Siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar
De todo, esa es la constante: “siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar”. Lo escribió Antonio Machado. Ese señor, poeta grande, cuyos restos aún reposan -desde 1939- en Colliure, de la vecina Francia. Machado había sido evacuado de España tras el golpe de estado. La alianza de intelectuales y artistas lo sacó del país para que, visto lo visto, no acabara en esas cunetas de las que se ríen portavoces jóvenes y maduros del PP, hoy en el gobierno. Siempre por desenclavar.
Amanece en Viernes Santo y aniversario de la proclamación de la República. En involución aguda y sueños ingenuos de utopía. Y en gris nube en el centro del país, “aquí” en Madrid. Y en soledad agosteña fuera de temporada. No corren por las calles las plantas enredadas del desierto porque todavía no hace tanto calor. No tanto. Casi. Si te quedas un rato en la ventana, ves pasar el autobús. Hay vida. La del conductor y los posibles viajeros. Y muchos otros que no pueden o no quieren salir de vacaciones por más que sean ignorados. En Twitter cuentan que ha vencido no sé quién en no sé qué número de Gran Hermano. El de los González y Vázquez, no el de Orwell. El mundo, pues, sigue en pie. Este.
Lo cierto es que la soledad va por barrios. Unos vacíos, otros llenos. Más de cuatro millones de personas en España se encuentran en riesgo extremo por el paro o la precariedad laboral. Según un estudio de FEDEA y Accenture, que no son precisamente lo más rojo del lugar. No como UNICEF, organización de la ONU, empeñada en decir que la España de Rajoy es la tercera en pobreza infantil de Europa. Y que se ha agudizado precisamente desde que manda su PP. Y, claro, si no te llega ni para tener dos pares de horas el cocido en la lumbre cómo te vas a ir de vacaciones igual que “todo el mundo”.
Porque, eso sí, las televisiones plantan ante el espejo una imagen a la que no todos pueden acceder, ni muchos asumen sin complejos. Ahí está todo el paquete. La playa, las toallas y sombrillas pegadas las unas a las otras, la grasa en la piel, el “pues se está muy bien”, la alta ocupación hotelera, el buen tiempo, el sol. Y del otro lado, la pobreza como estigma inducido, precisamente por quienes la causan o la amparan. Cuesta resistirse a la presión. Hasta el sol está perezoso contra todo pronóstico.
Trump ha mandado lanzar a “sus militares” –así los llama- 'la madre de todas las bombas', que EEUU ensayó en 'la madre de todas las batallas' allá por 2003 en otra invasión ilegal al ser decidida unilateralmente. La de Irak, con nuestro Aznar en una esquina de la foto. A la flota la tiene camino de Corea del Norte, en donde otro fanático egocéntrico, Kim Jong-Un, anda de amenazas nucleares. Y a la Primera Hija de EEUU, Ivanka, a hacer las maletas para irse a una reunión de mujeres en Berlín. ABC, el diario patrio, está feliz. “Trump lanza el tercer aviso a los enemigos de Occidente”, titula a toda portada. Siempre con sangre en las manos.
La televisión pública española, TVE, lava y cocina afirmando en el telediario que son “bombardeos de la coalición internacional sobre Siria”. Es mentira, son de Trump por su cuenta. Aunque muchos lo aplauden. Para algún periódico global, nada, ni 'la madre de todas las bombas', desplaza a su querida Venezuela de lugar prominente en portada.
España, con la bandera a media asta en los cuarteles en señal de luto por la muerte de Cristo hace, según dicen, 21 siglos. La ministra Cospedal ha dado la orden, mientras vive su propia Semana Santa con gran religiosidad y multiplicando su pía actividad allá donde es requerida. Ha recibido, por ejemplo, el nombramiento de Hermana de Honor de la Defensión, una hermandad castrense.
En los tumultos, este año gamberrismo, estampidas e histeria. Con heridos, detenidos y un hombre en la UCI en Sevilla. Desde allí, un informador decía en el telediario de TVE: “La Madrugá es mucha Madrugá para que la empañen unos gamberros”.
Es la Semana Santa española. Púrpuras, morados (de los buenos), capirotes, cilicios, coronas de espinas, calvarios, latigazos, piedad, fervor, pies descalzos, penitencia… Las televisiones alternan los cuerpos desnudos sobre la arena con las imágenes de Cristos ensangrentados. Sangre y arena, tan españolas. De personas vivas que se flagelan a conciencia, a toda espalda y pantalla. Miren las expresiones en trance. Dios me libre de llamar a eso sadomasoquismo o necrofilia que, en el puritanismo y cautela reinante, son palabras de mal gusto. Palabras. Siempre por desenclavar.
Ya nos tienen donde querían, de donde nunca salieron en la impermeabilidad de sus cerebros. El PP aprieta en involución, más aún que cuando tenía mayoría absoluta. Hasta Manel Fontdevila se preguntaba por este milagro. ¿Cómo se puede llamar políticamente hablando? Está claro: apoyos, contraprestaciones, ideología compartida. Susana Díaz ya no sale de procesión con el torero de verborrea desatada Fran Rivera Ordoñez, pero estas pasiones no se olvida ni por conveniencia.
La Semana Santa del Franquismo se rompía del todo en la Hora Nona del viernes, a su término, a las tres de la tarde, en silencio sobrecogedor. Pero en la medianoche del sábado, despertaba la Gloria. Los tres días de rigor precisos para la Resurrección sufrían un drástico acortamiento a menos de la mitad, incluso en aquellos piadosos tiempos de recogimiento religioso y condenas a muerte a la disidencia. Pregunté e insistí mucho en saber por qué y nunca hallé respuesta convincente. Necesidades del guion. Mucho no ver para creer. Demasiadas lagunas para saber.
'Cantar del pueblo andaluz', y de casi todos convertidos en piel de incienso, D. Antonio Machado, esto va cada vez peor. Siempre por desenclavar. Siempre con sangre en las manos.