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El PSOE como puntal de una casa en ruinas

Isaac Rosa

Un runrún recorre estos días los salones del reino: cuidado con el PSOE, que lleva camino de convertirse en otro PASOK. Dirigentes del PP y opinadores de la derecha brindan por la nueva derrota socialista, pero con moderación. La celebran, pero a continuación piden al PSOE que se “renueve” para no seguir hundiéndose, temerosos de que el espacio desalojado lo acabe ocupando una Syriza. El fantasma de una izquierda radical que ponga fin al turnismo bipartidista está más presente tras el ascenso de la Alternativa Galega de Esquerda.

Oyendo ese runrún, cualquiera pensaría que al moribundo PSOE le están pidiendo que rinda un último servicio al sistema político de la Transición: que resista un poco más, que no se desplome del todo, que apuntale con sus últimas fuerzas el edificio para que aguante en pie unos cuantos años más, amenazado de cada vez más grietas y derrumbes. Y ahí está el PSOE, convertido en un puntal mientras todos los cascotes le caen sobre su cabeza, mientras el PP se escapa con sólo un poco de arenilla en la cabeza.

El historial de servicios que el PSOE ha prestado a la monarquía parlamentaria es largo y abultado. Mirando la historia reciente de España, vemos que el PSOE le ha hecho el trabajo sucio a la derecha una y otra vez, pues le ha tocado comerse los peores marrones. Tras hegemonizar el espacio de la izquierda política en la Transición, fueron gobiernos socialistas los que sellaron nuestra pertenencia a la OTAN, y los que nos metieron en una Europa de orientación neoliberal que hoy también se nos cae encima.

Fue el PSOE quien se metió en el barro de las durísimas reconversiones industriales (en buena parte obligadas por ese mercado común europeo que nos dejó sin tejido industrial), y se echó al hombro las primeras reformas laborales y de pensiones. También cabe apuntarle el desmontaje del combativo movimiento vecinal de los setenta, descabezado y sus líderes cooptados; o el haber aceptado bailar con el PP cada vez que este se ha puesto burro, en nombre de la “responsabilidad de Estado”, como se vio con el pacto antiterrorista que tanto dio de sí.

Más recientemente, fue un gobierno del PSOE el que inició el camino de recortes y reformas; y ese mismo partido, ya en la oposición, cumple ahora con su deber institucional haciéndole al gobierno una oposición de seda y apelando una y otra vez a la necesidad de un gran pacto de Estado, al que con toda seguridad se agarrará Rajoy cuando le tiemble el suelo bajo los pies.

En fin, que la lista de servicios prestados por el PSOE justifica la preocupación de la derecha: “si nos quedamos sin oposición responsable, ¿a quién tendremos enfrente?”. El bipartidismo es un juego de dos, y si uno falla, se acaba el juego y pueden aparecer otros jugadores que exijan el cambio de reglas, o incluso quieran jugar a otra cosa.

No sabemos cuál será esa renovación ideológica que el PSOE. Pero debe saber que su suelo está todavía más al fondo, y que en Cataluña puede darse otro costalazo de aupa, pues allí, a su indefinición económica y social, suma su vaguedad en el asunto que buena parte de los catalanes ha colocado en el centro del debate: la organización territorial.

¿Qué tiene el PSOE que decir sobre el futuro de Cataluña y de España, más allá de esa retórica federalista que saca como carta comodín cuando le toca una mala mano? ¿Qué tiene el PSOE que decir sobre economía, más allá de las apelaciones blandas a encontrar “una salida progresista a la crisis”? ¿Qué piensa que deberíamos hacer con el euro y con Europa, más allá de defender un europeísmo de globos azules con estrellas? ¿Y sobre la desigualdad y el empobrecimiento crecientes, o el desmontaje del Estado de Bienestar, qué propone aparte de lamentar que la crisis la paguen los de siempre? ¿Qué piensa el PSOE del levantamiento ciudadano que a diario detiene desahucios y rodea bancos y parlamentos, más allá de asegurar que quiere “restablecer una fuerte alianza con los sectores progresistas de la sociedad española”?

Si en un momento de estremecimiento como este, con la organización territorial en vía muerta, con cada vez más ciudadanos conscientes de que la crisis es una gran estafa, y con una Europa fallida que nos condena a lustros de abatimiento, todo lo que puede ofrecer el PSOE es la retórica de “una España federal, reformista y europeísta”, será la prueba de que al histórico partido socialdemócrata se le pasó su hora.

Si no es capaz de ver lo que está pasando a su alrededor, entonces sí merecerá quedar como puntal que sostiene un rato más la casa en ruinas. Hasta que se le caiga encima.

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