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El jari de la Justicia

Sala de unos juzgados.

Elisa Beni

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“Es el alto tribunal (…) que tiene a sus litigantes con los tacones gastados, que da a los poderosos y adinerados abundantes medios para desalentar a quienes tienen razón; que hasta tal punto agota las cabezas y destroza los corazones que entre todos sus profesionales no existe un hombre honorable que no esté dispuesto a advertir: ¡más vale soportar todas las injusticias que venir aquí!”

Charles Dickens. Casa Desolada

Llevo unos cuantos días queriendo hablarles del jari de la Justicia, del lío tremendo, del sindiós que se produce cuando frenas por primera vez en la historia a un paquebote que marcha lento y pesado, pero con una inercia de siglos, para después intentar reanimarlo con prisa cuando sabes que ya estaba moribundo hacía mucho. He tardado porque a mí misma me costaba desenredar las madejas, las propuestas, los intereses, las banderías y también porque se han ido cruzando otras cosas. Se quejan con razón los que dicen que la Justicia es lo último. A veces, simplemente, porque resulta tan pesada y tan correosa para hincarle el diente que hasta los perros de los periodistas encontramos hueso más liviano que morder. Me ha decidido, sin duda, tras tener noticia de la terrible situación en la que se encuentran algunos magistrados que denuncian, con poco eco, que están secuestrados por el Gobierno y por el Congreso. ¡Ni más ni menos! Uno no acaba de entender cómo una noticia de este calado, inédita y jamás contada, esa que relata como dos poderes del Estado retienen involuntariamente a un tercero y que casi parece más materia de un cuadro de Delacroix que de una crónica periodística, no abre informativos aunque siempre le queda al escribidor la ironía.

Claman los magistrados, algunos, desde su retención involuntaria para ser liberados, si bien son tan honestos como para recordar ellos mismos cómo clamaban por ser hibernados cuando la pandemia les asustaba mucho. Esos momentos en los que exigían, algunos por vía judicial, trajes de astronauta medicalizados o escribían otros de carrera hermana que no estaban por la labor de ponerse en riesgo “por los derechos de otros”. Eran los menos pero cubrieron de oprobio al gremio. Ahora, sin embargo, con el bicho aún rondando tienen prisa por volver y hasta le ven segundas al plan de desescalada consensuado en la Comisión de Coordinación Covid-19 (Ministerio, CGPJ, Fiscalía y Consejerías). Dice una asociación judicial que se llama a sí misma moderada, así con un par, que tal vez este “secuestro del Poder Judicial” sea “una útil ventaja para el Ejecutivo de eludir el control de legalidad de sus actos”.

En esa interpretación conspiranoico-política vienen a coincidir con el casi ultra presidente del TSJ de Castilla-León, José Luis Concepción que ha ido muy cerca de posiciones políticas bien conocidas al afirmar que “se está utilizando el estado de alarma para legislar extramuros de las necesidades de la epidemia” y que “el Gobierno está utilizando la paralización del país para fines distintos que salvar a la situación”. No da ni la más mínima pista de cómo o cuándo o con qué pero ahí lo deja caer, como se dejó caer, siempre del mismo lado, cuando la exhumación de Franco. Ha tenido que salir Lesmes a darle un tirón de orejas, más que nada porque después de haber salido como un rayo contra Pablo Iglesias no podía volver a hacerse el sueco, como tantas veces antes, ante los desmanes del bando que le gusta. Lo que no dicen es que es imposible reanudar los plazos procesales si no se hace en todo el país a la vez y, obviamente, todo el país no tiene la misma libertad de movimientos ahora.

El caso es que más allá de ese ficticio secuestro lo que hay es una dificultad extrema para volver a poner en marcha una Justicia que ya daba síntomas de coma antes de la pandemia. Unos juzgados que se caían a trozos, en los que los legajos se amontonan junto a ordenadores antediluvianos, con juicios señalados para dentro de más de un año ¿cómo solucionar el colapso que se avecina de un ente cuya existencia normal es el propio colapso? No se trata de un tema interno sino que se va a convertir en el hilo de la salvación o la destrucción para muchos ciudadanos afectados por la crisis. En el orden penal no habrá mucho incremento, los delitos han bajado sustancialmente durante el confinamiento, pero a nuestra salida se pedirán divorcios, se sustanciaran los problemas de los hijos que quedaron con uno de los progenitores sin cumplirse las sentencias, se pedirán cambios en las pensiones con el desplome de los ingresos, habrá concursos de empresas, una litigiosidad social inmensa derivada del paro de la economía y tantas cosas cuyo retraso en la solución va a hacer sufrir a mucha gente.

Así que se ha hecho un plan de desescalada, con sus propias fases, que ahora a algunos jueces les parece que va lento pero que intenta una misión casi imposible: guardar distancias en sedes viejas y apretadas, promiscuas, con salas de vistas pequeñas, con pasillos en los que se amontonan los que van y vienen a juicio. Para reiniciar una Justicia que pudiese hacer frente a este marasmo harían falta muchos más jueces, mucho más espacio y mucha mas tecnología. Les resumo: todo ese dinero que hace décadas que se le hurta a una pata esencial del estado del bienestar. ¿Han oído hablar de alguna partida multimillonaria para este sector? Yo tampoco. Así que difícilmente se va a lograr que esto no sea un puto caos.

Algunos tienen prisa. Habrán visto que parece que echan de menos el poder avivar el fuego de las disputas con algunos titulares en forma de resoluciones. No sé, soy muy mal pensada. El poder secuestrado. Al que no secuestra nadie es a su presidente, Carlos Lesmes, que sigue su reinado caducado haciendo, como siempre, su santa voluntad. Ahora ésta es reactivar los nombramientos de altos cargos detenidos en enero y seguir haciendo otros porque no ve ganas de un pacto de renovación al que obliga la normalidad constitucional. Bien sabe él que Casado no tiene intención de perder poder y que el PP ya reventó un pacto hecho y no piensa cumplir con su obligación constitucional. Lo que no nos explica es por qué decidió en enero que había un nuevo gobierno y que en verdad era feo seguir tomando graves decisiones en funciones, cuando ningún electo puede hacerlo sino en cosas del diario, y por qué ahora en plena pandemia decide que de lo dicho nada. ¿Quién es él y en base a que razones jurídicas, que no ha hecho públicas, actúa de una forma u otra? Arbitrariedad, eres tú.

Por último, tenemos a los abogados encalabrinados por la idea de que el mes de agosto tenga 20 días hábiles y se les jodan las vacaciones sobre todo a los que no tienen un despacho con más abogados que puedan repartírselas. Yo no sé si llevan razón o no en que ellos van a ser los pagafantas de todo esto, dado que los jueces se irán en un momento u otro de asueto pero ellos, que dependen de tantos jueces, no podrán por si los que queden les evacuan trámite cuyos plazos venzan. Lo cierto es que están muy cabreados y que me cuentan que tal enfado fue el que llevó a Casado a desdecirse de lo negociado por su enviado, Enrique López, y a no votar el decreto del ministro en el Congreso. Parece ser que tanto el PP como Ciudadanos consideran que la mayor parte de la grey letrada son sus votantes y, por tanto, no quisieron apoyar un decreto muy largo que contenía una medida tan impopular entre las togas. En realidad, ya les digo, veinte días no van a arreglar esto.

Lo de la Justicia va a ser un cirio de los que hacen época. Solo les he hecho un esbozo para cuando toque ir desarrollándolo, para cuando sus expectativas, sus problemas o sus dramas se estrellen contra este paquidermo y toque explicarlo. Para que se vayan atando los machos.

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