Frankenstein, Sansón o Iván el Terrible
¿Realmente lo que vive la sociedad española es una situación de urgencia social y económica? ¿Y hay una crisis política del Estado? Puede que no, que el común de la gente viva bien y tenga buenas perspectivas y por ello esté contenta. Puede que exista una política que soluciona los problemas de gobierno y de convivencia y que exista un sentimiento nacional compartido. Si es así, es lógico que los partidos estatales actúen de este modo. Si no es así, como creo, es el colmo.
Me refiero a los que no son el PP, pues el PP expresa con creces los intereses de los sectores que representa. Puede que tenga muchos votantes que son pobres pero con toda claridad es un partido de los ricos y para conservar y aumentar privilegios a los ya privilegiados. Y lo hace muy bien, es un partido bien enraizado socialmente y conectadísimo con esos intereses.
Otra cosa son los partidos estatales que se quieren “de izquierdas” y dicen representar a los sectores sociales que pagan las consecuencias de la política del PP, me refiero a PSOE y Podemos, esos dos partidos están demostrando una incompetencia y una incapacidad para cumplir su función que llega a niveles estratosféricos. Las peleas en público entre los de un lado y los del otro demuestran inmadurez completa, la política tradicionalmente es una ensalada de astucias pero lo que esos dos partidos se hacen a sí mismos es infantilismo por doquier.
Lo de Felipe González, en cambio, es una astucia envuelta en falsa inocencia: el pobre Sánchez lo engañó. Le había dado palabra de abstenerse y ahora va y no cumple, qué jodido. Es evidente que González, desde que no está garantizado el gobierno del PP, es un actor de una operación política para que el PSOE le asegure la continuidad, cosa legítima aunque no tenga nada que ver con el adjetivo “socialista”, pero es interesante su queja por la desobediencia de Sánchez. Efectivamente, tras el estallido de la crisis, que ató y tumbó a Zapatero, el control del partido fue retomado por la “vieja guardia”, el grupo de dirigentes que se identifican con la época de González y Guerra, primero ocupó la secretaría Rubalcaba y luego, ellos mismos, dieron paso a un joven político con más ambición particular de lo que podían imaginar, Pedro Sánchez. Efectivamente, Sánchez es una creación suya, un Frankestein, un hijo salido de las entrañas de González y demás pero, como ocurre tantas veces, se rebeló contra la tutela y ahora está enfrentado a sus padres.
Sánchez entiende su cargo de un modo nuevo, hace lo que le da la gana porque para eso es secretario general, debe de ser eso de “la nueva política”. Tiene que gestionar una situación política complicada y endiablada pero además lleva meses protegiendose las espaldas y para eso se encerró en si mismo pasando de los dirigentes territoriales. Efectivamente así no se puede dirigir un partido, en eso tienen razón sus críticos, porque conduce inevitablemente a una situación interna como la actual, una especie de conspiración en marcha o una rebelión interna. Pero tanta responsabilidad como Sánchez tienen esos dirigentes autonómicos que tanto daño hicieron y hacen a su partido. Como Sánchez parece decidido a todo eso puede acabar como cuando Sansón se cargó el templo pereciendo él con todos sus enemigos.
Aunque si llama a rebato a los militantes y a la base social puede ser que consiga, como Iván el Terrible amenazado por los nobles boyardos, liquidar su poder e investirse de un poder absoluto en su partido. O sea, como cuando reinaba González.
Es evidente que el PSOE vive una crisis total y en el peor momento, así como el PP sabe perfectamente cómo aprovechar la crisis para los intereses que representa, la socialdemocracia sigue estupefacta contemplando cómo es pasado ella, los sindicatos y tantas otras cosas. En ese partido se están discutiendo dos cosas al tiempo, una es quién manda ahí pero la otra, la que sí nos afecta a todos, es ¿van a apoyar un gobierno del PP con o sin Rajoy o no? Que esos dirigentes críticos aclaren si lo que están discutiendo es si Sánchez dirige el partido dividiéndolo o si lo que pretenden es que siga gobernando el PP. Si defienden esto último mostrarán que su desconexión con las bases es total, tan total como la de González.