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Negociaciones a fuego lento

Sánchez, ilusionado con la coalición, agradece la actitud de Iglesias y cierra con él la estructura del Gobierno

Garbiñe Biurrun Mancisidor

Es más que posible que, mientras escribo estas líneas, las varias negociaciones abiertas por Sánchez para lograr su investidura estén muy avanzadas. Pero también es posible lo contrario, esto es, que la cosa vaya, no sé si para muy largo, pero sí para más largo de lo previsto y deseado por el PSOE. No lo sé, la verdad.

Claro que, después del supersónico acuerdo con UP, todo podría ser. Aunque, como dije hace pocas semanas, dicho acuerdo lo fue entre Sánchez e Iglesias, luego ratificado por las bases de ambos grupos –permítanme que me ahorre la opinión sobre estas consultas postacuerdo desde la perspectiva de la democracia interna–, pero, en todo caso, con escaso contenido real todavía, lo que también se estaría negociando ahora, o eso es de esperar.

O sea, que tenemos negociaciones a varias bandas: la primera, la de armar el acuerdo de base entre quienes serían socios de Gobierno, que tampoco ha de ser fácil; las siguientes, las de lograr los apoyos precisos para la investidura, que no están siendo menos complicadas. Ni podía pretenderse lo contrario.

El fuego lento está bien, muy bien. Permite cocinar a fondo y de manera calma, es más suave que la cocina a ebullición, resalta los aromas y las texturas de los distintos ingredientes, permite que los distintos sabores vayan penetrando los unos en los otros, admite a la perfección la contribución de especias y elementos aparentemente –solo aparentemente– menores, evita que los alimentos se quemen, se rompan o se endurezcan y requiere una temperatura inferior, aunque precisa más tiempo. Ah, y no requiere un recipiente ni una fuente de calor específicos –salvo recientes modernidades–. Además, ya para rematar sus bondades, dicen que permite eliminar las bacterias de un modo más eficaz. No me negarán que, así visto, parece una técnica que, aplicada a las negociaciones políticas, resultaría muy útil y eficiente.

Veamos. El PSOE –Sánchez dirigiendo las operaciones– está negociando con las fuerzas que apoyaron la moción de censura que lo llevó al Gobierno en junio de 2018. No son ingredientes muy similares entre sí, tienen distintos tiempos de cocción y distintos sabores; no podemos comparar hoy al PNV con ERC o a ésta con JxCat o EH Bildu o a ninguna de ellas con UP. Cada una de estas fuerzas tiene su identidad, su peculiaridad, su aportación al plato y se cultiva en un entorno muy concreto, y hay que añadirla a la preparación en momentos distintos para evitar su escasa o su excesiva cocción. Y no siempre es posible tener a mano el ingrediente fresco: muchas veces se precisa una determinada época y unas características climatológicas. Por lo que hay que pensar en ingredientes alternativos si nos faltan los esenciales.

La cuestión estriba en decidir el plato que queremos comernos y para cuándo lo queremos preparado y en la mesa. Puede ocurrir que, si no lo decidimos a tiempo, un determinado ingrediente desaparezca o se estropee –salvo que lo conservemos con mimo– o puede suceder también que algún ingrediente sea incompatible con otro o ennegrezca o avinagre el resultado, si no se trata de una determinada manera.

No sé qué plato quiere cocinar Sánchez. Tiene dos ingredientes principales –el PSOE y UP–, pero no son suficientes para esta fiesta: ni sacian absolutamente, ni dan todo el sabor requerido para un plato completo, ni alimentan como se precisa. ERC integraría, junto con otros, esta preparación, aportando una buena cantidad de nutrientes y aromas imprescindibles, pero no se encuentra en la época propicia, aunque la que viene parece aún peor. Se diría que el cocinero principal quiere esta aportación, aunque solo porque parece tenerla en la despensa, y también parece que ERC quiere formar parte del plato, aunque quizá en modo solo “aroma” y que los tres querrían seguir cocinando juntos y formar parte de otros platos para otras fiestas importantes que van a llegar en breve.

Desde luego, hay otros ingredientes igualmente necesarios, pero no son tan complicados de encontrar hoy ni tan delicados de manejar al menos hasta el momento. Parecen estar disponibles y en sazón.

Otro aspecto a tener en cuenta es que el ingrediente no se apodere del sabor del plato, no genere alergias o intolerancias graves y no se agote o se muestre como elemento para un solo plato, sino como un ingrediente versátil, capaz de alegrar otras fiestas. No es nada fácil: no hay muchos elementos que se integren bien en platos dulces y también salados, o fríos y también calientes. Suelen ser elementos muy tradicionales y clásicos –véase, entre otros, el PNV–, aunque hoy día la innovación nos sorprende con otras fórmulas hasta hace poco impensables.

Además, siempre queda otra opción para tener un plato a la mesa: la Thermomix, que permitiría a cualquiera parecer tener una alta experiencia en la cocina. Bueno, puede ser, pero quien a ello se dedique siempre va a necesitar un concreto aparato, una única fuente de calor, unas exactas recetas y unos ingredientes bien pesados y medidos. Nada que ver con la libertad del fuego lento gestionado por quien de verdad quiera darnos una gran fiesta.

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