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Iker Jiménez y la moción de Extremadura

El presidente de Extremadura, José Antonio Monago. / Efe

Antón Losada

Desde hoy, en la historia universal de las mociones de censura habrá un capítulo especial dedicado a la que presentan Fernández Vara y el PSOE en Extremadura. Podría llamarse La moción inexplicable o Cuándo no presentar jamás una censura. Iker Jiménez debería dedicarle uno de sus impactantes entregas de Cuarto Milenio. Tiene misterio para dar y tomar.

Extremadura se ha convertido en el área 52 de la política española. Todo resulta muy raro. Que un dialéctico tan complejo y fino como Monago sea conocido como el Barón Rojo; que Izquierda Unida permita un Gobierno de derechas solo por despecho con el socialismo y Rodríguez Ibarra; que desde el PSOE se fuguen un par de diputados y funden una especie de partido de arrepentidos regionalistas, que según sus milagrosas balanzas fiscales todos les debamos dinero. Todo ya parecía suficientemente inexplicable sin esta moción de censura. Ahora se ha vuelto un enigma que solo un gran desentrañador puede desentrañar.

La teoría general sobre las censuras establece que solo deben presentarse para ganarlas. Se pueden ganar de dos maneras: sumando más votos y llegando al Gobierno, o aprovechando la debilidad de rival para evidenciar que no puede seguir gobernando porque no le dejan ni los suyos, como hizo Felipe González con Adolfo Suárez y la UCD. El caso de Monago no parece corresponderse con alguno de estos supuestos. No tiene menos votos y los suyos están encantados.

Fernández Vara ha pasado de ofrecerle un pacto de legislatura a registrar una censura. Es como pedir en matrimonio y meterle una demanda de divorcio a la otra parte cuando se niega. Si la hubiera presentado para ganarla, habría negociado antes con IU y con sus arrepentidos regionalistas. En realidad, Fernández Vara le presenta la moción de censura a IU. Con esa soberbia que tantas veces pierde al PSOE, estaban convencidos de que el apoyo tácito de IU al Gobierno popular acabaría en un Waterloo electoral. Pero las encuestas dicen que, de momento, quién más se parece a Napoleón en esta historia es el propio Fernández Vara. Este movimiento a un año de las autonómicas se parece más a un intento para evitar la derrota interna en unas primarias que a una ofensiva para vencer al adversario.

La esquizofrenia donde parece haberse instalado IU también guarda su intríngulis. Gestionar el poder a la vez con el PSOE de Susana Díaz en Andalucía y con el Partido Popular de Monago mientras se reclaman otra política y otras políticas resulta ciertamente milagroso. Seguramente tendrán razón al utilizar una y otra vez la maldad y prepotencia del PSOE para justificar la abstención que permita gobernar a la derecha, pero el mensaje para el votante suena demoledor: Monago es menos malo que un Gobierno de izquierdas. Como eslogan, no parece un gran acierto.

Solo emerge una cosa clara en el mar de tanto misterio. Monago y el Partido Popular siempre ganan. La derecha manda mientras las izquierdas discuten quién lo hizo peor. Suele pasar cuando en el PSOE se empeñan en pensar que su problema es Izquierda Unida y en IU se empeñan en creer que su problema son los socialistas. Otro caso de división de la izquierda que acaba beneficiando siempre de la derecha. Otro misterio para Iker Jiménez.

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