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Los hombres que no ayudaban a las mujeres

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6 de mayo de 2022 23:12 h

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De camino al aeropuerto de Montreal en un autobús urbano, encontré esto:

Para quién no hable francés, esta señal informa de un servicio para mujeres que viajan solas por la noche, concretamente, parada entre paradas. Informas al conductor, y hace la parada extra para que llegues más segura a casa. Se ofrece desde el 2004. En España también vamos con un poco más de retraso, pero se empieza a ofrecer también. Ciudades como San Sebastián, Bilbao, Valencia, Alicante hacen estas paradas extra, lo llaman paradas rosas o paradas violetas.  

En mis redes sociales, al compartir la foto, ha habido sentimientos encontrados sobre este servicio, desde las que se alegran por ello a las que dicen que el que exista es un poco insultante, ¿por qué tenemos que modificar nuestra conducta para estar seguras?. La mayoría de chicas que me han escrito desconocían el servicio (algunas residentes en las ciudades mencionadas). E incluso, esto es lo que me ha llamado la atención, no quieren usarlo porque no quieren incomodar al conductor con su petición o las que habiendo pedido parada, el conductor simplemente las ha ignorado.

Volver sola por la noche no es un nuevo drama moderno, las llaves en las manos por si acaso hay un ataque, ir por calles iluminadas, mirar atrás constantemente, cambiarte de acera si alguien viene detrás, ir con el móvil para que piensen que puedes avisar a alguien… tenemos un muchas estrategias por si pasa algo. 

¿Pero y si pasa?

“Un hombre me seguía por la calle, me asusté y empecé a andar rápido. Al ver cerca a unos agentes de policía, me acerqué a ellos. Ellos me miraron mal, y me preguntaron qué quería. Yo les conté que alguien me seguía, me miraron mal y no hicieron nada”. 

“El otro día entré en un taxi llorando porque me perseguía un hombre, el taxista me preguntó que a dónde iba y si esperábamos a mi ”amigo“. Le dije que arrancara ya, que el señor me estaba acosando. El taxista arrancó tranquilamente y no me dirigió la palabra más, mientras yo hiperventilaba. Empatía cero”.

“Cuanto tenía 18 un hombre me tocó los pechos en medio de la calle, me puse a chillar como una loca y nadie hizo nada. Eran las tres o cuatro de la tarde”.

“En mi 18 cumpleaños, mi exnovio y yo discutimos mucho, él me empujaba y no me dejaba irme. Eché a correr a un taxi y le dije que por favor me cogiera, el taxista me dijo que no y se fue”.

“Un hombre me seguía por la calle, me asusté tanto que aunque mi casa estaba cerca, me metí en un bar cercano llorando. Los camareros me miraron mal, hasta que el hombre que me seguía se puso a aporrear la puerta”.

Todos son testimonios que han llegado a mi Instagram. Tengo muchísimos más y lo más escalofriante es que somos acosadas desde la niñez o adolescencia. Muchas de ellas, les ocurrió cuando tienes entre los 12 y14 años. 

¿Por qué si claramente necesitamos ayuda, se nos niega? 

Es más, parece ser que aquí la prevención es molestia, si no ha pasado nada, si nadie te ha agredido o violado (todavía), cállate, no vaya a ser que molestemos con nuestra necesidad de estar seguras. Hablaba con Desirée Bela que es muy perverso que quien esté a cargo de nuestra seguridad sean muchas veces hombres que no tienen ni formación ni sensibilidad con nuestras necesidades.

No sé cuantas veces me habrán dicho “cállate, que si no será peor” hay que callarse cuando te siguen por la calle masturbándose, hay que callarse cuando te llaman puta cuando no quieres tener nada que ver con esa persona, hay que callarse cuando  exhiben delante de ti sus genitales, hay que callarse porque si no, será peor. Y yo, que muchas veces no me he callado, corroboro que es peor.

Nos enseñaron a huir, nos enseñaron a agachar la cabeza, nos enseñaron que si pasa algo, estamos solas, y nosotras lo aprendimos todo. Aprendimos a sentirnos indefensas. 

Lo irónico de todo esto es que también aprendimos a sentir vergüenza y culpabilidad por sentirnos vulnerables, por no poder defendernos solas.

Como mujer a la que le ha tocado volver sola a las tantas de la madrugada cuando los ocho euros del taxi eran un lujo, no quiero hacer activismo de noche. No sé si el lema “sola y borracha, quiero llegar a casa” me representa, creo que no hace falta irse tan lejos; simplemente sola, quiero llegar a casa.

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