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El sueño de la razón

El Congreso pide aclaraciones a un centenar de diputados antes de dar vía libre a sus actividades extraparlamentarias

Jesús Cintora

Cuando la lucha por el poder parece más importante que ejercerlo, cuando pasan los días y vemos las portadas plagadas de debates estériles, de pugnas internas y externas en los partidos, la vida sigue y algunos problemas continúan creciendo.

La política parece haberse convertido, por momentos, en una pelea de gallos, enseñando la cresta, agitando las alas, con intriga y conspiración permanente. Ajeno, el españolito medio, pudiera formar parte de la comparsa, como si fuera un espectador de semejante telecomedia. Y que no falten las escenas cada día: los buenos, los malos, los partidarios de uno, los de otro, las caricias, los besos furtivos, la traición, las carantoñas falsas, los chivatos, los chaqueteros, los delatores, el navajeo…

'Marianismo', 'los sorayos', 'el susanismo', 'los pedristas', 'errejonismo', 'pablismo', 'los de Cayo', 'los de Garzón', 'los de Rivera'… Y mejor lo dejo escrito así, porque en esto, como en los pueblos, cada uno utiliza sus motes, que suelen ser despectivos con el rival, a la vez que dicen que son del mismo partido y que en el fondo se quieren. ¿España es así? Seguramente. Goya lo dejó que ni pintado.

A menudo pueden ser rivalidades tan humanas como la propia política, pero con las cosas de comer no se juega y, en el tiempo que vivimos, convendría que no se les viera tanto el plumero y que pudiéramos pensar que están ahí  y les pagamos para intentar solucionar los problemas del personal. Sin querer generalizar, que sería injusto con muchos de ellos, pero el tiempo pasa y el 'guerracivilismo' de cada partido ha ido comiéndole terreno al debate sobre aquellos problemas tan urgentes que teníamos (y que por desgracia seguimos teniendo): el paro, la corrupción, la desigualdad, el recorte de libertades, la seguridad, la educación, la sanidad…

Hay una excesiva teatralización, bastante mueca de cara a la galería, mucho lirili y poco lerele. También creo que los medios formamos parte unas cuantas veces de este juego. En un campo que se va enfangando, mientras en el fondo de la grada se oye esa voz de barra de bar que grita: “¿Qué roban los de mi partido? Robar, roban todos”. Y ahí es donde seguramente estamos perdiendo el encuentro.

La llamada 'desafección política' puede encontrar un buen caldo de cultivo en este transcurrir del tiempo sin que se muestre el sentido útil del político por tratar de coger el toro por los cuernos. Si no se gobierna, debe explicarse muy bien que no se quiere hacer a cualquier precio.  Y mejor aún deben convencernos de que no interesa el estar por encima, la poltrona o el postureo.

De algo estoy seguro. Esta incertidumbre, este pasar el tiempo sin que pase nada, esta dejadez, convienen tanto a los que tienen ahora mismo la sartén por el mango, que piensan que cuanto peor, mejor. Y así que parezca que solo ellos son capaces de arreglar el entuerto. A algunos les conviene mucho esta siesta. No olvidemos cuando Goya nos avisó de que el sueño de la razón produce monstruos.

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