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Mas, nuestro hombre en Cataluña

Mas ofrece a la CUP ser presidente cediendo peso a Junqueras, Romeva y Munté

Isaac Rosa

En España somos muy de encontrar manos negras por todas partes. En cuanto algo nos mosquea, ya vemos la sombra de los servicios secretos, los poderes fácticos o la CIA, cuando no todos a la vez. Y no es que seamos de naturaleza conspiranoide, sino que tenemos una larga tradición de manos negrísimas, nada imaginarias.

Así que no sorprende que en este año tan intenso circulen sospechas sobre todo bicho viviente, algunas muy locas. Las hay de Ciudadanos y de Podemos, para todos los gustos. Pero sobre todo abundan en la convulsa Cataluña.

Que los servicios secretos andan por Barcelona con las orejas tiesas es una obviedad: para eso están. No hay que ser un delirante para buscar topos u olisquear las cloacas del Estado. Sobre todo después de esto tan escandaloso que publicó eldiario.es hace un año. Lo malo es que cuando uno descubre que las manos negras haberlas haylas, pierde el sentido de la realidad y pasa a verlas por todas partes.

La última es la más cómica: dentro de la campaña de presión contra la CUP para que apoye a Mas (#PressingCUP), ha circulado medio en serio medio en broma, por redes sociales y foros, la especie de que la CUP está infiltrada por el CNI. Es decir, que una vez desactivado el superagente Nicolás, los servicios secretos habrían pasado al plan B: ponerle camiseta reivindicativa a un agente especial y colarlo en el partido asambleario. No dejo de mirar a la bancada cupera preguntándome quién será Jueves. ¿Tal vez el mismísimo Antonio Baños?

Ya puestos a delirar con tramas chestertonianas, yo apuntaría más alto. Si hay que sospechar, sospechemos a lo grande. ¿Y si el verdadero infiltrado fuese Artur Mas? Suena a coña, pero es más verosímil que una subsección del CNI en la CUP.

Si lo piensan en frío, Artur Mas es nuestro hombre en Cataluña, la mejor garantía de que Cataluña no será independiente. Sí, ya sé que está al frente del Procés, se presentó a las elecciones con programa independentista, y acaba de aprobar una hoja de ruta hacia la república. Pero a la vista de los resultados, Mas ha ejercido más bien como brida, lastre y freno del independentismo.

Cuando el soberanismo se desbordaba en la calle, apareció Mas y lo encauzó institucionalmente, colocándose a la cabeza en plan Fernando VII: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda independentista”. Y ahí lleva tres años, agarrando con fuerza las riendas. En las elecciones del 27S, volvió a prestar un servicio a España: se colgó de lastre en la lista unitaria, que habría volado más alto sin cargar con su legado de recortes y corrupción. Y una vez en el Parlament, va nuestro hombre y se atraviesa cual palo en la rueda del procés: o me votáis president, o aquí acaba el sueño indepe.

No, no creo que Mas sea un agente infiltrado. Le basta con ser el representante del poder económico catalán y de esa parte del catalanismo que se bajará del tren a poco que desde Madrid le ofrezcan un Estatut decente.

Si yo fuese el PP, votaría a favor de su investidura. No sea que cualquier día los suyos se den cuenta, se lo quiten de encima, y empiecen de verdad los problemas.

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