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Siria, fútbol y propaganda

Jugadores sirios celebran un gol ante la selección iraní de fútbol.

Leila Nachawati

La plaza de los Omeya en Damasco amanecía el martes 5 de septiembre plagada de pantallas gigantes. Los jugadores de la selección siria tenían en vilo a espectadores de todo el mundo ante su enfrentamiento con Irán –nada menos que con Irán– , y el país era de pronto noticia por algo distinto al desgarro que vive desde hace años. Sus calles vibraron esa noche bajo los gritos de la afición, unos gritos que se volvieron rugido con el gol de Al Somah, que supuso el empate, 2-2, en el minuto 93.

“Dame una alegría a la que aferrarme, cualquiera, sea cual sea el motivo”, me decía un amigo damasquino que vio desde la plaza de los Omeya ese partido histórico. Como él, muchos celebran cualquier ocasión de evadirse de la realidad insoportable que viven. El buen lugar en que ha quedado la selección es para muchos sirios una ocasión de exteriorizar un sentimiento de orgullo nacional que últimamente encuentra pocas ocasiones de manifestarse, de alzar la bandera siria frente a quienes se refieren a su país como Estado fallido.

El sabor no deja de ser agridulce, incluso para quienes han defendido el mantenimiento del statu quo en Siria, que no se produjesen cambios y la dictadura se mantuviese como un mal menor. Resulta difícil no notar las ausencias, esos enormes “elefantes en el salón” que son los jugadores que faltan.

Decenas de futbolistas asesinados en Siria

Ayad Quiader, futbolista damasquino, tenía 23 años cuando fue detenido por fuerzas del régimen sirio en una de las manifestaciones que se propagaron por el país desde marzo de 2011. Su cuerpo, cubierto de marcas de tortura, fue uno de los identificados gracias al archivo César.

Jihad Qassab, homsí y exjugador de la selección nacional, terminó sus días en la prisión de Sednaya, la cárcel a la que Amnistía Internacional se refirió como “matadero humano”, donde fue torturado hasta la muerte, por su implicación en las protestas multitudinarias que caracterizaron la ciudad de Homs.

Abdel Baset Sarout era una estrella en Siria. Carismático y muy popular entre la población, se le considera el mejor portero de la historia del país. Con sólo 19 años, su rostro se convirtió en un icono durante las protestas pacíficas de 2011 en Homs, y tras la represión contra manifestantes pacíficos pasó a formar parte de la resistencia armada. Sus cuatro hermanos y su tío fueron detenidos y asesinados por las autoridades sirias y él ha sobrevivido a tres intentos de asesinato y a la detención por parte del grupo Tahrir al-Sham.

Zakaria Youssef, futbolista de Alepo, entrenaba a un grupo de niños cuando un proyectil acabó con su vida en 2012.

Tamam Zarour, jugador del Karame, murió junto con su mujer y su hijo, víctimas de un proyectil que también acabó con la vida de su compañero Mountadher Nakdali.

Louay al-Omar, que jugó en el Karame en los años 80, fue detenido en 2012 en su lugar de trabajo y torturado hasta la muerte.

Otros, como los jugadores Tamer al-Louz y Mohamad Abo Qaa’od, siguen desaparecidos sin que se sepa su paradero.

Críticas a la FIFA

Son al menos 38 los jugadores de las dos principales divisiones de fútbol profesional asesinados en bombardeos o bajo tortura a manos del régimen sirio, y decenas más si se cuentan los de divisiones inferiores, revela la investigación de ESPN en El equipo del dictador, documental que muestra cómo la guerra ha desgarrado a una generación de jóvenes deportistas sirios.

“Tengo miedo. Quiero hablar pero no puedo”, repite el jugador Firas al-Khatib en el documental. “En Siria no te matan por lo que haces, sino por lo que piensas”. Khatib, que durante años boicoteó lo que consideraba un aparato de propaganda del régimen, regresó recientemente a la selección siria para tratar de impulsar, como capitán, su presencia en el Mundial. “No fue una decisión fácil y pasé muchas noches sin dormir pensando a cuánta gente iba a decepcionar si regreso”, confesaba.

“¿A quién representa la selección siria? ¿Qué representa este equipo?”, pregunta el exjugador Ayman Kasheet, ahora refugiado en Suecia, dirigiéndose a la Federación Internacional de Fútbol (FIFA). “Este equipo no me representa como sirio. La Asociación Siria de Fútbol está controlada por Asad, que la utiliza como propaganda. Utiliza los estadios para almacenar equipamiento militar, detiene y tortura a jugadores. Hay evidencias de sobra y la FIFA las conoce, esto viola los estatutos que prohiben la interferencia política en el fútbol”.

Los estatutos de la FIFA señalan que corresponde a cada miembro “gestionar sus asuntos independientemente y sin influencia de terceros”, cláusula de independencia que ha invocado al menos en 24 ocasiones durante la última década y que ha causado 20 suspensiones en encuentros internacionales por considerar que existía interferencia gubernamental. Entre los suspendidos, Irak en 2009 después de que el gobierno ocupase la sede de la Asociación Iraquí de Fútbol, y Nigeria en 2014, después de que las autoridades disolviesen la Federación Nigeriana de Fútbol.

En el caso sirio, sin embargo, la FIFA ha respondido a las críticas señalando que “la tragedia en Siria supera las competencias de la Asociación y su capacidad de reacción”.

La popularidad de los deportistas

Desde los inicios de las protestas los futbolistas han estado en el objetivo del régimen sirio, que se empleó a fondo en diluir la resistencia pacífica en favor de la militarización y radicalización de la disidencia.

La popularidad de los deportistas, y también de actores como Fadwa Suleiman o May Skaff, músicos como Malek Jandali, pintores y escultores como Assem al-Bacha, y en general las figuras más icónicas del panorama artístico y cultural sirio, poseían un poder de arrastre entre la población que amenazaba la permanencia de la dictadura. A los atletas más influyentes se les obligaba a participar en las manifestaciones a favor de Asad equipados con sus camisetas y a hacer declaraciones públicas de apoyo. Se castigaba brutalmente a quienes se negaban.

“El régimen lo controla todo en zonas como Damasco, y eso incluye desde luego la Asociación Siria de Fútbol”, explica Wassim Zabad, refugiado sirio, en entrevista con eldiario.es. “No ha habido nunca una separación, y ahora menos que nunca. Basta con ver las fotos de Asad en el campo, en los entrenamientos, en las camisetas, para darse cuenta. Todo es un despliegue de propaganda para reforzar a Asad internacionalmente”.

La vinculación entre deportes de masas, control y propaganda tiene una larga tradición, con los Juegos Olímpicos de 1936 y su uso por parte del régimen de Hitler como ejemplo más destacado. El documental Deportes, política y propaganda muestra cómo el nazismo desplegó su rostro más amable, impresionando a las delegaciones internacionales con su hospitalidad y bravura, durante la celebración de aquellos juegos históricos. La Alemania nazi llegó a colocar marionetas como presentadoras de los Juegos para reforzar hasta el extremo aquella apariencia amable. Algunos medios, como la BBC de entonces, contrarrestaron la propaganda emitiendo durante la retransmisión de los Juegos imágenes que mostraban el verdadero rostro del nazismo.

Es conocido también el uso que el dictador rumano Nicolae Ceaucescu hizo del deporte para lavar su imagen ante el resto del mundo. El tesoro nacional que fue la gimnasta Nadia Comaneci supuso un espaldarazo internacional para Rumanía en los momentos de mayor represión del régimen. Comaneci, que enamoró a espectadores de todo el mundo en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 y ha sido reconocida como la atleta de mayor influencia de la historia, fue exprimida hasta la extenuación mientras se ocultaban los terrores que sufrían activistas y opositores dentro del país.

“El fútbol simboliza la unidad del país”

Frente a las críticas, las autoridades sirias insisten en que el fútbol simboliza la unidad del país. “El fútbol es lo que une a los sirios, donde todos los bandos se encuentran en paz”, declaraba tras las últimas victorias de la selección Bashar al-Asad, hacia quien el entrenador Fajer Ebrahim se deshace en alabanzas, llegando a vestir una camiseta con su rostro durante los entrenamientos.

“Bashar es el mejor hombre del mundo”, exclamaba Ebrahim durante la celebración de la Copa en 2015. “Jugamos por la unidad, y por nuestro presidente Bashar al-Asad, del que estamos orgullosos por todo lo que ha conseguido”, añadía Fadi Dabbas, vicepresidente de la Asociación Siria de Fútbol.

Habrá que esperar para ver si Siria logra superar los obstáculos que la separan de la clasificación. Para 38 futbolistas al menos, el Mundial llega demasiado tarde.

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