Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La condena de un TS dividido al ex fiscal anticipa una nueva batalla en el Constitucional
Crónica - 'El PIB no se puede comer', por Íñigo Sáenz de Ugarte
Opinión - 'Una sentencia no respetable', por Javier Pérez Royo

Nuestra patria era el Robe

El cantante Robe Iniesta, durante un concierto en el Wizink Center, a 20 de noviembre de 2021, en Madrid.

1

Cuando los gurús del coaching aún no habían aprendido a hablar de vulnerabilidad y lo que había que hacer con las penas era ahogarlas; cuando Rosalía no tenía edad ni de saber lo que era un violín y todavía no se había puesto de moda ser auténtico, Extremoduro era nuestro único refugio.

Éramos una generación sin escapatoria. Educados para hombres --y mujeres-- adinerados, nos habíamos hecho mayores en el fin de la Historia y teníamos por delante un futuro que de tan brillante, era obligatorio. No solo teníamos prohibido ser ninguna cosa distinta de lo que el capitalismo, el progreso y nuestros padres esperaban de nosotros, sino hasta desearlo. Pero bajo esa losa hecha de expectativas, un montón de jóvenes que lo que queríamos era ser indios, y no importantes abogados, más que escuchar su música, vivíamos en ella.

Ese personaje loco, fracasado y yonqui que se metía en las bragas de una mujer que le echaba carreras a la luna no era él, éramos todos nosotros. Todos los que no podíamos caer más bajo porque ya veníamos --en muchos sentidos-- del fracaso; todos los que solo vivimos provisionalmente; todos los adictos --a las drogas y al alcohol, o a las compras y al scroll-- que seguimos atrapados en la vida contemporánea mientras ansiamos desesperadamente que alguien nos quiera con esa pasión áspera, húmeda y caliente de sus letras.

Me siento a escribir y me doy cuenta de que cuando este texto se publique ya habrá hostias por poner en palabras lo que significó Robe para todos nosotros, que todas las personas que me rodean tienen una parte de su historia emocional vinculada a Extremoduro. Me cuesta pensar en otro poeta, en otra persona, que haya tocado tantas vidas. Más que un músico, Robe fue una cultura entera; una patria; una forma de estar en el mundo en la que, pese a todo, todavía se podía desbocar la primavera. 

Y en sus canciones contaba una cosa alucinante de España también. Y es que en las otras subculturas que nacieron al final del siglo XX como reacción a la avalancha del neoliberalismo, de las que fueron exponentes los Sex Pistols o Nirvana, por ejemplo, solo había nihilismo, rabia y desesperación (“No future, no future for you”). Pero en Extremoduro debajo del asfalto había un amor y una vida y una belleza rabiosas: “Abrid los brazos, la mente y repartíos, que solo os enseñaron el odio y la avaricia. Yo quiero que todos como hermanos, repartamos amores, lágrimas y sonrisas”. 

Y ese compromiso con el arte y con la esperanza, hasta en las peores circunstancias, es una parte tan íntima de nuestra identidad que ni nos damos cuenta. No se entiende España sin esa cultura del amor y del deseo, sin esa identificación de la belleza como la sublimación de la conexión entre seres humanos.

Hoy nos escribimos los amigos, unos a otros, a veces llorando, todos sobrecogidos. No por Robe, en realidad, sino por nosotros mismos. Se murió algo de todos nosotros: nadie volverá a cantarle al amor y al indio que llevamos dentro.

De todas las horas que yo he vivido en su música, que son infinitas, creo que la lección más importante la encontré hace poco, en el mejor tema de su último álbum. Es una canción monumental de nueve minutos que se llama “El poder del arte” y dice: “Tal vez, si pudiera hablarte, de si fuera cierto, que el poder del arte, bien nos pudiera salvar, de una vida inerte, de una vida triste, de una mala muerte”. 

Y creo que esto es, quizás, lo que quiso decirnos a lo largo de toda su carrera: que solo ser poeta, ser músico, ser escritor, hacer arte, sea lo que sea lo que eso quiera decir para cada uno de nosotros, nos inmuniza y nos rescata de esa vida inane que nos habían prometido. 

Ay, Robe.

Demasiada droga, solo para los que seguimos vivos. Ojalá que te hubieras quedado con nosotros aquí.

Etiquetas
stats