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Un poco de relato, por favor

Del cuadro de "El abrazo" al abrazo real: Dos maneras de sellar un pacto

Antón Losada

Sin despeinarnos, hemos pasado de la batalla por el relato a la batalla por el silencio. Varios años y tres elecciones después, nuestros habitualmente parlanchines líderes han descubierto, por fin, las ventajas de estarse callados de vez en cuando en política y en la vida en general. A quienes ya lo sabían, en cambio, parece haberles entrado una irresistible necesidad de hablar y convertir las negociaciones para la investidura en una de esas listas de bodas llenas de regalos inútiles.

No sé si se acuerdan, pero antes del verano y antes de las elecciones, los gurús nos explicaban que lo importante era el relato y que quien ganase esa guerra, se llevaría la victoria electoral. Hoy, todos parecen haber tomado aire y competir por ver quién consigue estar más tiempo sin hablar y sin respirar, como en una película de terror adolescente. De los locos meses de la mayoría cautelosa hemos pasado a los ya clásicos días de la oveja que bala, bocado pierde.

Sin tornar a los excesos de antes, algo de relato no vendría mal para que los votantes puedan establecer algún tipo de conexión, por mínima que sea, entre aquello que hayan votado y esto que están haciendo con su voto. Estaría muy bien que, desde el PSOE y Unidas Podemos, que tanto compitieron por y tanto nos abrumaron con el dichoso relato, se hiciera un poco de pedagogía sobre su pacto. Con lo que sabemos hasta ahora, las únicas diferencias entre el desacuerdo interminable de julio y el acuerdo exprés de noviembre residen en que la “jugada redonda” de repetir elecciones ha salido cuadrada: la mayoría cautelosa era una bobada y Pablo Iglesias estará en el gobierno.

En política no conviene perder mucho tiempo en explicar aquello que no pudo ser, como ambos hicieron hasta la extenuación antes de las elecciones. Pero suele resultar una inversión muy rentable explicar bien qué estás haciendo. Todas las entrevistas y comparecencias protagonizadas para reprocharse sus desacuerdos nos faltan ahora para explicar sus acuerdos. Entre mandar los wasaps al posible socio y a la prensa a la vez y presentar un acuerdo de gobierno sin preguntas y con un comunicado lleno de puntos suspensivos, existe un terreno intermedio. Confundir silencio y discreción suele acabar con lágrimas y un viaje.

Esto del relato también va por barrios. Pablo Casado se ha moderado tanto que se ha quedado mudo. Anda Núñez Feijóo de hombre de Estado de guardia prometiendo comer perdices a los socialistas si apartan de sí el cáliz morado. Lo que no dice es que, a cambio, deberían entregar la cabeza del bautista Sánchez; algo que medio PSOE haría sin dudar. El entorno popular se pregunta asombrado por el silencio de su líder. La respuesta correcta suele ser la más sencilla. No sabe qué hacer. Si, como aconsejan los barones, ofrecerle una salida por la derecha a Pedro Sánchez y seguir su camino de moderación; que ha dado buenos frutos electorales, pero no tan buenos como esperaba. O ver cómo supera lo de llamarle “estafador profesional” del ultraderechista Santiago Abascal y competir en fanfarronería con sus socios ultras, los únicos que pueden decir que la noche del 10-N superaron, con creces, todos sus objetivos.

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