hizo correr el bulo de que el control de Indra por el Gobierno le permitiría manipular las elecciones, ahora dirán que tras asaltar Telefónica podrán espiar nuestras conversaciones. Lo veo venir.

Ojalá el “asalto” a Telefónica fuese el comienzo de una vuelta a la participación pública en sectores estratégicos para ponerlos al servicio del interés general, que buena falta nos hace. Que tras Telefónica viniesen otras tanto o más estratégicas que nos permitiesen hacer políticas públicas con más músculo. Venga, cantad conmigo al ritmo de Leonard Cohen: First we take Telefónica, then we take

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