Pancartas que no sirven
Rafael Hernando saluda desde la tribuna del Congreso a los jubilados que protestan y da la bienvenida a los que protestarán el próximo sábado: “Sacar pancartas a la calle no sirve absolutamente para nada”. Buen rollito. La diplomacia del portavoz del PP llega a los ancianos que soportan la lluvia con dignidad y que han trabajado toda su vida, entre otras cosas, para pagarle el sueldo a Hernando. Cuánta falta de tacto y de respeto.
A Rafael Hernando le acabamos de ver defendiendo la prisión permanente revisable aprovechando su visita a la capilla ardiente del niño Gabriel. Ahora, nos habla de “demagogia” con las pensiones y, en la misma sesión, el presidente del Gobierno rechaza un impuesto a los bancos con estas palabras: “Si los arruinamos y nos dejan sin crédito, vamos a tener un problema todos”. Argumento “nivel Dios”. Pobrecicos.
Y es que el problema de las pensiones va de esto. Hay dinero para el rescate financiero, de las autopistas quebradas, de almacenes de gas… No hay para dejar de recortar a los pensionistas. Los que tanto defienden el liberalismo han puesto fondos públicos para rescatar fiascos privados, pero bajan las jubilaciones. Es así. Que quede claro. No se pide una subida, se exige que no sigan bajando, porque están recortando el poder adquisitivo. La pensión se revalorizaba con el IPC hasta que el Gobierno se saltó unilateralmente el Pacto de Toledo.
A ese consenso hay que volver. El futuro de las pensiones no se arregla menospreciando a los jubilados que están en la calle. Necesita una reforma para blindarlas y hacerlas viables. Dejar pasar el tiempo o poner parches solo retrasa y complica la solución del problema. La actitud del Gobierno, esperando a dar algún golpe de efecto cuando lleguen las elecciones, me recuerda a esa Celia Villalobos, repanchingada en su asiento, mientras preside una Comisión del Pacto de Toledo, después de soltar argumentos como que “la jubilación puede ser con 70 años o con 82, porque yo me quiero jubilar con 80 años, que estoy divina de la muerte”.
Unos estarán divinos, pero los hay que malviven con pensiones de miseria. Es un insulto enviarles una carta “vendiéndoles” una subida de unos céntimos, cuando les sube la luz, el gas, la comida o los medicamentos. Rajoy ha vuelto a hablarnos de “la crisis que hemos superado”, pero no será así mientras sigamos generalizando la desigualdad. Las “raíces vigorosas” no pueden ser quitarles poder adquisitivo a los jubilados y sueldos a los trabajadores. El “círculo virtuoso” no es que aumenten los beneficios empresariales y bancarios, mientras se generaliza la temporalidad y los salarios que no llegan ni a mil euros. Ni hay cotizaciones que sostengan firmemente la Seguridad Social, ni se puede establecer un proyecto de vida que incremente la natalidad.
Las mujeres acaban de dar ejemplo en la calle. Con dignidad. Sin otras armas que sus poderosos argumentos. Ya hemos visto que, al otro día, todos eran feministas. Incluidos los que menospreciaron sus movilizaciones. Ahora, los jubilados, esos que llevan pancartas “que no sirven para nada”, ven que ya han servido para que el presidente del Gobierno comparezca en el Congreso. Son pensionistas que saben que quizás no les serviría de nada una pancarta pidiéndole respeto a Rafael Hernando, pero a estas alturas de la vida se han ganado ser respetados simplemente porque defienden lo que es suyo.