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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Pactos ¿para qué?

Sánchez, dispuesto a reunirse con Casado mañana, viernes o sábado y agradece la disposición de otros partidos

Carlos Elordi

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Dentro de poco, no muchas semanas, el Gobierno se va a ver obligado a tomar la decisión crucial de ir reduciendo el confinamiento. Las necesidades económicas y el paulatino agotamiento de la resistencia de los ciudadanos va a obligar a ello. Pero la marcha de la pandemia no favorece esa perspectiva. Sigue creciendo el número de infectados, en medio de una preocupante confusión estadística, y también el de muertos. Pedro Sánchez necesitaría de un gran apoyo político para dar un paso tan arriesgado. Pero a medida que crece la inquietud sobre la marcha de la enfermedad, también aumenta la desunión entre los partidos.

Ya no es sólo la ofensiva del PP y de Vox para deteriorar la imagen del Gobierno entre una ciudadanía que no tiene claro que lo esté haciendo bien y a la espera de la rentabilidad electoral que eso pueda producirle. Es que sus relaciones con el PNV y con Esquerra se están deteriorando y no pasa una semana sin que el Govern de Quim Torra cuestione las decisiones que toma Madrid. Al tiempo que distintas comunidades presididas por el PP no dejan de poner pegas. El panorama se parece a todo menos a la unidad impuesta por las terribles circunstancias que pareció acordarse el día que se aprobó el estado de alarma.

Sin embargo, Pedro Sánchez sigue empeñado en propiciar un pacto de Estado de cuyo contenido se ignora todo y que cada día parece más difícil de lograr. Una iniciativa que, o cambian mucho las cosas, o no va a salir. Y ese fracaso podría volverse en contra de las intenciones del líder socialista. Porque podría conducirle a una soledad política de la que difícilmente podría salir.

No hay duda de que la negativa del PP a aceptar un diálogo colaborativo con el Gobierno también implica serios riesgos para Pablo Casado. Sobre todo el de aparecer como un político sólo preocupado por los intereses de su partido y, por tanto, insensible a los problemas de la ciudadanía. Los que ya existen y los mucho peores que se avecinan, cuando la crisis económica arrecie sin límites.

Pero Casado parece estar enrocado en su posición. Porque para él es prioritario frenar el avance electoral de Vox y porque sus estrategas creen que la mejor manera de hacerlo es utilizando el mismo lenguaje que el partido de Abascal. Pero también porque en el PP son cada vez más débiles las voces moderadas y se está instalando el convencimiento de que la dureza sin contemplaciones con el PSOE es lo que corresponde al momento presente. Por principios, rayanos con el fanatismo, y porque por esa vía pueden acabar con el gobierno “social-comunista” que para esos sectores es tanto o más importante que domeñar la pandemia.

El que desde la dirección del PP se haya trasmitido el mensaje de que aceptarían pactar con Sánchez si éste apartara a Unidas Podemos del Gobierno confirma ese planteamiento. Casado vuelve a suscitar la propuesta de una “gran coalición” que les abriría de nuevo las puertas de La Moncloa y cerraría el periodo que comenzó con la moción de censura contra Mariano Rajoy.

No es el único que propone esta salida. Algunos miembros de la vieja guardia socialista, se dice que con Felipe González a la cabeza, estarían conspirando para que avance esa solución. También sectores del poder económico e institucional la verían con buenos ojos.

Las tensiones que se han producido entre ministros socialistas y de Unidas Podemos no han hecho sino alimentar las especulaciones sobre lo anterior. Aunque los conflictos parecen haberse resuelto hasta el momento, esas diferencias no son una cuestión menor y volverán a surgir. No porque haya diferencias sobre la gestión sanitaria del Gobierno, sino porque las hay sobre la orientación de la política económica que habrá que aplicar cuando se controle mínimamente la pandemia y se acabe el confinamiento.

El dramón económico, que ya ha empezado, con consecuencias funestas para algunos millones de nuestros conciudadanos, va a tener proporciones desconocidas hasta para los más ancianos de los españoles. Sobre los debates en torno al cómo hacerle frente se delinean dos posiciones: la que dice que lo hay que priorizar es el apoyo al sistema productivo y a un sistema financiero seriamente amenazado como garantía de que haya una salida al menos a medio plazo y la que apuesta por que los esfuerzos del Gobierno se centren en ayudar a los ciudadanos más perjudicados por la crisis, añadiendo que solo de esa manera se podrá ir aumentando la capacidad de consumo que reactivará la economía.

Ese debate también existe en el seno del Gobierno de coalición. Ambas posiciones no tendrían por qué ser excluyentes, la síntesis entre ellas sería posible, al menos en teoría. Pero haría falta un liderazgo muy fuerte para que esa síntesis fuera posible. Y, desde luego, la eventual discusión de unos pactos con una oposición de derechas que tiene unas posiciones muy claras en este terreno no sería el mejor escenario para avanzar en esa dirección.

Un factor más: ¿hasta cuándo se va a mantener la calma y la aceptación tranquila del estado de cosas que hasta ahora ha caracterizado la actitud de la ciudadanía? ¿Qué puede pasar si no se hace algo para paliar las terribles condiciones en que se han encontrado de golpe cientos de miles de ciudadanos al haber perdido sin compensación alguna sus fuentes de ingresos?

El Gobierno debería de tener muy presentes los riesgos que tiene esa situación. La aprobación por la vía de urgencia de la renta mínima, si es que termina saliendo en breve, indicaría que Sánchez es consciente de los mismos, aparte de que seguramente lo último que quiere en estos momentos es una crisis con Unidas Podemos.

¿Qué ventajas añadiría seguir batallando por un pacto en un contexto tan difícil, y mientras del frente sanitario no llegan noticias verdaderamente tranquilizadoras como tampoco ocurre en Francia, ni en Italia, ni en Estados Unidos, ni siquiera en Alemania? ¿No sería mejor rebobinar y optar por el otro camino, el de acelerar cuando se pueda para aprobar unos nuevos Presupuestos?

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