Que hablen de nosotros aunque sea mal
Es la estrategia del PP de Casado: que, para bien o para mal, los medios hablen de su partido, descalabrado de manera sucesiva en las recientes elecciones. Tocado el bipartidismo, y ya que no se podía competir con los partidos que han sido sus rivales políticos tradicionales, Casado optó por competir en espectáculo, por lamentable que este fuera. De ahí su empeño en Cayetana Álvarez de Toledo, y de ahí la defensa numantina que de ella hace el líder popular. Contra viento, contra marea y contra buena parte de su formación. Desde luego, en algo ha estado avispado Casado: nadie mejor que Álvarez de Toledo para competir en las formas camorristas de una Rocío Monasterio, de un Ortega Smith o de una Inés Arrimadas. Donde hay formas hay fondos, pero eso era lo de menos, por cenagosos que esos fondos fueran. Lo importante era que las formas fueran broncas, escandalosas, chulescas, folloneras. Virales. Mediáticas.
No es fácil saber aún cómo le resultará la estrategia a Casado, pues en la política española todo puede pasar de un día para otro y sin solución de continuidad. De momento, parece que regular: si Álvarez de Toledo tiene una virtud, esa es la de resultar desagradable a todos, a diestro y siniestro. Con el apoyo a su candidatura y su nombramiento como portavoz en el Congreso, el jefe Casado buscaba un ruido que llenara el espacio perdido. Pero otra cosa es el rechazo de propios y ajenos. Sobre todo, de propios. Ni los suyos quieren a Álvarez de Toledo, y a muchos se les está agotando la paciencia con su exquisita mala educación. Es el caso del concejal por Barcelona Josep Bou, que ha llegado a calificar de “error” su elección para esa ciudad. Bou se ha referido al hecho de que ni sea catalana ni hable catalán, argumento con el cual se podrá estar o no de acuerdo pero que es una reflexión razonable, aunque provenga de un catalán del PP, que es una combinación casi irracional: es conveniente conocer el territorio del que eres candidata.
La elección de Cayetana Álvarez de Toledo parece, pues, un error, se mire por donde se mire. Porque el error ha sido querer diferenciarse de los adversarios con herramientas idénticas a las de los adversarios. Y sucede que entonces pueden confundirte con Arrimadas aunque tú seas marquesa. O con Monasterio, aunque tus títulos sean de Oxford. Pero allá ellos y sus errores: bienvenidos sean. Lo preocupante es que fuentes del propio PP no solo confirmen que ese error se cometió a conciencia sino que lo defiendan: que la elección de Álvarez de Toledo respondió a la necesidad de un perfil polémico, provocador, desafiante. Que hablen de nosotros aunque sea mal.
En términos democráticos, es triste que el único espacio político que se fomente sea el de la crispación. El PP sigue en ello porque, al menos hoy por hoy, no tiene respuesta a las nuevas formas y los nuevos fondos que se están planteando. De ahí, el foco sobre alguien como la portavoz parlamentaria. Hoy por hoy, ese es su error. Esperemos que persista, por triste que resulte la aspiración.
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