Mismo resultado, conclusiones equivocadas

0

Las elecciones extremeñas sólo han servido para una cosa, lo cual, viendo la campaña de María Guardiola o su voluntad en la recta final de echar leña al fuego del descrédito al sistema electoral ya típico en la derecha, no resulta sorprendente. El Partido Popular convocó viendo un momento de debilidad del PSOE, con un candidato extraordinariamente frágil —Gallardo—, queriendo deshacerse de parte al menos de su dependencia de Vox. Ha acabado ensanchando esa dependencia y convirtiendo en realidad palpable lo que las encuestas ya venían diciendo desde hace tiempo: la estrategia de maximalismo retórico de los populares sólo sirve para engrandecer a la extrema derecha, que no necesita ya ni de candidatos particularmente potentes en las circunscripciones en las que se presenta y puede aprovecharse de un efecto puramente inercial. Como en lo estatal, la situación política probablemente fuera distinta si el “centroderecha” español no se empeñara en ser tan patoso.

Pensando en las interpretaciones que van a sucederse estos días a raíz de los resultados en el campo de la izquierda me he acordado de dos cosas: una, el dicho según el cual la belleza está en los ojos de quien mira; la segunda, un apunte del filósofo Spinoza, que avisaba de cómo no deseamos algo porque lo juzguemos como bueno, como algo que nos va a hacer el bien o aportar algo, sino que precisamente lo juzgamos bueno porque ya lo deseamos. Ambas intuiciones se resumen de la misma manera: cada uno ve el mundo con sus ojos y se observa en el mundo a sí mismo, igual que proyectamos en los demás, en terceros, comportamientos propios. Permítanme explicar a qué interpretaciones me refiero. 

El PSOE ya iba dejando clara la interpretación que hará de los resultados incluso antes de que se votara: lo que en Extremadura suceda es asunto de los extremeños y competencia autonómica, no tiene tanto que ver este asunto con la situación propia del partido a nivel estatal, esa comunidad de la cual usted me habla no tiene por qué afectar a lo que sucede en Moncloa, ni hay que replantear nada de la legislatura, ni un cambio de rumbo, ni nada en absoluto. Para el PSOE, en realidad, lo único relevante de estas elecciones va a ser el auge de Vox, y cuanto más se pueda hablar de Vox en detrimento de todo lo demás, y cuanto más lejos se haya quedado María Guardiola de la mayoría absoluta, y más dependencia que genere pactos incómodos —y la incompatibilidad de sus pactos con cualquier alianza con otras derechas que por ahora siguen dando su apoyo al Gobierno estatal—, mejor. No hay un relato más conveniente al inmovilismo que se ha instalado en el socialismo estatal que la llegada de la extrema derecha y no hay nada que alimente más a la extrema derecha que el inmovilismo en el cual ha venido instalándose el PSOE. Un resultado tan catastrófico como el obtenido en Extremadura, antaño caladero de votos socialistas, debería en realidad hacer sonar todas las alarmas.

En el espacio a su izquierda sucede exactamente lo contrario: un fenómeno cuyas virtudes son principalmente locales y autonómicas, su arraigo, será leído en clave estatal como si representara un enfrentamiento ficticio entre fuerzas estatales, en vista a las negociaciones cainitas entre la izquierda en los territorios con elecciones venideras y los vetos cruzados que en ellas se dibujan. El resultado de Irene de Miguel es el que es por las virtudes y aciertos de Irene de Miguel, y no por ninguna marca estatal, ni tampoco por distanciarse de ellas: no es apropiable desde fuera; significa más bien que, en el peor momento del PSOE, una confluencia —no coalición— en la cual llevan colaborando desde hace tiempo distintas formaciones políticas de izquierdas, que ha generado arraigo y que tiene una preocupación verdadera por su tierra, puede recoger parte —menos de lo que sería necesario para evitar catástrofes— de la esperanza de los votantes progresistas. La interpretación, no obstante, va a ser en clave interna y en relación a una pugna por definir estructuras de coalición futuras, puestos, jerarquías en la izquierda o candidaturas que, francamente, ya no interesan a nadie más allá de a quienes examinan sus propias opciones o posibilidades de futuro. El resultado de Unidas por Extremadura es el resultado de Unidas por Extremadura, y lo que de esa confluencia debe imitarse es lo más difícil de imitar: la relación entre las fuerzas que ya están en el territorio, la solidificación de liderazgos construidos a través del tiempo, la ausencia de ocurrencias.

¿Sería posible que la conversación pública de la izquierda, a partir de mañana, no constituyera enteramente una nueva fase de negación, y que los altavoces de los partidos políticos no reprodujeran una nueva versión de un psicodrama, o de la melancolía de quien afirma que no ha pasado nada? Sí, sería posible. Pero es mucho más probable que, de un mismo resultado, salgan todas las conclusiones equivocadas. También decía Spinoza que no hay cosa tal como la falsedad en absoluto: lo que hay son ideas inadecuadas en relación a aquello a lo que se refieren.